Educación, meritocracia y el "formato golf"

En todas las charlas de café (y los despachos de gobierno) surge la misma discusión: ¿la educación pública debe ser meritocrática o igualitaria? Los meritócratas sostienen que igualar nivela para abajo y destruye la calidad de la educación. Los igualitaristas creen que la meritocracia es una aberración porque juzga el mérito de alumnos que parten de realidades distintas y castiga a quienes no tienen la oportunidad real de esforzarse.

El costo que genera esta discusión es que ambos bandos ocupan su tiempo gritándose alrededor de una mesa de bar (o del Congreso) y no queda nadie trabajando en mejorar la educación; otra víctima de la grieta. Porque claro, oficialismo y oposición no van a perder la jugosa oportunidad de usar la "igualdad" y la "meritocracia" como estandartes para tirarse con de todo...

Pero existe un salvoconducto a esta disputa que, una vez zanjada, obligaría a todos a ponerse a trabajar fervorosamente. ¿Qué tal si les digo que hay una política pública que toma lo mejor de ambas posturas y las reconcilia magníficamente? Qué lindas sorpresas nos da la vida: en la tierra del (popular) fútbol, la salida nos la brinda el (exclusivo) golf. Fíjense. En el golf pueden enfrentarse un jugador que sale a la cancha por primera vez, contra un experto que juega hace 20 años. O sea, pueden competir personas con distintos puntos de partida. La magia que hace posible esta hazaña se llama hándicap, y funciona así. El jugador principiante juega en exactamente la misma cancha que el experto, pero al total de golpes que le tome embocar la pelota en el hoyo se le restarán los golpes adicionales que, por su nivel, le debería tomar completar ese hoyo con respecto al "par de la cancha" (el par de la cancha es el "número de golpes ideal" en el que se supone que uno debería lograr completar el hoyo).

Daré un ejemplo. Imaginemos a un jugador experto (0 de hándicap) que completa una cancha realizando 80 golpes. Ahora supongamos que su rival tiene un hándicap de 30 (hace poco que juega) y completa el recorrido con 100 golpes. ¿Quién ganará? ¡Gana el segundo jugador, a pesar de haber necesitado más golpes! Porque al total de sus golpes (100) debemos restar los 30 de su hándicap: su score final será de 70 golpes, 10 menos que su habilidoso rival. El peor jugador resultará vencedor.

La palabra "hándicap" proviene del idioma inglés y significa "desventaja". Y su objetivo es valorar el esfuerzo (mérito) que cada jugador realiza dentro de la cancha, pero respetando su nivel de juego (su punto de partida). Entonces, ¿cuál es el salvoconducto que reconciliaría la grieta entre los dos modelos educativos que señalé más arriba? Justamente, el hándicap.

Un meritócrata y un igualitario aceptarían (o estarían obligados a aceptar) un modelo en el que se premia el esfuerzo del estudiante, pero se tiene en cuenta su punto de partida en términos de oportunidades. Este es un cocktail imposible de rechazar para ambos bandos. Daré un ejemplo para bajar esto a la tierra. Un igualitario rechazaría la idea de otorgar becas o asistencia financiera sólo a los mejores promedios de la escuela secundaria de todo el país. ¿Por qué? Simplemente porque existen miles de niños que no pueden lograr un buen promedio debido a que parten de un punto de partida muy bajo (tienen dificultades para acceder a la escuela, pasan hambre, sufren violencia, se enferman o ni siquiera están completamente alfabetizados). Un igualitario diría que esto es injusto porque es como poner a Tiger Woods a jugar contra un principiante, y gana quien emboca la pelota en el primer hoyo haciendo menos golpes.

Por otra parte, un meritócrata rechazaría la idea de otorgar becas universitarias por sorteo a los primeros 100.000 estudiantes secundarios que logren inscribirse. Él diría que esta política es ridícula porque equivale a premiar a un jugador que se presenta a un torneo, juega el primer hoyo, se saltea el segundo, luego salta al octavo y en el décimo decide abandonar por "fiaca".

Ahora bien, ¿qué ocurriría si la propuesta fuera otorgar becas teniendo en cuenta el hándicap de cada segmento estudiantil? Por ejemplo, podría existir una política pública que otorgue becas a dos perfiles de alumnos: (i) aquellos que tienen un promedio superior a 8; (ii) y aquellos alumnos que tienen una asistencia escolar superior al 80%.

Si el meritócrata y el igualitario fueran ambos golfistas, los dos aplaudirían esta medida. ¿Por qué? Justamente porque esta política premia el desempeño en la misma cancha: que resulta más fácil para unos, y más compleja para otros. Los estudiantes con promedio 8 son "golfistas expertos", y cuentan con las condiciones de vida apropiadas para desempeñarse en ese nivel. Y los estudiantes con altísima asistencia escolar son golfistas principiantes: no tienen las herramientas técnicas para recorrer la cancha en la misma cantidad de golpes que el otro segmento estudiantil, pero tienen un compromiso altísimo con su educación, faltando muy poco a clases. Entonces, cuando uno resta el hándicap a sus excesivos golpes (en este caso, bajo promedio) estos jugadores quedan muy bien rankeados con respecto a sus expertos rivales. Su score final es muy bueno.

¿Quién hubiera dicho? La herramienta de una disciplina aparentemente excluyente, convertida en una de las políticas públicas más inclusivas y justas imaginables: el handicap educativo.

Pasamos del potrero al hándicap, en una baldosa.

El gran "Tato" Bores estaría feliz...

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