El líder venezolano Nicolás Maduro se enfrenta a su mayor desafío hasta la fecha después de que el presidente estadounidense Donald Trump anunciara un bloqueo de las exportaciones de petróleo sancionadas de la nación sudamericana. Sin embargo, los expertos creen que Washington probablemente necesitará una acción militar para derrocar al autócrata, que gobierna el país desde 2013.
El martes, Trump declaró al Gobierno socialista revolucionario de Maduro como una organización terrorista extranjera y prometió un “bloqueo total y completo” de los petroleros sujetos a sanciones estadounidenses con procedencia o destino Venezuela.
Para implementarlo, señaló los buques de guerra estadounidenses en el Caribe, calificando el despliegue como la “armada más grande jamás reunida en la historia de Sudamérica”.
La última acción de Trump se produjo tras una dramática incursión de las fuerzas estadounidenses la semana pasada para asaltar e incautar un petrolero frente a las costas venezolanas que transportaba petróleo valorado en unos 100 millones de dólares, parte del cual tenía como destino Cuba, aliada de Maduro.
“No vamos a dejar pasar a nadie que no debería pasar”, declaró Trump el miércoles. En una aparente referencia a la nacionalización de la industria petrolera venezolana por parte del predecesor de Maduro, Hugo Chávez, Trump añadió: “Nos arrebataron todos nuestros derechos energéticos. Nos arrebataron todo nuestro petróleo de no hace tanto tiempo, y lo queremos de vuelta”.
Otros petroleros con destino Venezuela han dado la vuelta a mitad de viaje, y los buques que esperaban para salir de sus aguas han retrasado su salida, según informan empresas de seguimiento de buques.
Según una estimación, hasta una cuarta parte de la armada estadounidense activa se encuentra actualmente en el Caribe. Las fuerzas estadounidenses han destruido más de 20 lanchas rápidas que Washington afirma que transportaban drogas, y han sobrevolado la costa venezolana con bombarderos y cazas.
La jefa de gabinete de Trump, Susie Wiles, declaró en una entrevista con Vanity Fair publicada esta semana que el presidente “quiere seguir destruyendo barcos hasta que Maduro se rinda”, un comentario que se interpreta como que el verdadero objetivo del presidente estadounidense es un cambio de régimen.
El miércoles, la Cámara de Representantes rechazó por un estrecho margen dos resoluciones lideradas por los demócratas que habrían requerido que el Congreso autorizara la campaña caribeña de Trump. Una de ellas cubría los ataques a los barcos y la otra las “hostilidades dentro o contra Venezuela”.

Edward Fishman, exfuncionario estadounidense y autor de Chokepoints, un libro sobre sanciones económicas, afirma que la última medida de Trump marcó un cambio fundamental de estrategia.
“Imponer un bloqueo naval e interceptar la mayoría, si no todos, los cargamentos de petróleo de Venezuela me parece un acto de guerra”, sostiene. Un bloqueo “normalmente es el preludio de una guerra, no es una herramienta de gobierno”.
Los precios de los bonos venezolanos se han disparado a medida que los inversores ven una mayor probabilidad de que Maduro caiga. Daniel Lansberg-Rodríguez, de la firma de asesoría Aurora Macro Strategies, afirma que la Administración Trump ha “desequilibrado a Maduro más que nunca”.
Aun así, añade: “Maduro está sentado sobre una gigantesca pila de pólvora húmeda. Lo único que se está haciendo es agrandarla aún más. Pero tarde o temprano hará falta algo que la encienda. No creo que esto la encienda”.
Maduro sobrevivió a las sanciones, incluidas las impuestas a Petróleos de Venezuela SA (PDVSA), la petrolera estatal venezolana, durante la primera Administración Trump y aún cuenta con algunas opciones de supervivencia.
Algo de petróleo sigue fluyendo. Chevron, que representa aproximadamente una cuarta parte del millón de barriles diarios de producción petrolera de Venezuela, aún tiene licencia para bombear y vender petróleo. La compañía afirma que sus operaciones en Venezuela “continúan sin interrupciones y en pleno cumplimiento de las leyes y regulaciones aplicables a su negocio, así como del marco de sanciones establecido por el Gobierno estadounidense”.
