Internismo tribal, la única seguridad en medio del caos

Hay un interesado más en domar al tigre de la Argentina. De esta Argentina que acumula una inflación de tres dígitos, que está al borde de entrar en recesión, con escasez de reservas, 40% de pobreza, salarios depreciados y un escepticismo social que irrumpe brutalmente en cualquier esquina.

Se sumó un interesado en hacerlo o, al menos, en aceptar el desafío de intentarlo. El anotado es jujeño y radical. Dentro de Gerardo Morales conviven multitudes. El caudillo del norte que domina a piacere el pulso de su provincia, al punto de poner a su ministro de Seguridad como juez de la Corte, comparte identidad con el líder socialdemócrata a la europea que planta cannabis y se entusiasma con una desregulación para exportar la plantita a Nueva York.

Gerardo Morales: "Juntos por el Cambio tiene que pararse en el centro y no en la derecha"

Cristina Kirchner, sin antídoto contra el pesimismo de la razón

Pese a los malestares y rebeldías que genera su conducción dentro de la UCR, Morales consiguió que todos sus correligionarios ficharan presencia en el acto de lanzamiento. Ante un PRO estresado por la competencia sin demasiado fair play entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia, el radicalismo estaba obligado a mostrar una postal de unidad.

El macrismo, pese a esa demostración de presunta armonía radical, sigue siendo el accionista mayoritario en la sociedad de Juntos por el Cambio. En un teatro Gran Rex atiborrado, Morales tocó temas tabú: anunció que devaluaría y reperfilaría la deuda, en caso de coronar en la Rosada.

Morales comparte gran parte de sus diagnósticos con su aliado amarillo: Rodríguez Larreta. Ambos desplegaron todo su arte de rosca y sugestión para que la coalición opositora no se fracturara en Tucumán, donde se realizará la primera elección importante del 2023. Encarar ese primer mojón con la alianza partida hubiera sido casi suicida para la familia opositora.

"Juntos por el Cambio tiene que pararse en el centro, no correrse a la derecha", opinó Morales ante El Cronista.

En la tienda frentetodista, el internismo permanente no se toma respiro. Pero la semana pasada la puja tuvo una derivación inesperada, por debajo de la fricción ya clásica entre cristianismo y albertismo. Máximo Kirchner expuso sus diferencias con Axel Kicillof. Hijo de sangre vs hijo ideológico de Cristina Kirchner. La interna de la interna, por si faltaban desacuerdos en la coalición de Gobierno. Intentaron mitigarlo hoy al reencontrarse en Lomas de Zamora.

Todas las intrigas palaciegas resultan ajenas y microclimáticas, vistas desde la calle. Pero aquello reproches del diputado al gobernador tuvieron un plus de lejanía. Parecen más un síntoma que la expresión de una puja de poder concreta y real. ¿Síntoma de qué? Del desconcierto imperante. Frente a la falta de brújula generalizada, oposición incluida, aferrarse a la lógica tribal es un recurso que brinda seguridades. Un mecanismo más psicológico que político.

Ni siquiera Cristina Kirchner cuenta con un antídoto que no sea el optimismo de la voluntad: un somero acuerdo interpartidario.

A 40 años del '83, el balance del funcionamiento de la economía que hace la Vicepresidenta es desolador. Y el del funcionamiento de las instituciones, peor. ¿Qué fórmula contra el caos vigente propone Cristina Kirchner entonces? ¿Volver a ser presidenta a los 70 años? ¿O intentarlo al menos, en el caso (muy improbable) de que la favorezcan las encuestas? No parece.

Su tropa militante se muestra mucho más convencida que ella de que "Cristina presidenta" es el requisito indispensable para salir del infierno que pinta.

En el espejo ideológico invertido de Juntos por el Cambio, Mauricio Macri coincide con CFK. Aun si tuviera alguna chance electoral, el egresado del Cardenal Newman tampoco se muestra dispuesto a agarrar la papa hirviente de esta Argentina.