Duro análisis del Financial Times: Messi no puede borrar los problemas de la Argentina
La euforia del Mundial se desvanecerá, pero los problemas económicos y las divisiones políticas del país persistirán.
Si devaluaran la moneda, "nadie en este día se daría por enterado", me dice en el centro de Buenos Aires uno de los cientos de miles de argentinos que esperan para saludar a sus héroes futbolísticos.
Argentina está eufórica tras su tercera victoria en la Copa del Mundo el domingo. La gente ha inundado las calles de la capital en una celebración carnavalesca para festejar la victoria más importante en una generación y dar la bienvenida a casa a los jugadores estrella.
Las personas se subieron a los semáforos. Camisetas de fútbol gigantes adornaban los edificios de oficinas. Autos con réplicas de trofeos dorados atados a sus techos hacían sonar sus bocinas y la canción no oficial del torneo, "Muchachos", sonaba espontáneamente entre extraños parados en paradas de colectivo y cruces de calles.
FT | La 'Messi manía' distrae a Argentina de sus problemas económicos
El triunfo de Argentina se produce en medio de la agitación política y de una economía maltrecha. Se espera que la inflación alcance el 100% anual en diciembre. La pobreza es alta y va en aumento. El peso se ha desplomado frente al dólar en el mercado negro, ampliamente usado, haciendo añicos el poder adquisitivo de la gente.
La política no es mucho más brillante. La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner fue declarada culpable de corrupción este mes y la popularidad del presidente Alberto Fernández ha caído tanto que se le aconsejó que no viajara para entregar el premio al capitán de la selección, Lionel Messi.
El éxito de Argentina en la Copa del Mundo supuso un respiro para este país de 46 millones de habitantes tras años de malos resultados económicos y golpes a su orgullo nacional.
"Este es nuestro único momento de grandeza en 36 años", afirma Héctor Fose, padre de tres hijos, mientras se une a la multitud con sus hijos para ver desfilar a la selección en un micro de dos pisos sin techo. Fose tenía ocho años en 1986, la última vez que Argentina se llevó el trofeo a casa.
Entre el mar de hinchas vestidos de celeste y blanco había un anciano ciego guiado por su esposa, también de edad avanzada. Habían seguido los comentarios televisivos en directo desde Doha, mientras las familias preparaban asados a lo largo de la autopista del aeropuerto para ver a Messi antes del amanecer.
Como británica, el acontecimiento más parecido al que podría comparar las escenas de esta semana sería la multitud en un jubileo real, sólo que con Messi como rey.
El duro análisis del FT sobre la crisis económica y el éxodo argentino
Un momento "suspendido en el tiempo" es lo que representa la victoria, según el sociólogo argentino Pablo Alabarces. "Es una explosión de emociones", explica Alabarces al FT. "Es una gran noche de fiesta", y la resaca llegará inevitablemente.
Los desafíos podrían volver con fuerza. Muchos siguen siendo escépticos de que la victoria deportiva se traduzca en un impulso para el impopular gobierno o ayude a restaurar la confianza en la economía.
Varios gobernadores provinciales de Argentina se rebelaron contra la decisión de establecer un feriado nacional en nombre del fútbol, dado que la caravana de la selección recorría exclusivamente Buenos Aires, un recordatorio de las divisiones al margen del deporte.
Financial Times: los argentinos recurren al dólar blue a medida que se agrava la crisis económica
Messi rechazó una invitación del palacio presidencial para replicar una foto del fallecido Diego Maradona que, como capitán décadas antes, había besado el trofeo desde el balcón rosa que se hizo famoso por Evita Perón. En su lugar, el equipo animó a los fanáticos a seguir su micro hasta el Obelisco, donde se habían congregado hasta un millón de personas inmediatamente después de que Gonzalo Montiel pateara el penal de la victoria.
Las fallas de seguridad impidieron que el micro llegara. El equipo fue evacuado en helicóptero para decepción de millones de personas, que culparon directamente al presidente.
Miguel Ángel Guerrero, de 74 años, que maneja mi quiosco local, calcula que la euforia pasará en una semana. Miguel ha empezado a reducir su stock en lo que suele ser un rentable mes festivo, intuyendo que los clientes no tendrán mucho dinero para gastar esta Navidad.
"Una gran parte de la gente no va a poder comprar una comida, y mucho menos regalos", afirma. Los precios de las golosinas y el tabaco que vende han subido en promedio aproximadamente un 5% cada mes desde principios de año. El enojo de los ciudadanos va en aumento.
La Copa del Mundo, dice, ha sido como un "bálsamo tranquilizador" para escapar de las penurias y unir a una nación herida. Pero la realidad no tardará en golpear.
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