

La escena que hoy proyecta el gobierno nacional es muy sencilla de visualizar, aunque por detrás haya fantasmas que quizás la cambien en apenas instantes. Así es la actual dinámica de la situación, que esta columna abordó hace unos días, cuando ya se avizoraban cambios inminentes, debido a la degradación política del Gobierno todo. Lo que en este momento se observa desde la platea es un subibaja expuesto en el escenario, con el presidente de la Nación sentado bien abajo y casi al borde del suelo y con el ahora ministro múltiple, Sergio Massa, a la derecha del balancín, en las alturas y con pose triunfalista. Atentamente y a la distancia, en el centro del tríptico y con su compulsión a dar órdenes apenas retenida, Cristina mira la escena, pero sin meterse, no sea cosa de chamuscarse más todavía porque el ajuste de la "derecha" está aquí y ella lo ha convalidado.

De modo casi unánime, las encuestas de imagen hoy son lapidarias con las tres cabezas del Frente de Todos, no sólo por los resultados (un promedio arriba de 75% de valoración negativa), sino porque los ciudadanos ya conocen el lamentable estado del tren al que están subidos y le asignan pocas chances de recuperación de velocidad en lo inmediato. Años de deterioro y vías arruinadas tienen a la conducción en terapia intensiva y a sus pasajeros en shock. Un sicólogo podría hacerse una panzada con la interpretación, con aquello que sugieren los personajes y con la mirada pesimista de la gente, en su gran mayoría absorta ante el espectáculo que observa.
Justamente, un estudio de la Facultad de Sicología de la UBA dedicado a verificar el estado de ánimo de la sociedad, lo percibe con "incertidumbre, desesperanza, tristeza y bronca" y entre los jóvenes con "temor al futuro". En este aspecto, el relevamiento señala de modo contundente que se dice que la situación económica de la Argentina "empeorará" en los próximos 12 meses (76%) y que costará el doble de tiempo reponerse (82%). Señala también que "los segmentos más vulnerables dicen que sus recursos se agotarán en menos de cuatro meses". La inflación, la corrupción y la pérdida del poder adquisitivo son mencionados como los principales problemas del país y sólo 19% cree que el Frente de Todos tiene "los mejores equipos e ideas para resolver la crisis y desarrollar el país". Pesimismo al palo, que los sicólogos interpretan como "un espacio de desilusión y profundo escepticismo".
Hay un ítem en esa encuesta, el de la responsabilidad del momento actual, que sólo a Massa parece jugarle a favor. El trabajo académico, que seguramente no lo incluye porque su función hasta ahora no parecía relevante a la hora de dictar políticas, le pone manifiestamente una lápida al Presidente y a su vice. Así, la opinión mayoritaria le atribuye la culpa de la crisis político-económica al binomio Alberto-Cristina (29%), mientras que otro 22% señala únicamente a la vicepresidenta. En tanto, a Mauricio Macrí lo responsabiliza 18%, al FMI únicamente 7%, al Presidente apenas 2% y a la guerra en Ucrania (uno de los clichés presidenciales) la menciona como causa sólo 1%.
Es decir -y esto es lo interesante- que la sociedad no solamente rechaza las políticas del Frente de Todos, sino que también hace responsables a dos de sus dirigentes principales de las consecuencias, lo que podría explicar el silencio táctico de la vicepresidenta. Ya no parece importarle tanto a Cristina los devaneos progres ni las vetustas recetas que ha defendido durante mucho tiempo, las mismas que gran parte de los ciudadanos reconocen como una de las causas más flagrantes de la crisis. La cosa es que no se note que sigue presente como abanderada de la degradación, de allí su silencio. Ella y su necesidad de perdurar o de zafar de las causas judiciales que la persiguen, ahora le han vendido el alma al pragmatismo.
A hacerse cargo de todo este barro es al que ha llegado Massa. "Devoto o la gloria" se ha dicho y es eso lo que le espera como escalón de su trayectoria. Lo cierto es que el experimento Alberto Fernández ya llegó a su fin hace bastante tiempo dejado de lado por la pasividad (o la desidia o la duda permanente o todo junto) del propio Presidente, lo mismo que exaspera a Cristina. Probablemente, esa certeza la llevó a ella a abandonar la cerrazón ideológica que en general le nubla el pensamiento, después de haber pasado del campo de la conspiración (a veces por terceros y otras con su filoso estilete) al de la contemplación que no hace olas, para inclinarse por las promesas de Massa.
"Nunca se va a conseguir que Sergio quede con el culo al Sol, ya que siempre sabe cómo ponerse de frente. Gana o pierde, pero mientras haya quienes compren su mercadería él se las rebusca para caer bien parado", opina un veterano caminador de la política, hoy en la oposición en el Congreso. "Se dice que Alberto es un vendedor de autos usados; Sergio te lo vende dos veces si es necesario", define malévolamente el político, quien recuerda (y es así) que el nuevo ministro de Economía, Desarrollo Productivo y Agricultura, Ganadería y Pesca es un devorador de encuestas. "¿O vos te creés que haber disparado tres veces la palabra ‘orden' en un tuit es porque Massita se convirtió en pichetista? Es lo que algún focus group le habrá dicha que garpa", explica sin vueltas.
Está claro que ese estilo obsesivo y adorador de las letras de molde (las positivas, claro está) ya se ha empezado a notar en el día a día del nuevo ministro y se verá mucho más aún en los próximos, porque si hay algo que Massa sabe hacer son operaciones de prensa que lo dejen bien parado. Ya se está viendo su acción personal a la hora de apuntar a objetivos (habló con los dirigentes del campo después del duro discurso de La Rural y prometió un reunión con la Mesa de Enlace), de generar suspenso (mañana se conocerá gran parte de su gabinete, el martes dará las hurras en Diputados y el miércoles serán los anuncios) y de hacer correr algunos anticipos para tener a los medios permanentemente ocupados en su figura, aunque diga por Twitter que no hay que adelantarse a los hechos y no "generar falsas expectativas".
A veces, hay operaciones que se pergeñan para cambiarlas y allí los zócalos y titulares son más que importantes. Al respecto, en los mercados se preguntan si fue adhesión o manipulación el triple embrujo de tener dólares en baja, bonos en alza y riesgo-país en descenso, todo al unísono y en cuatro días. Fue tan impactante la movida de valores (más la presión de los gobernadores y los tuits de Malena Galmarini para ayudar a la instalación) que terminó con que Fernández debió aceptar convalidar a favor de Massa lo mismo que le había negado aquel domingo furioso, tras la renuncia de Martín Guzmán, cuando se buscaba un reemplazante. Esta es la incógnita que aún quienes participan en un mercado tan revuelto como el que entrelaza naturalmente esas variables (CCL y MEP) no terminan de aclarar.
Hay muchos en la Citi que dicen que, en los últimos tres o cuatro días se notó mucho el influjo de las que llaman "manos amigas" que, a través del Contado con Liqui especialmente o en la Bolsa vendieron divisas (más oferta y precio hacia la baja) para comprar bonos sobre todo y acciones (mayor demanda, cotizaciones en alza), operatoria que hizo caer el valor del blue por debajo de los $300 y cerró un poco la brecha cambiaria. El efecto macroeconómico fue probablemente neutro porque esta operatoria entre privados no afecta las Reservas, pero la acción sicológica de poner esa cotización en retroceso y sin un 3 adelante ha sido mucho mayor. Lo más concreto, numéricamente hablando, fue que los mismos cuatro días en los que el mercado hervía de optimismo, el BCRA debió vender U$S 140 millones de su magro stock de Reservas Netas, que hicieron que termine el mes con un saldo negativo de U$S 1.275 millones.

