Inundaciones, incendios y sequía: cómo los inversores están subestimando el cambio climático
Los costos de la inacción frente al calentamiento global son potencialmente enormes y no se suelen tener en cuenta a la hora de valorar las inversiones y los activos.
El mundo está siendo sacudido por olas de calor sin precedentes, incendios forestales y lluvias récord. Inundaciones devastadoras han arrasado el norte de China. Los incendios forestales arrasaron Canadá, el sur de Europa y, en los últimos días, la isla hawaiana de Maui.
El costo humano de estos desastres, que los expertos afirman que se están volviendo más comunes e intensos debido al cambio climático inducido por los humanos, se puede ver en las miles de vidas perdidas.
Pero también se puede medir en el valor económico destruido a medida que los gobiernos cambian sus políticas para contener o mitigar la crisis climática. En un mundo que rápidamente está volviéndose más vulnerable a eventos climáticos extremos, las suposiciones desactualizadas sobre los valores de los activos también necesitan ser recalibradas.
El gran peligro es un 'momento Minsky climático', el término para una corrección repentina en los valores de los activos a medida que los inversores se dan cuenta simultáneamente de que esos valores son insostenibles.
Hasta ahora, las empresas e inversores han prestado menos atención a los efectos físicos del cambio climático y más a los costos y riesgos de la descarbonización, mientras el mundo intenta limitar el aumento de las temperaturas globales promedio. Los primeros se discuten la mitad de las veces que los segundos en las divulgaciones corporativas de Estados Unidos, según el grupo de expertos Brookings.
Las acciones no han incorporado los riesgos del cambio climático, como demostró repetidamente la investigación del FMI y otros. Una explicación es la percepción de la lejanía de riesgos como el aumento del nivel del mar. Otro factor es la formidable dificultad de mapear las interacciones entre la economía y las emisiones de gases de efecto invernadero. El ganador del Premio Nobel William Nordhaus, quien comenzó a modelar el cambio climático en 1975, describe esto como el problema más espinoso de todos.
El grupo de datos Cambridge Econometrics y Ortec Finance recientemente analizaron los números para el GIC de Singapur. El horizonte de inversión a largo plazo del fondo soberano de riqueza, y la vulnerabilidad de la ciudad-estado a las inundaciones, lo hacen excepcionalmente consciente de los riesgos climáticos. Querían saber cómo una cartera compuesta 60% de acciones mundiales y 40% de bonos se comportaría bajo diferentes políticas climáticas.
En un escenario de cero emisiones netas, que involucra una descarbonización ambiciosa, los rendimientos acumulativos en 40 años fueron un 10% más bajos que un escenario base donde se asume que no habría cambio climático. El resultado más pesimista fue una "transición fallida" que, para el año 2100, llevaría al mundo a un aumento de más de 4°C respecto a los niveles preindustriales. Los rendimientos acumulativos fueron entonces casi un 40% más bajos que el escenario base, aunque algunos creen que el resultado podría ser mucho peor dada la desconocida cantidad de interrupciones que tal aumento podría desencadenar.
Los inversores "podrían sorprenderse por el rendimiento inferior" de la hipotética cartera, dice el GIC. El mensaje es claro: los inversores ignoran los riesgos climáticos a largo plazo bajo su propio riesgo.
El campo, en problemas
La agricultura está entre los sectores más vulnerables. Morgan Stanley estimó en un informe del año pasado que al menos 44% del trigo, 43% del arroz, 32% del maíz y 17% de la producción de soja provienen de áreas en riesgo. Los desastres inducidos por el cambio climático podrían poner en peligro al menos u$s 314 mil millones de producción anual.
Las empresas que producen análisis detallados de los riesgos climáticos están cada vez más alerta a la posibilidad de aumentos bruscos en los precios de los productos básicos. Unilever estima que los eventos climáticos extremos podrían aumentar los precios del aceite de palma entre 12% y 18% para 2050, dependiendo de hasta qué punto se puedan limitar las temperaturas crecientes, y de otros ingredientes alimentarios y productos básicos entre 14% y 21%.
El impacto se distribuiría de manera desigual. Algunos países fríos podrían volverse más productivos. Ciertos cultivos ya se han desplazado hacia el norte, a climas más fríos. Las temperaturas más cálidas ayudaron a que Rusia se convirtiera en el principal exportador mundial de trigo en la última década. Antes de la guerra en Ucrania, los científicos la definieron, junto con Canadá, como parte de las nuevas fronteras agrícolas globales. El cambio climático ha permitido viñedos en regiones como el Reino Unido y Dinamarca.
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La inseguridad alimentaria se ve exacerbada por la escasez de agua. La agricultura representa aproximadamente el 70% del consumo de agua dulce a nivel mundial, aunque en regiones como Asia puede ser mayor. Actualmente, 2000 millones de personas carecen de acceso a agua potable limpia y segura. Para 2030, se prevé que la demanda de agua dulce supere la oferta en un 40%.
