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La verdad detrás del desastre cripto de El Salvador: apps que no funcionan, detenciones y el presidente influencer

En el año que pasó desde que el presidente Nayib Bukele se lanzó a fondo a jugar con la economía de su país, los salvadoreños adoptaron plenamente el Bitcoin y sentaron las bases de una sociedad próspera e igualitaria. Mentira. Todo marcha exactamente como suponíamos.

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En un estuario junto a la costa de El Salvador, unos pocos kilómetros al oeste del volcán Conchagua, unas 70 familias viven en un asentamiento llamado Flor de Mangle. Recibe ese nombre por el manglar donde los habitantes sacan ostras y cangrejos con las manos en el agua estancada. El primer grupo de pobladores llegó hace unos 20 años, algunos de ellos eran exsoldados o guerrilleros desplazados por la brutal guerra civil. Juntando mariscos, criando ganado y cultivando mangos y maíz reunieron lo suficiente para formar familias y levantar casas, primero de madera y chapa y luego de cemento.

A comienzos de este año trabajadores estatales visitaron el bosque y marcaron algunos árboles con letras y números en pintura naranja. Elmer Martínez, un cultivador de mangos que dirige la cooperativa local, cuenta que le dijeron que las marcas indicaban los lugares que serían aplanados para edificar un proyecto de desarrollo que tiene el apoyo del presidente de El Salvador, Nayib Bukele. "No podemos irnos porque no tenemos adónde ir", me dijo Martínez, exhibiendo un decorativo diente dorado frontal. Estaba sentado a la sombra de un mango gigante que él mismo plantó hace 15 años. Cerca de ahí había baldes con retoños de nueve de sus árboles, que pensaba llevarse si lo expulsaban de sus tierras. "Somos pobres que sobrevivimos de la naturaleza, del campo", explicó.

Bukele, un exdirectivo de relaciones públicas de 41 años que tiene 4 millones de seguidores en Twitter y a veces se define como el CEO de su país, anunció que convertirá la zona empobrecida de Conchagua en una metrópolis futurista como Dubai. El presidente la llama Ciudad Bitcoin. El presupuesto en infraestructura de El Salvador apenas cubriría un solo rascacielos, pero el mandatario afirma que el país puede conseguir los fondos invirtiendo en la criptomoneda y aprovechando el poder del volcán para la minería de bitcoins. Está previsto que las obras comiencen el año próximo en el aeropuerto de la ciudad, que tendrá una terminal en forma circular con techo plateado en escalera. Los mapas indican que Flor de Mangle se ubica en lo que será una de las pistas.

Todos conocen a alguien que compró criptos con el dinero de la jubilación o un plan de estímulo. Bukele lo hizo usando el tesoro nacional. En septiembre de 2021 el país se convirtió en el primero en declarar moneda legal al Bitcoin. Bukele repartió US$ 30 en bitcoins a todos los habitantes, instaló cajeros automáticos de la moneda en cada plaza pública y les pidió a los comerciantes que la acepten con medio de pago. También utilizó fondos públicos para comprar unos US$ 100 millones, mayormente cuando el precio estaba en suba, luego se burló de los críticos tuiteando que lo había hecho por teléfono, en el baño y desnudo. Con el país al borde de una crisis de deuda, Bukele quiso tranquilizar a los acreedores internacionales afirmando que iba a resolver con bitcoins los problemas financieros de El Salvador. "#Bitcoin es FU money!", tuiteó.

Un año más tarde resulta claro que la jugada está fallando. Casi nadie en el país usa los bitcoins, y los pocos que lo compraron cuando Bukele le dio curso legal perdieron a lo grande: el Bitcoin cayó un 61 por ciento desde septiembre de 2021. En un país en el que muchos viven con menos de 10 dólares diarios, el gobernante gastó cientos de millones de dólares para convertirse en un influencer de las cripto justo en el momento en que entraban en crisis. 

Detrás del desastre hubo un pequeño grupo de evangelistas de países prósperos, como CEO de startups, influencers y especuladores. Ellos reclutaron a todo un país para una maniobra publicitaria y festejaron a Bukele incluso cuando dispuso detenciones masivas y amplió la Corte Suprema, que posteriormente determinó que podría competir por la reelección a pesar de la prohibición constitucional. Los salvadoreños siguen lidiando con las consecuencias.

