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El gran error de Estados Unidos con China

EE.UU. y la Unión Europea temen que la competencia china socave la base industrial de esos países y, con ella, la estabilidad social y política.

"Comercia libremente con China y el tiempo estará de nuestro lado". Así de confiado se mostraba George W. Bush, expresidente de Estados Unidos, en el periodo previo a la adhesión de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001. Una generación después, muchos occidentales han llegado a la conclusión de que el tiempo estaba, de hecho, de parte de China.

Bush estaba haciendo un juicio político. Creía que una China profundamente integrada en la economía mundial sería más abierta y democrática. Pero con Xi Jinping, China se ha vuelto más cerrada y autoritaria. También es más abiertamente hostil a EE.UU. Entretanto, el rápido crecimiento económico de China ha financiado una enorme expansión militar.

Algunos dirigentes estadounidenses consideran ahora un error la decisión de admitir a China en la OMC. Creen que el enorme impulso que esto dio a las exportaciones chinas también contribuyó significativamente a la desindustrialización de EE.UU. El aumento de la desigualdad en el país contribuyó, a su vez, a impulsar el ascenso de Donald Trump.

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Esto plantea una pregunta incómoda. ¿Y si la globalización, lejos de promover la democracia en China, socavó la democracia en EE.UU.? Sería una divertida ironía histórica, si no estuviéramos viviendo las consecuencias.

Los temores sobre la salud de la democracia estadounidense sustentan la adopción de la política industrial por parte de la Casa Blanca. Joe Biden ha mantenido los aranceles a China impuestos por Trump y añadió grandes subsidios destinados a reindustrializar EE.UU. y darle el liderazgo en las tecnologías del futuro. La Casa Blanca considera estas políticas cruciales para la estabilización de la sociedad estadounidense y de su sistema democrático.

Muchos en Europa estaban consternados por el giro de EE.UU. hacia el proteccionismo y la política industrial. Pero el anuncio la semana pasada de una investigación de la Unión Europea (UE) sobre los subsidios a la industria de vehículos eléctricos china sugiere que Europa está iniciando un camino similar. El arancel estadounidense sobre los autos chinos es del 27,5%, frente al actual arancel comunitario del 10%. Pero si la UE determina que China subvenciona injustamente sus exportaciones de automóviles, ese arancel podría aumentar considerablemente.

La respuesta de China a las investigaciones de la UE fue acusar a Europa de "proteccionismo desnudo". Pero algunos estadounidenses influyentes se mostraron más comprensivos. Jennifer Harris, que ayudó a diseñar la política industrial de la Administración Biden, tuiteó: "Bienvenida Europa. Me alegro de que estés aquí".

Si Europa sigue los pasos de EE.UU. y se vuelve más proteccionista, lo hará por razones similares: el temor a que la competencia china socave la base industrial europea y, con ella, la estabilidad social y política.

La industria automotriz es el sector manufacturero más importante de Europa, sobre todo en Alemania, núcleo de la economía de la UE. También es uno de los pocos sectores en los que Europa cuenta con verdaderas empresas líderes mundiales. Tres de las cuatro mayores empresas automovilísticas del mundo por ingresos -Volkswagen, Stellantis y el grupo Mercedes-Benz- tienen su sede en la UE.

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Pero la ventaja de Europa en la industria automovilística mundial se está erosionando rápidamente. Este año China se convertirá en el mayor exportador mundial de automóviles. Los chinos son especialmente fuertes en vehículos eléctricos (EV, por sus siglas en inglés), los autos del futuro. Esta ventaja será difícil de eliminar porque China domina la producción de baterías y el suministro de minerales de tierras raras, cruciales para los EV.

La respuesta tradicional del libre mercado es decir que los europeos deberían estar agradecidos si China proporciona EV baratos y confiables a los consumidores europeos. El hecho de que estos autos sean fundamentales para la transición ecológica de Europa es un incentivo más para recibir con satisfacción los EV chinos. Pero la realidad social y política es más complicada. El sector automotriz proporciona más del 6% de los puestos de trabajo de la UE, según la Comisión Europea. A menudo se trata de trabajos bien remunerados que ocupan un lugar destacado en la imagen que países como Alemania tienen de sí mismos. La migración de esos empleos a China sería explosiva desde el punto de vista político y social.

El apoyo a la ultraderechista Alternativa para Alemania ya está aumentando en el país, y muchas encuestas lo sitúan como el segundo partido más popular. Imagínense cómo le iría si la industria automovilística nacional empezara a desmoronarse a medida que los BYD chinos sustituyeran a los BMW alemanes en las autopistas.

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Sin embargo, aunque el proteccionismo parece una solución obvia y tentadora para la UE, la realidad es mucho más complicada. Europa sigue necesitando insumos chinos -en forma de baterías y minerales- para fabricar EV destinados a la venta nacional. China es también el mayor mercado mundial de vehículos y el mayor mercado de exportación para Mercedes y VW. Esta última obtiene allí al menos la mitad de sus beneficios. Si Europa impone aranceles elevados a los EV chinos, es casi seguro que Beijing tomaría represalias. Por otra parte, las empresas de la UE ya están perdiendo cuota de mercado en China y parece que este declive se va a acelerar.

Estas complejidades podrían significar que Europa no siga finalmente el camino estadounidense y tenga que dar marcha atrás discretamente en sus amenazas proteccionistas. Por otro lado, es probable que la presión política y social para salvar la industria automotriz europea no haga sino crecer. El auge de los partidos populistas y nacionalistas en toda Europa intensificará esa presión.

Es posible que la UE termine impulsando algún tipo de compromiso complicado, como la restricción 'voluntaria' de las exportaciones de EV chinos. Pero sea cual sea el resultado final, está claro que la política industrial y el proteccionismo vuelven a ser respetables a ambos lados del Atlántico.

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