Áreas que antes daban por sentada el agua ahora están reconociendo la escasez. "Para nosotros en Europa, la escasez de agua era algo que afectaba a otros y ahora nos está afectando", dice Vincent Caillaud, director ejecutivo de tecnologías del agua en Veolia, el grupo de agua francés.
La industria también depende de los recursos hídricos cada vez más escasos. Moody's estima que hasta la mitad de los activos globales del sector químico están expuestos al estrés hídrico. El uso del Rin por parte de la industria alemana para enfriamiento y transporte ha sido repetidamente puesto en peligro por las sequías. Los bajos niveles de agua en 2018 redujeron las ganancias del gigante químico BASF en 250 millones de euros (u$s 270 millones).
Activos líquidos
Demasiada agua puede causar tantos estragos como poca. Alrededor de una quinta parte de las fábricas de computación y electrónica en Asia se encuentran en zonas propensas a las inundaciones, según Moody's. El mayor fabricante de chips del mundo, TSMC, elevó dos metros los cimientos de sus nuevas plantas de producción en Taiwán.
De todos los riesgos climáticos, las inundaciones son los más fáciles de analizar. Pero eso no quiere decir que esté incluido en el precio. Un estudio publicado recientemente sugiere que las propiedades residenciales estadounidenses expuestas al riesgo de inundación están sobrevaloradas entre u$s 121.000 y u$s 237.000 millones.
Los incendios forestales son otra fuente de creciente ansiedad. Dave Burt -uno de los inversores que predijo el caos de las subprime-, se refirió recientemente a ellos. En una comparecencia ante una comisión del Senado, Burt afirmó que las primas de seguros para la protección contra incendios forestales ascendían a sólo u$s 1500 millones en 2021, mientras que los daños eran seis veces mayores. Una iniciativa de las aseguradoras para cerrar esa brecha podría provocar una caída de hasta u$s 495.000 millones en el valor de las propiedades.
Cuando se incluyen los ciclones y riesgos crónicos como la sequía, el calor y la subida del nivel del mar, San Francisco aparece como una de las zonas más expuestas económicamente, según una evaluación de Moody's. Boise (Idaho) y Nashville (Tennessee) figuran entre las más seguras. Estas previsiones permiten hacerse una idea de las posibles pautas migratorias dentro de EE.UU. en la segunda mitad de este siglo.
A escala mundial, es probable que el éxodo de las zonas más afectadas sea mucho mayor. Desde 2008, un promedio de más de 20 millones de personas al año se han visto desplazadas por fenómenos meteorológicos extremos. Para 2050, hasta 1200 millones de personas podrían sufrir el desarraigo por el cambio climático, según el grupo de reflexión Institute for Economics and Peace.
Los bonos soberanos ya están registrando las consecuencias financieras de estas tendencias. Según el FMI, los países en los que se prevé un mayor cambio en los riesgos físicos pagan spreads más altos por la financiación de la deuda a largo plazo. Esto sugiere que los inversores en bonos tienen más incentivos para valorar los riesgos climáticos porque es más probable que los activos de infraestructura física de un país acreedor se vean directamente afectados.
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Una simulación del efecto del cambio climático en las calificaciones crediticias de 109 países sugiere que las rebajas de calificación podrían producirse ya en 2030, según un nuevo estudio realizado por economistas de la Universidad de East Anglia y la Universidad de Cambridge. China e India figuran entre los países que enfrentan mayores reducciones de su solvencia.
Reloj de agua
Los daños se mitigarán con defensas. Los diques han protegido con éxito los Países Bajos, gran parte de cuyo territorio está por debajo del nivel del mar. Los investigadores calculan que un gasto de u$s 50.000 millones anuales en defensas contra las inundaciones en las ciudades costeras podría reducir las pérdidas previstas desde un billón de dólares a unos u$s 60.000 millones en 2050. Cuanto más rica sea la región, mayores serán las posibilidades de contar con defensas adecuadas. Recientemente, S&P elevó la calificación de los bonos de Miami a AA por este motivo, a pesar de que la ciudad prevé que el nivel del mar suba hasta 53 cm de acá a 2070.
Los inversores y empresarios expertos en clima están detectando oportunidades a medida que las industrias y los países tratan de adaptarse. Las innovaciones para mitigar el impacto de la futura escasez de agua son un tema importante. Gradient, una empresa con sede en Boston que ha diseñado nuevas formas de tratar las aguas residuales industriales, se convirtió este año en la primera empresa de tecnología del agua en alcanzar una valoración de u$s 1000 millones.
La desalinización (eliminación de la sal del mar y otras aguas salinas) cubre actualmente sólo el 1% de la demanda mundial de agua dulce. Según la consultora Technovia, se espera que el mercado crezca casi un 9% anual entre 2022 y 2027. Industrias como la minería están explorando su uso.