Los consejeros de Bukele

"¡Es energía del volcán, sí", gritaba Stacy Herbert, una exproductora de TV de cabello rosado, mientras flexionaba los biceps en un podcast y programa de YouTube para festejar la ley sobre el Bitcoin aprobada el año pasado. Después intervino el otro conductor, Max Keiser: "¡Energía barata y limpia del volcán, salida de los mismos testículos de la Madre Tierra en una erupción de potencia que nos hará más ricos que la m... por aquí!"

Un surfer pasa al lado de un tacho de basura con el logo de Bitcoin en la plaza El Zonte.

El equipo de marido y mujer son los más famosos consejeros de Bukele en materia de Bitcoin, aunque no cobren ni tengan cargos. Años atrás producían un programa noticioso cargado de teorías conspirativas en la cadena estatal rusa RT. Ahora comen en los mejores restaurantes de El Salvador y viajan en helicópteros militares recorriendo los proyectos estatales con las cripto. En marzo cenaron con Bukele, quien atribuye a Keiser haberle inspirado algunas de sus ideas financieras con el Bitcoin, y en junio les dieron una ubicación de honor cuando el presidente habló ante el parlamento nacional. "El tipo es un matemático supergenial", aseguró Herbert cuando me encontré con ella en un centro de compras lujoso de San Salvador.

La pareja asigna los problemas de El Salvador a la maldad de banqueros occidentales que se conjuraron para explotar al país. Es una explicación que también Bukele emplea. Al momento en que hizo su jugada con el Bitcoin, el gobierno estaba en conversaciones con el Fondo Monetario Internacional para obtener un crédito de bajo costo que cubriera el bache presupuestario. Pero el FMI exigía reducciones en el gasto que habrían sido dolorosas. Por eso en junio de 2021, Bukele invitó a Jack Mallers, fundador a los 28 años de una startup de la zona de Chicago, a anunciar al mundo -hablando en inglés, en una conferencia sobre Bitcoin en Miami- que El Salvador lo adoptaría como nueva moneda nacional.

Menudo y con cabello enrulado, Mallers recorría el escenario con gorra de béisbol y un buzo que le quedaba grande, sonriendo e insultando mientras contaba la primavera que había pasado en El Zonte, una comunidad costera a unos 45 kilómetros de San Salvador. Un surfer de San Diego ayudaba a los pobres de la zona a usar bitcoins. Mallers también fue a colaborar. Uno de los hermanos de Bukele de algún modo de enteró de su presencia, luego le envió un mensaje por Twitter y le preguntó si podían verse. Poco después, Mallers ya estaba asesorando al gobierno acerca de cómo usar el Bitcoin para ayudar al 70 por ciento de salvadoreños que no tienen cuenta bancaria.

Mientras Mallers contaba esa historia inverosímil se puso a llorar. Dijo que el Bitcoin iba a permitir que los salvadoreños en EE.UU mandaran dinero sin costo a su país, ahorrando cientos de millones de dólares en comisiones por transferencias. Afirmó que si el Bitcoin movía la economía, la juventud de El Salvador "no tendría que recurrir al delito o la violencia", y el país "no tendrá problemas de inmigración".

"No hago el lanzamiento en Europa, lo haré aquí. Morimos en esta colina. ¡Vamos a morir aquí!", gritó mientras se secaba las lágrimas. "Hoy la humanidad da un tremendo salto adelante para reinstalar la libertad humana".

Diez meses más tarde, cuando era claro que el salto no había sido tan tremendo, Mallers dio una charla en otra conferencia sobre Bitcoin en Miami. Habló de usar la criptomoneda para pagos menores, pero en vez de referirse al país del que estaba tan entusiasmado, mostró un video en el que se lo veía usando bitcoins para comprar cerveza en un local de Chicago.

Cuando más tarde me encontré con él y le pregunté si había viajado a El Salvador para ver cómo marchaba el proyecto, respondió que no recordaba cuándo había sido su última visita. "Es muy importante saber que no es mi proyecto", agregó.