¿El cambio de dirección del mercado ha sido por el efecto-Massa como esperanza de cambio (o al menos por decir que "escoba nueva barre bien") o se trata de una más de las innumerables operaciones que tiene el historial del nuevo ministro de Economía, amo y señor del marketing personal volcado a la política? En las antípodas, ¿los grupos más radicalizados del Frente de Todos, odiadores de la ortodoxia o quienes se presten al mismo doble juego que Cristina le hizo a Guzmán, lo verán como un diablo por las concesiones que podría hacerle al campo y por estar demasiado pegado al ajuste del FMI y al gobierno de los Estados Unidos (se sabe qué opina de Venezuela, Cuba y Nicaragua), por mencionar ítems que dividen aguas? No en vano propios y extraños califican a Massa como ambicioso, oportunista, ventajita, acomodaticio o panqueque o de cuanto improperio supo acumular en tantos años de estar en el negocio de la política.
Ya se sabe que la política es indigna por definición, pero los casos de Silvina Batakis y de Daniel Sciolile han provocado arcadas a la platea. No sólo por el indecoroso modo de tratarlos, sobre todo a la ex ministra que se quemó de lo lindo (y quemó al país) con las promesas que les hizo al Tesoro de los EEUU, a los organismos internacionales y a los financistas y empresarios que la fueron a ver a Washington, sino por la indignidad de ella misma al conformarse con un cargo menor en el Banco de la Nación, mientras se cometía la vileza de correrlo al actual titular de la entidad sin avisarle siquiera.

Lo de Scioli fue también indecoroso y a varias puntas, no sólo porque se lo trajo con promesas desde Brasil, donde estaba haciendo un celoso trabajo diplomático y comercial, sino por haberlo tirado ahora fuera del camino y también por su conformidad, perdido por perdido, para reengancharse en aquella misión diplomática. El espanto para el gobernador bonaerense sucedió el viernes cuando Massa, quien siempre responsabilizó al ex gobernador bonaerense de la incursión de un prefecto en su domicilio, lo presentó en una conferencia de prensa, le dio un sonoro beso y lo dejó solo y tartamudeando.
Y ya que se habla de sicología, se suele decir que los niños y los locos nunca mienten. En general, Twitter camina por la vereda contraria del refrán, pero aun así la red siempre resulta muy útil para detectar fallidos, aquellas expresiones que desnudan algo diferente o a veces contrario a la intención consciente de quien las pronuncia. El Presidente dijo en un tuit, ilustrado con una foto del día en Olivos: "He convocado a Sergio Massa para que se incorpore al equipo de gobierno". O le falló el tiempo de verbo convocar o quiso engañar adrede para arrogarse la decisión, porque ya se ha dicho que el presidente de la Cámara de Diputados necesitó rosquear con la vicepresidenta contra él para abrirse camino en el Ejecutivo, para dolor del propio Fernández. "No soy ningún salvador" se atajó Massa también por Twitter para terminar de darle a la tragedia que desnuda la encuesta de los sicólogos un tono épico. Parafraseando a Gustavo Béliz, que Dios NOS guarde.