No todos los petroleros que transportan petróleo venezolano están sujetos a sanciones estadounidenses, aunque las autoridades están trabajando para agregar más a la lista que mantiene la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Tesoro de EE.UU. Samir Madani, consejero delegado del sitio web de seguimiento TankerTrackers.com, calcula que el 60% de la “flota oscura” operada con ayuda rusa e iraní aún no figura en la lista.
“Algunos petroleros dieron la vuelta en los océanos Índico y Atlántico, pero muchos más siguen su camino porque parece poco probable que EEUU persiga cualquier buque que no esté en la lista de la OFAC”, explica Madani.
Una pregunta es cuánto tiempo podrá Venezuela continuar con la producción de petróleo si se bloquean las exportaciones. PDVSA aseguró el miércoles que las exportaciones de crudo “continúan con normalidad”, pero una fuente de la compañía se mostró menos optimista.
“Contamos con una capacidad de almacenamiento en tierra de aproximadamente cinco días y, en el mejor de los casos, de siete días adicionales en el mar, dependiendo de la operatividad de nuestra flota“, señaló la fuente, que no estaba autorizada a hablar con los medios.
Guillermo Arcay, investigador del Harvard Growth Lab, afirma que PDVSA probablemente acumulará grandes inventarios antes de tener que detener la producción debido a la falta de los petroquímicos importados necesarios para diluir su crudo pesado.
Un petrolero que transportaba nafta rusa, un diluyente, dio la vuelta la semana pasada, según la empresa de inteligencia comercial Kpler, aunque dos buques que transportaban la sustancia atracaron en Venezuela el 13 y el 14 de diciembre.
Además del petróleo, Maduro también cuenta con otras fuentes de divisas que no aparecen en las estadísticas oficiales de Venezuela. La minería ilegal de oro, el narcotráfico en aviones y el contrabando generan dólares que ayudan a mantener la lealtad de los sicarios del régimen, tanto en el ejército como en la policía de seguridad.
Sin embargo, EE.UU. ya ha advertido a las aerolíneas que no operen en el espacio aéreo venezolano debido al aumento de los riesgos derivados de la actividad militar.
En Caracas, el régimen de Maduro mantiene una postura desafiante. Pero en las calles, el bolívar se devalúa más rápido que nunca y los dólares escasean, mientras que los economistas afirman que la inflación superará el 500% este año. Y si bien Cuba ha resistido las sanciones económicas estadounidenses durante más de 60 años, existen diferencias importantes.
La población de Venezuela es casi tres veces mayor y sus élites afines al régimen se han acostumbrado a un nivel de vida mucho más alto que el de los revolucionarios cubanos.
La Habana sigue siendo el aliado más importante y fiable de Maduro, al que proporciona su guardaespaldas personal y agentes de contrainteligencia, pero otros aliados internacionales, Rusia, Irán y China, no le han ofrecido un apoyo firme.
El bloqueo petrolero de Trump “no sólo cambió las reglas del juego para el Gobierno de Maduro, que ahora se enfrenta a la bancarrota total, sino que también es importante para la aplicación de las sanciones estadounidenses”, afirma Christopher Sabatini, experto en Latinoamérica de Chatham House.
“No veo cómo podrá compensar Maduro esta enorme brecha de ingresos con oro, drogas y lavado de dinero”.
Pero dado que la “Revolución Bolivariana” iniciada por Chávez ha sobrevivido durante un cuarto de siglo, pocos están dispuestos a apostar por el colapso del régimen venezolano sin la presión militar estadounidense, algo que Trump podría ser reacio a emplear.
Un exfuncionario estadounidense afirma que Trump busca “la máxima visibilidad y el mínimo riesgo” con su política hacia Venezuela, pero añade: “El riesgo aumenta significativamente si llevan a cabo una operación de cambio de régimen”.
Fishman, el experto en sanciones, sostiene que la presión militar es clave para derrocar a Maduro.
“El cambio de régimen no es un objetivo viable para las sanciones”, afirma. “Hay muy pocos ejemplos en la historia en los que la presión económica no violenta haya conducido a un cambio de régimen... Pero cuando EE.UU. ha intentado usar la fuerza militar para cambiar regímenes, ya sea en Afganistán o Irak, lo ha logrado. La parte más difícil es: ¿se pueden controlar las consecuencias?”

