Mario García, fue uno de los primeros comerciantes de la ciudad que aceptó el Bitcoin

En agosto viajé a El Zonte. Allí las gallinas se pasean por caminos de tierra y muchos de sus habitantes viven en casas de chapa, en la misma calle donde hay hoteles que cobran US$ 300 la noche. La zona se ha visto inundada por influencers del Bitcoin, bloggers de viaje y equipos de TV, que la denominaron Playa Bitcoin.

Qué sucede en realidad

A los fanáticos les entusiasmaba que finalmente hubiera un lugar en el mundo material donde se pudieran comprar cosas con bitcoins, algo que veían como un paso importante de cara a su adopción mundial. "Ok, gente, vamos a pedir en Minutas Mario y podremos pagar con bitcoins", afirmaba un youtuber alemán en un video de enero. De pie junto a un carro de ruedas oxidadas, le dan su minuta -un helado de sabor frutal, que a veces se mezcla con leche condensada o mermelada de tamarindo- y pasa al menos tres minutos escaneando el código QR para transferir una 13.418 centésimo millonésima de Bitcoin (unos cinco dólares de la fecha) a la billetera digital del vendedor.

Ya durante mi visita había indicios de que los habitantes locales no encontraban tan fascinantes las aplicaciones de pago lentas y complicadas. En el primer comercio al que entré, cuando mencioné al Bitcoin, el empleado me quitó de las manos la botella de agua que quería comprar. "Basura -protestó-. Nunca lo voy a usar". Tampoco lo aceptaban en mi hotel, y en un restaurant vecino que daba a la playa había un cartel hecho a mano que decía: "No Bitcoin". Su dueño, Julio Martínez, me dijo que se había cansado de decirle a los visitantes que no quería manejar esa moneda volátil. "Los turistas creen que todos aceptamos bitcoins", se quejó.

En la playa de arenas oscuras, mientras los surfers hendían las olas y dos influencers se sacaban fotos con su bebé, detecté el carrito que había filmado el bitcoiner alemán. El propietario, Mario García, fue uno de los primeros comerciantes de la ciudad que aceptó el Bitcoin. Vestía una gorra blanca, riñonera de Adidas y una remera naranja con manchas de suciedad. El cartel de "Aceptamos Bitcoin" estaba tan gastado que apenas se podía ver el logo de la B. Junto a él, su esposa revolvía una olla gigante de papas para hacer pastelitos. García no tenía mucho que decir del Bitcoin. Confesó que era una forma de atraer turistas, y que convertía los pagos en dólares lo más rápido que podía.

García sí tenía algo para contar referido a otra iniciativa de Bukele. En marzo, después de que 62 personas fueran asesinadas en un solo día en El Salvador, el presidente declaró el estado de emergencia, suspendió las garantías del debido proceso y empezó a tuitear fotos de hombres esposados, desnudos y tatuados. Los arrestos habían sido indiscriminados y muchos de lo presos estaban encerrados sin cargos. Datos de funcionarios indican que unas 55.000 personas fueron detenidas, es decir, 1 de cada 100 salvadoreños. García fue uno de ellos.

Una mañana de abril, cuatro soldados y dos agentes de policía se le acercaron en la playa cuando comenzaba con sus tareas. Le ordenaron a punta de pistola que se desnudara hasta quedar en ropa interior. De 47 años, García se enteró más tarde de que lo acusaban de ser parte de los Chiltiupanecos Locos MS-13, la banda más grande del país. Me dijo que pasó casi un mes en prisión, donde lo golpearon y le arrojaron gas pimienta. Se sacó la remera para mostrarse moretones y una cicatriz en forma de V. A otros prisioneros les fue peor: recordó haber visto cinco reclusos muertos. "Arrestaron a medio mundo para tener una cifra y decir que habían detenido a tantas personas, sin tener en cuenta si esas personas habían cometido delitos", declaró García. (Un portavoz del gobierno salvadoreño no respondió a las preguntas enviadas por email sobre la detención de García).

Me preguntó si yo podría compartir el código QR de su cartel con la esperanza de recibir donaciones que le permitieran pagar las cuentas de la electricidad y préstamos del banco. Pero cuando quise comprar un helado usando bitcoins, el código no funcionó.

