No es lo mismo un ajuste por las buenas que por las malas
Si uno escuchara a alguien afirmar, en relación al programa económico del Gobierno, que "es importante que el Gobierno genere consensos políticos para avanzar en reformas clave", o que "se necesita un conjunto adecuado de políticas de ingresos y gastos para asegurar el debido reparto de los costos del ajuste", o que "será importante además mantener el valor real de la asistencia social focalizada y las jubilaciones, que deben seguir el ritmo de la inflación (no licuarse con la inflación)", o que "no se trata solo de hacer el ajuste, sino de asegurarse su buena calidad", uno pensaría que se tratan de declaraciones de un dirigente crítico de cómo Javier Milei está intentando arreglar la economía. Pero no, son declaraciones de Gita Gopinath, la subdirectora gerente del FMI, brindadas en una entrevista a un diario argentino.
Curiosas declaraciones de una funcionaria que habitualmente utiliza la neutralidad del lenguaje diplomático para opinar en público, y así evitar interpretaciones sesgadas. Pero que extrañamente decidió dar entrevistas y sostener recomendaciones que, a la luz de su rol diplomático, parecen advertencias que se querían deliberadamente hacer públicas. Estas recomendaciones de Gopinath nos invitan a reflexionar sobre cómo se está haciendo lo que se está haciendo o, si se quiere, a reflexionar sobre si ‘el ajuste' (que es la forma resumida que hemos adoptado de expresar el proceso de correcciones de desequilibrios económicos que se está encarando), se está haciendo bien o mal. O, para agregarle más matiz al asunto, si se está haciendo por las buenas o por las malas.
Está claro que nunca es sencillo hacer el ajuste, nadie hace con gusto lo que cuesta dolor hacer. Pero hay formas y formas, que pueden asegurar el éxito y la calidad del proceso. Quizá el primer aspecto, que es uno que reclama mucho el FMI, es la necesidad de que se construya un consenso político lo más amplio posible respecto de lo que se está haciendo. Siempre un médico va a pretender que el paciente esté convencido del tratamiento doloroso que tiene que atravesar, porque ello ayuda a lograr mejores resultados. Que haya el mayor consenso político es una virtud que debe perseguir quien está ejecutando el plan.
Lamentablemente el proceso electoral produjo una configuración del sistema político poco propicia para facilitar esta tarea. Tenemos el gobierno más débil de la historia política democrática argentina. Pero ello no es razón suficiente para liberar al Presidente de la necesidad de lograr el consenso político más amplio respecto de lo que se va a hacer. Ello requiere que el oficialismo no sea obstinado en decidir en minoría la forma de corregir los desequilibrios.
Por ejemplo, ni el FMI ni en el universo de economistas hay consenso respecto de que el programa económico debe producir un ajuste de 5 puntos del PBI para 2024. Esa meta, que está solo en la cabeza del Poder Ejecutivo no es una verdad revelada y podría ser discutida con el resto de los actores para buscar consenso respecto de cuánto ajuste conviene hacer para que este proceso tenga éxito y más consenso político y social.
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El segundo aspecto que contribuiría a que el ajuste tenga mejor calidad, en los términos que lo planteó Gopinath, es que las decisiones que se tomen tengan sustento legal. Este es un aspecto medular del proceso, porque precisamente la dificultad de tener un gobierno débil antes mencionada, produce un Ejecutivo que sufre de restricción decisional y no puede tomar decisiones (leyes) de manera autónoma, estando obligado a discutir las decisiones con otros actores.
En ese sentido, la caída del paquete fiscal de la Ley Bases significó un golpe a la calidad del programa económico. No solo porque el ajuste tendría un componente de aumento de ingresos (eso distribuía la carga del ajuste mejor), sino que se pierde la firmeza que otorga la sanción de una ley respaldatoria de los objetivos del programa económico.
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El tercer aspecto que ayudaría a dotar de mayor calidad al ajuste sería el de lograr todo el consenso social posible. Está claro que la promesa electoral de que el ajuste lo iba a pagar la casta era materialmente incumplible, el gasto de la casta no es suficiente para alcanzar las metas de ajuste. Pero no obstante ese error (es difícil no ser liviano en campaña con las promesas), el Gobierno podría tratar de trabajar para lograr el mayor consenso social detrás de la necesidad de perseguir estos objetivos.
El modo confrontativo en exceso con el que el Presidente ha venido actuando en su relación con el resto de los actores políticos, lo ubica más en su rol de panelista de Intratables que de Presidente, y no contribuye a construir un clima social propicio para la difícil tarea de arreglar la economía, sabiendo que tiene que producir dolor en la gente (más inflación y recesión, menos consumo, etc.).
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Como dice el dicho, lo cortés no quita lo valiente, y formas más persuasivas que pendencieras ayudarían a que el ajuste sea de mejor calidad. El presidente no se tiene que olvidar que hay gente detrás que está sufriendo el proceso, y ello reclama mucha sensibilidad de su parte.
En definitiva, está bastante claro que no había alternativa al ajuste como dijo el Presidente. Pero sí hay alternativas de cómo hacer el ajuste, con qué consenso político y social, y con qué calidad institucional. Ahí está la diferencia entre hacer el ajuste por las buenas y por las malas. Y no es una diferencia menor porque en buena medida de ello depende el éxito que se tenga en la empresa. No es lo mismo un ajuste por las buenas que por las malas.
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alberto lopez
el ajuste es el ajuste, ni bueno, ni malo, ni feo y punto.
todo lo acomodaticio es mediocre.
Líder, se nace o se hace, los políticos mediocridad total. La media o mediana en un cambio es nada.
Jose Luis Manto
Por las malas llego hasta acá y a lo sumo lo puede aplicar por un par de meses. Ahora queremos ver que tipo de incentivos trae para que venga la inversión a la Argentina.