Statu quo vs cambio cultural
En una sociedad cada vez más ansiosa, es esencial comprender cómo liderar la insatisfacción, identificar lo que nos incomoda y hacer mejores preguntas para enfrentar los nuevos fenómenos emergentes. Este análisis lo hizo Nicolás Isola la semana pasada cuando participó del Foro que organizamos en ABECEB y trasladó esa incomprensión también a las organizaciones al sostener que el mundo empresarial "se encuentra desfasado de una sociedad en constante cambio". En todos los casos, la fórmula para cerrar esa brecha es prestar atención y profundizar en las verdaderas inquietudes que surgen.
Aunque seamos del ‘team' optimista, y pensemos que este momento de desorden dará paso a un nuevo equilibrio, sin dudas primero hay que atravesar el desconcierto. Es decir, si ya están operando los ajustes y los arbitrajes que nos llevarán hacia una sociedad mejor, con un nuevo sentido de democracia más digital y directa, con nuevos valores que permitan autorregular la convivencia, de ningún modo nos evitará resolver los problemas que nos plantea este presente de transición.
Pese a que estemos acostumbrados a ser la excepción, con relación a las tendencias de comportamiento y el impacto de las tecnologías en las personas, Argentina no se despega del fenómeno global. Basta repasar diferentes indicadores para tener esta perspectiva: el uso de las redes sociales, la penetración del celular y los niveles de conectividad, por un lado, y al mismo tiempo, el incremento de los indicadores de trastornos de ansiedad.
Entender este fenómeno es muy importante, porque tiene implicancias en todos los ámbitos, dentro de las organizaciones, dentro de las instituciones públicas y educativas, dentro de las familias, y desde ya, en términos de la lógica política.
Cerca de cumplir su primer año de gestión, y más allá de las discusiones ideológicas, no quedan dudas sobre la eficacia que ha mostrado la gestión de Milei. Los fundamentos cuantitativos detrás de esto ya son conocidos, el récord en tiempo y proporción de la corrección de las cuentas públicas y la constante mejoría en la trayectoria de los precios.
Sin embargo, hay otros elementos responsables de la eficacia de la gestión y radica justamente en contener perfectamente este momentum de la emocionalidad colectiva. Es ahí donde el despliegue de un programa de estabilización dio lugar a un pragmatismo que va construyendo el camino hacia una nueva Argentina. Ya no se trata de correr con más gasto público atrás del incendio, sino de mostrar convicción en probar algo diferente.
De la emergencia a la Argentina que pensamos ser
El reciente triunfo de Donald Trump y las reflexiones sobre el impacto para nuestro país nos ha ocupado intensamente estos días.
Por un lado, la preocupación por el sesgo proteccionista que Trump les imprimiría a sus políticas industriales. Eso podría retrasar la caída de la inflación y de las tasas de interés en Estados Unidos y apreciar el dólar. El impacto se vería en el deterioro en el precio de los commodities y retraería la entrada de capitales en países emergentes. Son todos factores que dificultarían la utilización del tipo de cambio como instrumento antinflacionario, como se viene haciendo.
En otro sentido, si Trump efectivamente presionara en favor de un acuerdo con el FMI que aporte fondos frescos a la Argentina, la probabilidad de eliminación del cepo aumentaría significativamente. En este punto aún es prematuro anticipar lo que ocurrirá; es sabido que el staff del FMI ha mostrado dudas con el nivel del tipo de cambio real, y el uso de reservas para intervenir en el mercado de cambios. Si un nuevo acuerdo no otorga necesariamente más grados de libertad, es probable que deje de ser una prioridad para el Gobierno en los próximos meses.
Más allá de esto, difícilmente podamos precisar la ecuación que consolide todos los pros y contras; centralizar el análisis en las discrepancias sobre apertura comercial y más mercado hoy sería un error.
El punto de contacto relevante entre ambos presidentes es la construcción de un liderazgo ‘auténtico' que permite ser catalizador del estado de urgencia e insatisfacción de los ciudadanos. Luego, cada uno tendrá su agenda propositiva que deberá alinearse con las demandas y preocupaciones locales.
Como vemos, el impacto de Trump medido en ‘clave cepo' es ambiguo y, adicionalmente, la marcha de la economía de las últimas semanas sigue validando un escenario con buenas perspectivas. El Gobierno sabe que avanzar sin endeudamiento externo adicional como hasta ahora puede implicar menor velocidad en términos de nuevo régimen cambiario, pero otorga mayor solidez en las correcciones de base.
Es justo en este punto donde deben interpretarse las recientes declaraciones del presidente sobre el fin de la recesión. Los indicadores de actividad van despejando las dudas, lo peor ya pasó, y la recuperación empieza a traccionar.
Sabemos que las expectativas dan paso automáticamente al siguiente nivel; la salida del cepo cada vez tiene menos dudas, y el ‘cuándo' pierde peso. Ahora avanzamos sobre el modelo de competitividad y desarrollo. El objetivo es mejorar nuestra productividad para que dejemos de conformarnos con rebotes frágiles y logremos un crecimiento sostenible e inclusivo. Argentina nunca sostuvo la expansión con un dólar barato, pero tampoco nunca lo intentó. Es ahí donde también estará en juego el cambio cultural.
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