El lugar de la proyectada Ciudad Bitcoin cerca del volcán Conchagua.

La popularidad de Bukele sigue en torno al 90 por ciento. Los salvadoreños tienden a culpar a sus antecesores por los problemas del país y atribuyen a sus medidas represivas la caída brusca en la violencia de las bandas. En 2017 El Salvador registró la tasa más alta de homicidios del mundo, pero desde entonces la cifra cayó por debajo de las de vecinos como México o Honduras; documentos y grabaciones oficiales filtradas al diario El Faro indican que Bukele negoció con jefes delictivos para reducir la violencia

El presidente rara vez concede entrevistas y se negó a hacer comentarios para este artículo, pero ha acusado a grupos de derechos humanos que lo critican por asociarse con las bandas. Y en un reciente artículo en la revista Bitcoin Magazine titulado "Stop Drinking the Elite's Kool-Aid" ("Dejen de tragarse las ideas de la elite"), justificó la adopción de bitcoins alegando que los medios de prensa convencionales son demasiado sesgados respecto de las cripto para admitir su éxito. "El Salvador es el epicentro en la adopción del Bitcoin -señaló-, y por lo tanto, de la libertad económica, la soberanía financiera, la resistencia a la censura, la riqueza que no puede confiscarse".

William Soriano, un legislador del partido Nuevas Ideas de Bukele, insistió en que el proyecto funciona, aunque no me pudo dar ejemplos concretos. "Nuestro presidente es un visionario valiente", dijo por WhatsApp. "Ahora El Salvador lidera la revolución monetaria que transformará el mundo como lo conocemos. No solo económicamente, sino también culturalmente".

Era extraño oír eso. En El Salvador veía que el Bitcoin se usaba menos incluso que en El Zonte, la base de la revolución. En el centro de San Salvador pasé toda una tarde recorriendo un mercado en busca de alguien que aceptara bitcoins. Vi soldados con fusiles y escopetas en las esquinas, una pared pintada con grafitis anti-Bitcoin y hasta puestos que vendían uniformes blancos carcelarios, que las personas compran para sus familiares presos. Pero no di con nadie que dijera que usaba bitcoins. "A veces sube, a veces baja. Para mí no funciona", dijo el encargado de una farmacia. Incluso en un restaurantes de lujo destinado a turistas, los cajeros aceptaban bitcoins a regañadientes, y a menudo se retiraban a la cocina para buscar un dispositivo cargado con la app de la divisa, tal como haría un mozo de un restaurant francés que saca una botella de ketchup de abajo del mostrador para satisfacer a un norteamericano ignorante.

La app de la discordia

El proyecto salvadoreño con los bitcoins esta centrado en una aplicación para teléfonos manejada por el gobierno que se llama Chivo. Con ella los usuarios pueden mandarse dólares o bitcoins y convertir fondos de ambos. Un usuario puede escanear el código QR para comprar una pupusa (tortilla) por 1 dólar, y a través de Chivo enviar el equivalente en bitcoins al cambio del momento. Las comisiones son mínimas. La gente también puede retirar dólares estadounidenses de sus billeteras digitales en los 200 cajeros automáticos de Chivo del país. Cada máquina se encuentra en un puesto con techo azul y un escritorio con dos empleados que asisten a los usuarios. Cuentan con vigilancia militar constante.

El gobierno lanzó Chivo en septiembre de 2021, tres meses después del anuncio lacrimógeno de Mallers. Los que se anotaron recibieron US$ 30 gratis en bitcoins, lo que equivale al promedio de un jornal diario en El Salvador. Más de la mitad de los 6,5 millones de habitantes del país se inscribieron. Pronto descubrieron que la app casi no funcionaba. Los usuarios denunciaban que se colgaba con regularidad y que los pagos no se hacían o que demoraban horas en procesarse. Otros alegaban que no podían conectarse porque les habían robado la identidad y sus fondos. A la semana siguiente de su puesta en marcha, miles de personas salieron a protestar a las calles con carteles que decían "No al Bitcoin" o "No a la dictadura". Algunos les prendieron fuego a los cajeros. Burlándose de todos, Bukele cambió su biografía en Twitter, y pasó a definirse como "El dictador con más onda del mundo".

