Qué es la resistencia a los antibióticos y por qué algunos la llaman el "tsunami silencioso"

Más de medio siglo después de que los antibióticos revolucionaran la medicina, su uso excesivo amenaza los tratamientos existentes, mientras que la oferta de sustitutos es escasa.

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Cuando el laboratorio AstraZeneca cerró su centro de investigación y desarrollo de Bangalore, algunos de los científicos locales consiguieron un nuevo empleo en una empresa biotecnológica cercana. Desde entonces, trabajan para abordar un problema que preocupa a los médicos de la India y de todo el mundo: la creciente resistencia a los antibióticos, que complica los tratamientos.

Para Anand Anandkumar, CEO de Bugworks, la misión es personal. Su padre, destacado médico especialista en enfermedades infecciosas, murió tras una intervención cardíaca que le provocó una infección bacteriana por Klebsiella pneumoniae que los fármacos no pudieron tratar. Su cofundador perdió un bebé en el hospital por una forma mortal de Escherichia coli.

"Es un tsunami silencioso", afirma. "Tenemos el mayor problema de superbacterias. En tres o cinco años, muchos hospitales indios retrasarán la cirugía a menos que sea absolutamente mortal. Si esto no es una pandemia, ¿qué es?".

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La tarea es considerable dado el limitado número de investigadores. Las empresas más grandes, como AstraZeneca, dan prioridad a líneas más lucrativas de desarrollo de medicamentos y han vendido los derechos de sus antibióticos existentes, dejando a empresas más pequeñas, como Bugworks, intentando llenar el vacío de producir nuevos antibióticos a los que los humanos sean menos resistentes.

Encontrar un modelo financiero sostenible ha resultado difícil. La empresa biotecnológica Achaogen -que había recibido previamente la aprobación reglamentaria de EE.UU. para su nuevo antibiótico plazomicina- quebró tras no generar ingresos suficientes para seguir contando con el respaldo de sus inversores.

Poco más de medio siglo después de que los primeros antibióticos revolucionaran la medicina, el uso excesivo amenaza los tratamientos existentes, mientras que las posibilidades de sustituirlos son escasas. Hay signos de progreso, pero son lentos y se han ralentizado aún más después de que la pandemia de coronavirus monopolizara la atención mundial.

Aunque faltan datos exhaustivos, la Organización Mundial de la Salud considera que la resistencia a los antibióticos es una de las 10 principales amenazas para la salud pública a las que se enfrenta la humanidad. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, sólo en EE.UU. se registran más de 2,8 millones de casos y más de 35.000 muertes al año. La ONU teme que en 2050 se hayan producido 10 millones de muertes al año en todo el mundo por infecciones resistentes a los medicamentos.

Cómo llegamos hasta acá

Un factor fundamental es el mal uso. En muchos países, los medicamentos se consiguen con demasiada facilidad y a bajo precio, sin la necesidad de una receta. Los medicamentos falsificados y de mala calidad no contienen suficiente principio activo para eliminar una infección, lo que favorece el desarrollo de cepas bacterianas resistentes.

Muchos pacientes toman tratamientos incompletos porque no pueden permitirse comprar la dosis completa o interrumpirlos antes de tiempo cuando se sienten mejor, sobre todo si el medicamento tiene efectos secundarios. Pero incluso si piden consejo médico profesional y lo siguen, los médicos suelen recetar medicamentos inadecuados, por ejemplo para tratar infecciones virales en lugar de bacterianas.

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Gran parte de la transmisión se produce en los hospitales, con cepas traídas por algunos pacientes y transferidas a otros, lo que refleja unas medidas inadecuadas de detección, aislamiento, higiene y control. Marc Mendelson, jefe de enfermedades infecciosas y medicina VIH en el Hospital Groote Schuur de la Universidad de Ciudad del Cabo, afirma: "En Sudáfrica tenemos 42 especialistas en enfermedades infecciosas para una población de 60 millones de habitantes. He visitado hospitales en Italia con más que eso. Hacen falta microbiólogos, acceso a laboratorios y capacidad de diagnóstico. Y tenemos un enorme cuadro de médicos privados en las comunidades que tratarán todo con un antibiótico".

Aparte de la insuficiencia de herramientas y recursos médicos, señala problemas subyacentes de saneamiento, agua potable y factores sociales más amplios que propagan enfermedades en las regiones pobres del mundo. "El verdadero motor que alimenta todo esto es la carga masiva de infecciones en los países de ingresos bajos y medios", afirma.