También lo están haciendo países como el Reino Unido, Francia e Italia, que aún no han recurrido a la desalinización a una escala significativa.
Pero los costos siguen siendo relativamente altos y la eficiencia es baja. Un metro cúbico de agua desalinizada puede costar entre u$s 0,40 y u$s 1, frente a los u$s 0,10-u$s 0,25 del agua normal de la canilla. Su uso para el riesgo es limitado, ya que gran parte de las tierras agrícolas están lejos de las zonas costeras donde se encuentran las plantas desalinizadoras.
El impacto a largo plazo
La ciencia de los cultivos también está atrayendo una mayor atención política y de los inversores. Los países europeos, antes escépticos, se muestran cada vez más favorables a las variedades modificadas genéticamente para resistir temperaturas extremas y sequías. Por ejemplo, un maíz corto que requiere menos agua y que la alemana Bayer espera introducir en mercados como el de EE.UU. esta década. Bruselas ha propuesto flexibilizar las restricciones a algunos cultivos modificados genéticamente. Según Geoff Graham, vicepresidente de desarrollo de productos de semillas de Corteva, es probable que un cambio en las normas de la Unión Europea dé lugar a más investigación.
Las industrias de servicios se verán obligadas a adaptarse. La evacuación de miles de visitantes de las islas griegas asoladas por los incendios de este verano fue un crudo recordatorio de cómo el calor extremo amenaza al sector turístico. Para algunos destinos tropicales, como las Maldivas, el aumento de las temperaturas globales supone una amenaza existencial. En el sur de Europa, las insoportables temperaturas estivales obligarán a reducir el número de hoteles y complejos turísticos en países como España, Italia, Chipre, Portugal, Francia y Grecia.
Los destinos del sur intentarán minimizar las pérdidas comercializando las vacaciones de primavera y otoño, pero la Comisión Europea (CE) seguramente está subestimando las repercusiones cuando afirma que un aumento de 4 ºC en las temperaturas globales reduciría la demanda turística en las islas griegas en sólo 9%. La demanda en destinos más fríos, como el oeste de Gales, podría aumentar hasta un 16%, añade la CE.
Hoteleros y operadores turísticos ampliarán las líneas de cruceros, que pueden flexibilizar los itinerarios en función de las condiciones meteorológicas, junto con la capacidad hotelera en el norte de Europa. El director del operador turístico Tui sugirió que destinos como Bélgica se harían más populares.
Pronósticos erróneos
Muchos modelos también omiten factores que podrían hacer que los resultados fueran mucho peores de lo previsto. Muchos asumen que el cambio climático no ralentiza el crecimiento del PBI. No tienen en cuenta las migraciones masivas. Rara vez se incluyen los puntos de inflexión climáticos, como el deshielo del permafrost o el colapso de la circulación oceánica.
Y lo que es más importante, el pasado no es una guía confiable para el futuro. Los modelizadores suelen utilizar una función cuadrática para trazar la relación entre daños y temperaturas. Según un nuevo informe del Instituto y la Facultad de Actuarios del Reino Unido, es más sensato realizar una prueba de estrés inversa. Se trata de trabajar hacia atrás a partir de una temperatura aún por definir a partir de la cual la economía mundial dejaría de funcionar. Siguiendo esta lógica, los autores del informe sugieren que la mitad del PBI mundial podría perderse ya en 2070.
Existe una enorme brecha entre estas previsiones catastróficas y los modestos impactos previstos por los fondos de pensión y las empresas que cotizan en bolsa en sus informes sobre riesgos climáticos.
Una falsa seguridad
Existe un creciente malestar por la posibilidad de que los modelos climáticos existentes estén proporcionando una falsa sensación de seguridad. En noviembre, el Consejo de Estabilidad Financiera advirtió que los escenarios utilizados para evaluar los riesgos para el sistema financiero pueden subvalorar la vulnerabilidad climática.
Según Mark Campanale, fundador del think tank Carbon Tracker, es posible que se produzca una corrección brusca del valor de los activos una vez que los mercados recalibren las posibles repercusiones del cambio climático. Steve Keen, profesor del University College de Londres, también predice ese "momento Minsky" y advierte de que será "desagradable, abrupto y destructor de riqueza".
Existen poderosos argumentos por los que las instituciones financieras deberían prestar más atención a los riesgos físicos del cambio climático. De este modo se reduciría la posibilidad de que se produzcan crisis repentinas y se reforzarían los argumentos a favor de la mitigación. Además, mejoraría la asignación de recursos, disuadiría de construir en zonas inundables e incentivaría el gasto en infraestructuras resistentes al clima.
Centrarse en los efectos físicos de un cambio climático mal mitigado puede parecer derrotista. Pero el tiempo se agota rápidamente para descarbonizar la economía. Los inversores han empezado a valorar el desafío de la descarbonización. También tienen que empezar a calcular los considerables costos de la inacción.
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