Bukele delegó la responsabilidad del proyecto Bitcoin en sus tres hermanos y su asesor electoral venezolano, ninguno de los cuales ocupa cargos oficiales en el gobierno. El país otorgó el contrato para desarrollar la app a Athena Bitcoin Global, una diminuta compañía de cajeros automáticos de bitcoins de un suburbio de Chicago. Fue la única empresa que dijo que podría cumplir con los plazos del gobierno, señaló una portavoz de Athena. Presentaciones empresarias indican que El Salvador pagó alrededor de US$ 4 millones para desarrollar la app. Al comienzo los operadores hicieron disparar las acciones de Athena, que llegaron a los US$ 33, y por un breve período elevaron el patrimonio del fundador, Eric Gravengaard, hasta los US$ 10.000 millones. (Desde entonces los papeles se hundieron a menos de un dólar).

Nayib Bukele es presidente de El Salvador desde junio de 2019.

El código producido por Athena estaba repleto de errores, señala la declaración prestada en agosto por Shaun Overton, presidenta de Accruvia, la compañía de desarrollo de software contratada por Athena para arreglar Chivo. (La declaración formaba parte de una disputa monetaria con Athena; Overton se negó a hacer comentarios para este artículo). No habían llegado a inscribirse 150 personas cuando se colgó el programa diseñado para verificar sus identidades, declaró Overton. En lugar de frenar la puesta en marcha, el gobierno decidió prescindir de todas las salvaguardas. Cualquiera podía anotarse con identidad falsa y retirar US$ 30 en bitcoins gratis, imposibles de rastrear. Algunos usuarios mostraban fotos de macetas como prueba de identidad en vez de selfies. Overton calculó que al menos el 20 por ciento de las 4 millones de inscripciones en la app fueron falsas. "Literalmente no hubo ninguna supervisión", aseguró.

En algún momento, agregó Overton, un programador introdujo un error en el código que permitió que los usuarios compraran bitcoins al precio de un dólar, cuando en ese momento se cotizaban en US$ 60.000. Pera el momento en que se detectó la falla, varias horas más tarde, los usuarios de Chivo habían acumulado ganancias por US$ 10.000 millones. Incluso cuando el precio era el correcto, el programa había sido diseñado para actualizarlo solo una vez por minuto, lo que permitía que los usuarios ganaran dinero fácil esperando que el valor subiera y comprando a través de Chivo a la cotización anterior y más baja. Overton comentó que un operador obtuvo US$ 400.000 explotando el defecto. "Casi todos en el país se transformaron en operadores de Bolsa -protestó-. Podían comprar y vender sin riesgos".

La aplicación Chivo ha funcionado mejor desde que El Salvador reemplazó a Athena con AlphaPoint Corp., una compañía de software cripto de Nueva York. La portavoz de Athena dijo que la firma sigue trabajando con el gobierno y que un acuerdo de confidencialidad le impide revelar más datos.

Aunque Chivo habilita transferencias gratuitas desde el exterior, pocos la usan para hacerlo. Solo representó el 2 por ciento de los envíos en los primeros cinco meses de 2022, según el banco central de El Salvador. Y tras la oleada inicial de inscripciones, el uso en general se derrumbó, señala la Oficina Nacional de Investigación Económica de Cambridge, Massachusetts, que estudió una muestra de 1800 hogares y detectó que casi ninguno había descargado la aplicación este año. Los salvadoreños dicen que "no la entienden, no confían en ella, que no la aceptan los comercios, que es muy volátil", redactaron los investigadores.

El proyecto Bitcoin City

La Ciudad Bitcoin surgió tras el fracaso con la Chivo. Bukele la anunció con gran pompa en noviembre de 2021 durante una conferencia sobre las cripto en El Zonte: hubo fuegos artificiales, máquinas de humo, AC/DC atronando y una animación gigante de un Bitcoin que emergía de un volcán. Tras comparar la Ciudad Bitcoin con uno de los puestos de avanzada fundados por Alejandro Magno, el presidente desveló el proyecto de un arquitecto mexicano de renombre. Bukele explicó que la ciudad sería circular, con una plaza céntrica con la forma del logo del Bitcoin, y tan grande que podría verse desde el espacio. Y por supuesto, habría una planta geotérmica, que utilice el calor del volcán Conchagua para dar electricidad a la ciudad y al servidor gigante donde se haría minería de bitcoins, un proceso notorio por su empleo de energía.

