ANÁLISIS

Una independencia en un mundo interdependiente

La celebración del día de nuestra Independencia coincidió con el pago del primer servicio de deuda soberana en bonos en moneda extranjera reestructurada hace un año atrás. A pesar de ello, los precios de esos títulos están en niveles compatibles con un nuevo incumplimiento, y arreglo posterior en términos más duros que los históricamente acordados. Mientras ello acontece y en el plano internacional se observan fuertes emisiones de monedas de reserva y tasas de interés ultra bajas que permean en la liquidez mundial, en el país se registra presión sobre los tipos de cambio y reservas y se profundizan las restricciones de pagos y de comercio exterior.

Más serio aún, se cumple otra década en que la economía local no ha logrado superar un relativo nivel de estancamiento que contrasta con lo ocurrido en casi todos los otros países. A fin del año pasado, el PBI argentino hubiese sido un 33% mayor si desde 2011 hubiese evolucionado como el promedio mundial. En paralelo, en ese período la tasa de desempleo y subempleo pasó de 10,3% a 18,9% de la población económicamente activa y el salario promedio de los trabajadores registrados cayó 14,5% en términos reales . De perdurar estas condiciones, es difícil pensar que no se irán profundizando las tensiones sociales y políticas, los problemas fiscales, las crisis cambiarias y, por ende, hacer sostenible nuestra deuda.

En cierta forma, la independencia de un país es más plena cuando está respaldada por diferentes fortalezas, incluida la económica, de manera tal que permitan a su sociedad manejarse con menores restricciones, defender sus intereses y progresar en un mundo interdependiente. Esto implica una forma de organización donde los integrantes de la sociedad tienen derechos y deberes individuales, que se transforman en mejoras colectivas, manifestadas en múltiples órdenes, como son libertades, educación, ingresos, seguridad, salud, arte, etc. Implica desarrollar capacidades adecuadas para interactuar en un contexto mundial cambiante, del cual se pueden aprovechar avances y ventajas comparativas, que funciona bajo entendimientos (y desajustes también). En ello, el ser humano es, a la vez, el objetivo para la recepción de las mejoras y el factor que las hace posibles.

De la Independencia al Contrato Social efectivo y su posterior deterioro

Trascurrieron 37 difíciles años entre la declaración de la Independencia en 1816 y el momento en que la Argentina se organizó como sociedad dándose una Constitución, de carácter democrática, republicana y federal. Luego, siguieron otros casi 20 años hasta que la economía comenzó una época de esplendor, pasando a ser un foco de atracción por las oportunidades ofrecidas a sus habitantes y a quienes inmigrasen.

Llegar a semejante posición implicó un entramado que abarcó desde claridad de ideas sobre roles, derechos y deberes de la sociedad, pasando por la puesta en marcha de instituciones efectivas para su funcionamiento, hasta la movilización y ampliación de recursos humanos y naturales disponibles. Así, no solo hubo desarrollo agropecuario, sino también industrial, en infraestructura y en la oferta de diversos servicios. Se produjeron innovaciones y otros ciertos avances científicos, tecnológicos y culturales que tuvieron repercusión mundial.

Sin embargo, también fueron apareciendo rigideces, quiebres al sistema institucional y diferenciación en el acceso a medios y al progreso, que no tuvieron una resolución adecuada. En consecuencia, fueron aumentando la confusión y la disgregación, con una economía que paulatinamente fue perdiendo dinamismo y alcance. Sus fallas repercutieron en aumentos de la pobreza, la inflación, defaults de deuda, entre otros inconvenientes con conflictividad recurrente.

Lamentablemente, no podemos afirmar que en las últimas décadas estemos tratando de corregir esas falencias, que afectan crecientemente el funcionamiento de la sociedad. En determinados aspectos, el debate respetuoso de ideas pretende ser suplantado por la imposición de preconceptos, atados a comportamientos de avance personal en el ejercicio de Poder. Ello se complementa con nombramientos y asignación de tareas donde las fidelidades prevalecen al mérito. También lleva a debilitamientos institucionales, mediante cambios que son vistos como arbitrarios, que no necesariamente propenden al bien común. De esta manera, se logra amplificar las incertidumbres, relacionadas con alteraciones de las reglas de juego y con los roles de los integrantes de ese cuerpo social, lo cual socaba las bases económicas para el progreso.

Las negociaciones con el FMI: un caso cercano

Próximamente, habrá que encarar una nueva negociación con el FMI, tal como se viene insinuando desde hace varios meses, tanto en lo político como en lo técnico. El alto nivel de la deuda con el organismo multilateral dificulta las negociaciones porque no están disponibles los recursos para afrontar los vencimientos en los términos originalmente pactados. Al mismo tiempo, la Argentina enfrenta desequilibrios de corto plazo y restricciones -propias y externas- que impiden el crecimiento sostenido que debe ir resolviendo en el tiempo en base a un programa económico política y socialmente sostenible. 

En consecuencia, aceptando que el FMI es parte de la actual realidad argentina como acreedor y siendo un organismo de asistencia mutua entre sus países miembros, correspondería una aproximación madura que busque superar las causas dentro de una economía que se manejó con ciclos de pedidos de refuerzos financieros ante significativas pérdidas de reservas. Sin pretender reemplazar la discusión sobre causales y causantes de los problemas existentes, es prioritario superarlos y pasar a un plano superior de funcionamiento. En consecuencia, es propia -y no de un tercero- la iniciativa, ejecución y responsabilidad de llevar adelante semejante programa.

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