

El economista y profesor de Harvard, Lawrence Summers, estuvo recientemente en la llamada reunión de primavera del FMI y el Banco Mundial, en abril de 2023. Dice que habló con un representante de un país emergente. Hablaron sobre el estado de la geopolítica y la economíamundial y esto le dijo: "Lo que obtuvimos de China es un aeropuerto. Lo que recibimos de Estados Unidos es una lección sobre los valores occidentales". Esta frase se puede aplicar muy bien a lo que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva puede estar pensando al acercarse a China y Rusia.
Esta estrategia internacional de Lula depende, sin embargo, de las ganancias comerciales y de inversión desde China. Si de hecho instalan muchos aeropuertos en Brasil, para usar la metáfora de Larry Summers, muy bien, el esfuerzo valió la pena. Si el dinero no llega o si llega en malas condiciones contractuales para Brasil, será difícil explicar esta estrategia no sólo a los brasileños sino a occidente. Las promesas de inversión de China en el pasado reciente en Brasil no se han cumplido, al igual que en Argentina, salvo por segmentos muy específicos de la economía, la avalancha de inversiones nunca llego. Es más, cabe recordar un informe del Banco Mundial que muestra una caída de las inversiones chinas en Latinoamérica en los últimos años, explicado posiblemente por una economía con menos crecimiento que se ha volcado con más fuerza al mercado interno chino.
Otro componente en la ecuación del tercer gobierno de Lula es el resultado de la guerra de Rusia contra Ucrania. Una parte del establishment brasileño que votó por Lula no simpatiza con la idea de apoyar a Vladimir Putin. O decir que tanto Rusia como Ucrania son responsables en forma similar de la guerra que estallo hace un año atrás debido a la invasión rusa a un país soberano.
Celso Amorim, quien vuelve a ser la figura clave como asesor estratégico de Lula para asuntos internacionales, busca recrear él un escenario político de hace ya 15 años atrás, cuando los BRICS eran una novedad, cuando China era el motor indiscutible de la economía global, cuando las visiones entre los emergentes en un marco de cooperación Sur-Sur estaban alineados, cuando EE.UU. y Europa buscaban salir de la crisis financiera y EE.UU. seguía atollado en Afganistán. Un mundo donde Lula era un líder más joven, un rockstar emergente que mostraba al mundo un liderazgo nuevo con gran cohesión popular en Brasil y con una visión de cambio. Pero ese mundo ya no existe y ese Lula tampoco existe más.
Lula navega en el límite de lo posible en este momento. La idea de que los estadounidenses alimentan las guerras tiene muchos seguidores en todo el mundo. Además, su primera visita internacional a un 'jugador global' fue a EE.UU., en una demostración de buena voluntad política.
Pero volviendo a Larry Summers, a quien no se le puede acusar ni remotamente de ser comunista ni de pertenecer a grupos de izquierda, el profesor de Harvard y exministro de finanzas estadounidense dijo el fin de semana a la agencia Bloomberg: "Estamos en el lado correcto de la historia, con nuestro compromiso con la democracia, con nuestra resistencia a la agresión en Rusia. Pero parece que estamos un poco solos en el lado correcto de la historia, ya que aquellos que parecen mucho menos en el lado correcto de la historia se unen cada vez más en una amplia gama de estructuras".

Washington deberá considerar cómo enfrentar este nuevo desafío, agregó. Las estructuras del FMI y el Banco Mundial también serán un tema clave a largo plazo, dijo. "Si el sistema de Bretton Woods no funciona bien en todo el mundo, habrá serios desafíos con propuestas alternativas. Hay una creciente aceptación de la fragmentación del mundo y, quizás aún más preocupante, creo que hay una sensación creciente de que el nuestro [EE. UU.] puede no ser el mejor fragmento con el que muchos quieren asociarse"
Hay una inmensa exageración en las teorías de la inevitabilidad del fin del imperio norteamericano, muy indilgada por la izquierda hace algunas décadas. Pero ciertamente hay un jugador nuevo, más poderoso y organizado que desafía a los EE. UU. hoy, y ese jugador es China. Entonces frente a este escenario Lula presenta su estrategia de la mano de Amorim. Para la diplomacia estadounidense, el Partido de los Trabajadores (PT) puede estar cometiendo un error. Pero aún es pronto para saberlo, lo que si no cabe duda es que la bipolaridad global vino para quedarse, sin embargo, al igual que en la guerra fría, en algún momento los espacios de independencia política se agotan. Y, como se dice en vos baja por los pasillos del Itamaraty, todo dependerá de la benevolencia de Xi Jinping hacia Brasil en los próximos meses y años.
Pero la estrategia de Lula encierra un riesgo: empezar a ser visto como alguien excesivamente vinculado a China. Si es así, el tránsito global del que está tan orgulloso terminará. De las recientes declaraciones a favor de Rusia en la guerra de Ucrania, una cosa es cierta: los líderes europeos ya no celebrarán tanto a Lula. Pero esto puede no ser un problema grande o duradero, si la apuesta multilateral paz junto a Rusia, China y Turquía funciona.
Sin embargo, una pregunta vuela en el aire seco de Brasilia, ¿es esta estrategia internacional con poca posibilidad de éxito una operación para mejorar la credibilidad de Lula internamente en Brasil?, En un marco político con fuerte capacidad de maniobra de la oposición en el Congreso contra Lula y un mercado que no confía en su plan económico, ¿es necesario jugar una carta tan arriesgada que de fracasar puede no sólo dificultar aun más su armado político interno, sino también sus alianzas occidentales? ¿Y si sale airoso con la firma de la paz, ese redito político impactara positivamente sobre la fragilidad política interna que Lula hoy posee?
Ciertamente, los jefes de estado que sólo dicen cosas bonitas no son tomados en serio. Y siempre es posible reposicionarse con el tiempo. Pero también hay que tener cuidado. EE.UU. puede digerir cualquier crítica y pasar a otro capítulo. Hacer eso con China es otra historia. Parece una apuesta demasiado arriesgada para un presidente débil que de salir mal, puede complicar la relación con ambos, EE.UU. y China.