Para explicar los detalles financieros Bukele invitó al escenario al principal campeón del plan: Samson Mow, un productor de videos oriundo de Columbia Británica convertido en evangelista del Bitcoin y de unos 40 años. El plan de Mow partía del supuesto de que el precio del Bitcoin seguiría subiendo. Primero, El Salvador recaudaría miles de millones de dólares estadounidenses vendiendo "bonos Bitcoin" a los fieles de las cripto. Luego el país gastaría la mitad en infraestructura e invertiría el resto en bitcoins. Cuando la divisa subiera lo suficiente, podrían usar las ganancias para reembolsar los bonos. Si el precio de un solo bitcoin llegara al millón de dólares -"y creo que llegará", confió Mow-, los bonos se pagarían solos.

"Para mí suena bien, aunque no soy el tipo de las finanzas", aclaró Bukele.

Un cajero de bitcoins en un hotel de El Zonte.

Mow agregó que la oferta de bonos sería facilitada por el mercado de criptos Bitfinex, que no hace operaciones en Estados Unidos. A comienzos de este año la firma aceptó una prohibición total en Nueva York como parte de un acuerdo con el secretario de Justicia del estado, quien denunció que es "operado por individuos y entidades sin regulación ni licencias que tratan con los rincones más oscuros del sistema financiero".

Pocos meses después del anuncio de la Ciudad Bitcoin, Mow y Giancarlo Devasini, el jefe de hecho de Bitfinex, fueron fotografiados durante una reunión con miembros del partido de Bukele. Un directivo de Bitfinex declaró a El Faro que la compañía estaba ayudando al gobierno de Bukele a dar forma a las leyes que permitirían la oferta de bonos. (Un portavoz de la firma se negó a hacer comentarios para este artículo).

En abril hablé con Mow por Zoom. Desde noviembre de 2021 el Bitcoin había caído un 32 por ciento. Aun así alegó que como solo se acuñarían 21 millones de bitcoins, su valor sin duda subiría frente al dólar, puesto que la Reserva Federal emite más y más efectivo. "Pensemos en el Bitcoin como una regla. En la regla del Bitcoin hay 21 millones de unidades", señaló Mow mientras exhibía una regla de verdad. "A menos que se detenga la emisión de dinero, el Bitcoin subirá". Desde luego que el hecho de que algo sea limitado no lo hace valioso: solo existen 21 millones de cintas VHS de Toy Story y hoy se pueden conseguir por 3 dólares en Ebay. Desde mi conversación con Mow el Bitcoin se hundió otro 52 por ciento, y El Salvador aún no había vendido ningún bono.

Quienes hablaban del potencial transformador de las cripto en El Salvador hoy tienden a justificar la apuesta de Bukele en función de los dólares y las startups que atrajo. Pero algunos emigrados con los que hablé calculan que, como mucho, solo se radicaron en el país unos pocos centenares de fieles a las cripto. Un bitcoiner norteamericano que conocí en El Salvador me dijo, medio en broma, que había estimulado la economía al comprarle una heladera a la familia de la stripper con la que estaba saliendo.

El panorama financiero del gobierno es sombrío. Las calificaciones crediticias dicen que El Salvador seguramente cesará el pago de la deuda en los próximos años, en tanto las negociaciones de un rescate con el FMI se estancaron gracias al proyecto Bitcoin. Su costo total no se ha revelado, pero podría ascender hasta los US$ 300 millones, incluyendo US$ 203 millones asignados por el Congreso, más los fondos de las bonificaciones de la Chivo y las perdidas comerciales de Bukele. (A partir de las cantidades que Bukele dijo haber comprado en sus tuits y los precios del Bitcoin en aquel momento -que podrían no dar una imagen plena o precisa- esas pérdidas podrían ascender hasta los US$ 57 millones).

