El mercado y la tecnología del poder
En mi cabeza navegan frases célebres sobre la democracia, que tienen un tono irónico, pero que esconden grandes verdades del ser humano. ¿Si estas verdades no fueran ciertas... porque seguiríamos utilizando desde el siglo XVIII hasta la actualidad el sistema que inventaron los griegos 2500 años atrás?
Me queda pendiente un compendio y análisis de esas "famosas frases"; ni hablar de las otras preguntas planteadas - las cuales requieren, supongo, un abordaje mucho más complejo que creo no estar en condiciones de realizar en mi actual circunstancia.
Estas preguntas son nada más que un disparador, que quiero usar para ir a la conclusión de que la democracia es simplemente una tecnología. Como el fuego, la rueda, la imprenta, la luz y las armas, es una tecnología aplicada a solucionar un problema humano; en este caso, y en sentido muy amplio, de la coordinación de decisiones y poder entre seres humanos.
No estoy diciendo nada que Platón no haya dicho. Lo que sí estoy haciendo es bajar este concepto tan filosófico-político, al plano ingenieril, tecnócrata; con la expectativa de que sirva para aquellos que se encuentran ante el problema de tener que ejercer sus "derechos y obligaciones".
Plantearlo como un problema, nos ayuda a empatizar. Reducirlo a una tecnología, a pensar cómo la utilizamos. No pretendo que vayamos a consultar el manual del fabricante (Los Diálogos, La República o El Contrato Social) - aunque creo que es el mejor ejercicio para entender más "de fondo" el problema. Lo que sí espero, es que comprendamos que, como toda tecnología, es necesario aprender a usarla. Y que, como toda tecnología, no es buena o mala en sí; ello depende de cómo la utilicemos (o como la utilicen otros por nosotros).
A diferencia de otras tecnologías que usamos todos los días de nuestra vida, en el caso de la democracia, el Do It Yourself es un viaje mucho más sufrido. Los que nos ayudan a abordar el problema de elegir (analistas, filósofos, periodistas - en adelante, los "voceros") suelen manipular el uso de la tecnología para favorecer ciertos resultados, según el poder que en cada caso "representen".
La democracia es simplemente una tecnología aplicada a uno de los mercados más complejos en los que participa el ser humano, que es el mercado del poder. Cuando digo complejos, me refiero a que se trata de un mercado con todas las "fallas de mercado", en términos de la teoría de la competencia perfecta. Nos encontramos con asimetría de información (los voceros y los políticos - en adelante, la oferta) saben cosas que el consumidor (votante), no sabe; y también con selección adversa (no necesariamente la oferta presenta a los mejores, sino que habitualmente nos conformamos con "elegir el menos malo").
Muchas veces, existen problemas de riesgo moral (cuando a la oferta no le importa tener comportamientos oportunistas dado que saben que la sociedad no le va a exigir internalizar los costos; o que la sociedad tiene la "obligación y derecho" de seguir participando en el mercado y por ende, garantizada su demanda). También, problemas por externalidades negativas, ya que la elección de una parte de los consumidores suele implicar costos sobre otros, pero dichos costos no son internalizados en las preferencias. Todo ello en un esquema de "juego" tipo del dilema del prisionero en el que hay líderes, seguidores y muchas reglas heurísticas que influyen en el juicio y en el comportamiento del consumidor.
En fin, el mercado del poder está muy lejos de ser un mercado de competencia perfecta. Se parece más a un mercado oligopólico, en el cual el consumidor participa (ejerciendo un derecho), por obligación de un abuso de posición dominante. Consideración no menor, cuando la opinión pública instala filosofías antisistema o se pregonan ideas anarcocapitalistas como la solución a todos nuestros problemas.
¿Qué están incluyendo en el manual del fabricante esta vez? ¿Es ciertamente posible que el mercado del poder alguna vez sea de competencia perfecta? ¿Si nos hemos equivocado, es más lógico apostar más fuerte sin antes revisar las premisas que nos llevaron a equivocarnos? ¿Quiénes se equivocan en este mercado? ¿Sólo la demanda, la oferta, o quizás ambos? ¿Qué cambios proponen los participantes cuando se equivocan? ¿Qué evidencia existe de que "esta vez será diferente"? ¿Podemos perdonar o queremos castigar? ¿Si queremos castigar, a que costo estamos dispuestos a hacerlo? ¿Si castigamos hoy, qué nos hace pensar que no nos castigarán mañana? ¿Acaso no somos adversos al riesgo en la gran mayoría de las decisiones que tomamos todos los días?
Antes que creer en quimeras, creo que sería necesario que el consumidor de este mercado haga un due dilligence preciso de la oferta. Que revise sus premisas, que lea El Príncipe y haga buenas preguntas. Como cualquiera que va a un negocio a comprar, mira el producto y consulta el precio. Como cualquiera que tiene que usar una tecnología y antes de usarla, consulta el manual del fabricante. Si tiene dudas, elija al proveedor que mejor le transmita conocimiento sobre tecnología que va a utilizar.
La demanda y la oferta pueden equivocarse una vez más, pero ¿quién está exento del error en la vida? Aprender lleva mucho tiempo, pero nunca es tarde para querer hacerlo. No existen soluciones mágicas. Evitar tomar decisiones desde las consecuencias es el primer paso, aquel que abre espacios para aprender a identificar los problemas y trabajar sobre sus causas. Así, desde la humildad es más fácil entender y evitar (aunque sea un poco) que otros usen la tecnología por nosotros, vendiéndonos soluciones para problemas que no entendemos, generando nuevos problemas que no imaginábamos y sirviendo a fines que no conocemos.
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