Pero paralelamente, la cadena alimentaria también fomenta la resistencia a los antibióticos. Los medicamentos que salvan vidas, como la colistina -un antibiótico llamado de último recurso-, reducen la infección y favorecen el crecimiento de los animales. Los efluentes humanos y ganaderos introducen medicamentos en el sistema hídrico. Los antibióticos se utilizan incluso en los cultivos, sobre todo en la producción agrícola y arrocera del sudeste asiático y China.

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A pesar de estas presiones, John Rex, veterano de la industria farmacéutica y director médico de la empresa biotecnológica F2G, se muestra prudentemente optimista. "Estamos en una posición increíblemente fuerte en comparación con hace 10 años", afirma. Señala varias iniciativas científicas e intergubernamentales que han aumentado la concienciación y desarrollado una serie de reformas.

La Asociación Mundial para la Investigación y el Desarrollo de Antibióticos y el Acelerador Biofarmacéutico para la Lucha contra las Bacterias Resistentes a los Antibióticos, que financia Bugworks en Bangalore, han dado un nuevo "empujón" a la financiación y coordinación de la investigación científica temprana sobre antibióticos. La industria farmacéutica lanzó el Fondo de Acción ARM, de u$s 1000 millones, para apoyar a las empresas que realizan ensayos en fases avanzadas de medicamentos experimentales.

Sin embargo, aún queda mucho por hacer para compensar a los antibióticos recién aprobados. La idea es "desvincular" el pago las empresas que desarrollan un nuevo antibiótico del vínculo normal con el uso. En cambio, recibirían una cantidad sustancial por adelantado por el simple hecho de lanzar un medicamento innovador eficaz, para frenar la velocidad de la resistencia desalentando su prescripción generalizada. Rex compara el sistema con los extintores o los seguros de vida: algo que la sociedad financia con la esperanza de que no sea necesario utilizarlo. "La gente debe estar dispuesta a pagar por algo que es terriblemente aburrido: la preparación", afirma.

Queda mucho por hacer

Pero el dinero para estimular nuevos antibióticos no será suficiente. Yusuf Hamied, director de Cipla, la empresa india que compró los derechos de plazomicina a Achaogen tras la aprobación del medicamento en EE.UU., afirma que las barreras normativas siguen siendo demasiado elevadas. También sugiere desarrollar "refuerzos" y formulaciones inhaladas de los antibióticos existentes para reducir los volúmenes de medicamento necesarios.

También se necesitarán incentivos económicos para desarrollar nuevos diagnósticos que permitan distinguir de forma más rápida, confiable y barata si se necesitan medicamentos y cuáles son, así como nuevas prácticas para promover una mejor "administración" por parte de los sistemas sanitarios a fin de garantizar que los tratamientos existentes se utilicen de forma más adecuada.

Para presionar la cadena alimentaria, el gestor de fondos Jeremy Coller, fundó la iniciativa "Farm Animal Investment Risk and Return" para inversores que exigen a productores y restaurantes que adopten métodos de producción más sostenibles, incluida la eliminación de antibióticos. Junto con la legislación y la presión de los consumidores, empresas como McDonald's están respondiendo.

Por otra parte, Timothy Walsh, de la Universidad de Oxford, está investigando antibióticos específicos para animales, con el fin de que los ganaderos dejen de utilizar medicamentos necesarios para los pacientes. "En lugar de gastar u$s 1000 millones en desarrollar una nueva solución mágica para los humanos, buscamos nuevos compuestos para la acuicultura y la agricultura, sobre todo para las aves de corral", explica.

En EE.UU., la Unión Europea y China se han introducido nuevas normativas que limitan el uso de antibióticos en la agricultura, aunque el profesor Walsh argumenta que dejan lagunas, como permitir la reexportación de piensos con antibióticos desde los fabricantes de estos países a otros con controles menos estrictos.

Otros sugieren que la resistencia a los antibióticos es inevitable y que, en su lugar, se debería hacerse más hincapié prevenir la propagación de infecciones bacterianas como la meningitis, en lugar de desarrollar y aumentar el uso de las vacunas existentes y nuevas.

Jim O'Neill, que dirigió una influyente revisión de la resistencia a los antimicrobianos, sostiene que, al igual que los reguladores han empezado a examinar los riesgos financieros del cambio climático para los bancos, el FMI debería centrar su atención en los peligros que entraña para los países la resistencia a los medicamentos.

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