Claudia Ortiz, miembro de la oposición en el Congreso, me dijo que la jugada con el Bitcoin privó a El Salvador de fondos para otras prioridades. Sentada debajo de un árbol en el patio privado de una cafetería cerrada, lugar elegido por ella debido al acoso de los partidarios de Bukele, Ortiz afirmó que el gobierno había recortado profundamente el financiamiento a las ciudades. Un intendente de la zona oriental no podía pagar los costos de la sede gubernamental y debía cumplir sus tareas en el mercado. "No se comporta como el presidente de un país pobre y endeudado. Actúa como un influencer de las cripto", dijo en alusión a Bukele. "Está jugando con el dinero público".

En febrero, en medio de las medidas de austeridad, un hospital veterinario público dotado de una incongruente fachada brillante abrió sus puertas en San Salvador. Se llama Chivo Pets, y el tratamiento cuesta 25 centavos de dólar si se paga en el monto equivalente en bitcoins. Hay ambulancia, cardiólogos, cirujanos y un patio de juegos donde los perros pueden liberar su ansiedad mientras esperan. Bukele aseguró que fue construido con las ganancias del Bitcoin. "El Bitcoin es bueno para las mascotas", tuiteó.

Un médico con el que hablé, que pidió no ser identificado por el riesgo de ser despedido del hospital público donde trabaja, consideró indignante que Bukele financiara la atención de las mascotas mientras dos de los hospitales públicos de la ciudad no tienen un servicio de lavandería que funcione. En su hospital no pueden tratar venas varicosas ni reemplazar rodillas o caderas porque no tienen los suministros necesarios. A las clínicas del campo les faltan los medicamentos más comunes para tratar enfermedades como la diabetes. "Las prioridades las determina el marketing político", protestó.

Una visita al Hospital Nacional Rosales, el mayor hospital público de San Salvador, confirmó el panorama que había presentado el doctor. Una mañana cualquiera tres decenas de personas esperaban a oscuras junto a una pared de ladrillos rematada con vidrios y alambres de púas. Habían llegado a las 3.30 buscando atención en un lugar que, como mínimo, estaba en malas condiciones. Videos subidos meses antes a redes sociales mostraban goteras en las salas de emergencias durante una tormenta tropical. En 2019 Bukele había anunciado planes para sustituir al hospital, pero las obras no han comenzado.

Una mujer parecía haberse arreglado especialmente para la visita, con aros en forma de flor, una cartera Coach y el cabello negro atado con un moño. Pidió no dar el nombre por miedo a las represalias. Me dijo que había llevado a su hija por un tratamiento para la leucemia desde un poblado a 45 kilómetros de la capital. Habían salido a las 3 de la mañana para hacer el viaje de hora y media en ómnibus, tal como lo habían hecho mes por medio en los últimos cinco años. La fuente primaria de ingresos de la mujer son los US$ 50 mensuales que gana cuidando a un familiar. La vida se les había complicado recientemente debido a la detención de su esposo, un agricultor de 51 años, quien luego fue llevado a prisión a pesar de que no estaba implicado con ninguna banda. No sabe de qué lo acusan ni si podrían liberarlo. "Uno nunca espera que vayan a pasar costas así", admitió.

Se rió ante la pregunta por el Bitcoin. "No tengo dinero -aclaró-. ¿Cómo voy a usarlo?"

En una plaza a la vuelta de la esquina, junto a un puesto que vende maíz tostado y jugo de banana por 35 centavos de dólar y a indigentes que duermen en la calle, me detuve en un cajero Chivo. Iba a ser el último intento, en el corazón de la ciudad, de ver si alguien trataba alguna vez al bitcoin como un instrumento financiero viable. Mientras esperaba pasaron dos Humvees con soldados en la parte trasera apuntando sus ametralladoras, como parte de un truco publicitario para promover una nueva iniciativa de seguridad en el transporte. Dos de sus camaradas hicieron guardia al lado del cajero, sus caras iluminadas por el logo azul de Chivo. En media hora nadie lo usó.

Colaboración de Nelson Rauda Zablah y fotografías de José Cabezas

La versión original de esta nota se publicó en el número 348 de revista Apertura.

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Comentarios

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  • GDN

    Gonzalo Danie Navarro

    25/01/23

    Entonces...?

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