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Con un clima de derrota, el Complejo Cultural C, donde el Frente de Todos levantó su comando de campaña, sirvió como el canasto donde se apilaron las caras largas de los funcionarios y militantes del oficialismo que preveían un nuevo revés en las urnas, similar en el trazo grueso al ocurrido en las PASO, y donde comenzaron a tejerse hipótesis sobre los fundamentos sobre los que sostener la segunda etapa del Gobierno, a partir de este lunes.
El faltazo que Cristina Kirchneranticipó tempranamente, a tiempo que llegaban los primeros bocas de urna, cristalizó la notoria distancia que la vicepresidenta mantiene con el jefe de Estado, Alberto Fernández, con quien disiente sobre el rumbo que la Casa Rosada debiera imprimir de ahora en adelante para remontar la segunda mitad del mandato y llegar con chances de continuar gobernando más allá de 2023.
A pesar de las desavenencias entre los Fernández, palpables en el acto de cierre de campaña que compartieron el jueves, y sobre el que se apoyó la vice para justificar su ausencia, en las filas oficialistas juran y reaseguran que en la semana que comienza no hay chances de repetir escenas de crisis política e institucional como las instigadas por CFK para agitar el avispero y que desenlazaron en la renovación del gabinete.

La gobernabilidad, principal preocupación
En efecto, según pudo reconstruir El Cronista, en los días previos al ir a las urnas, varios delegados de las tribus que componen la "nación" frentetodista iniciaron negociaciones evitar que los reproches y pases de factura retumben con la misma intensidad que en septiembre, y sirvan de comidilla a los medios y a la oposición.
"El día lunes no va a pasar nada", insistieron varias voces del ala K. Sí coinciden, como lo ventiló el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, que será necesario acentuar el diálogo la oposición, tras perder el quórum propio en el Senado y reducir la presencia oficialista en Diputados, y alinear a otras fuerzas vivas -el empresariado, las organizaciones civiles, credos y más- detrás de un mismo programa básico que saque al Ejecutivo de un peligroso impasse.
No obstante descartar cambios en el gabinete, el oficialismo nota la necesidad de ganar "volumen político" con los que encarar instancias decisivas para el rumbo del país. En lo inmediato, las condiciones del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en parte dependerán de la espalda con que Alberto Fernández y su ministro de Economía, Martín Guzmán, cuenten a la hora de acordar la letra fina e intentar su aprobación en el nuevo Congreso de la Nación que arrojaron estos comicios.













