Opinión

El desafío electoral de cerrar las fronteras

Samuel Eldersveld, profesor de ciencia política de la Universidad de Chicago, solía decir que los partidos políticos son en sí mismos, un sistema político en miniatura. Uno encuentra en su interior procesos representativos, un sistema electoral, subprocesos para reclutar dirigentes y resolver conflictos internos, etc.

Esta idea de Eldersveld se puede aplicar a las coaliciones que hoy animan la escena política argentina, y puede resultar útil para entender un aspecto central del futuro proceso electoral: antes de que nos toque a los votantes elegir candidato, estos deberán ser seleccionados por las coaliciones, en un proceso que puede ser determinante para el resultado electoral.

Si miramos los antecedentes inmediatos, para ganar elecciones las coaliciones han tenido que aglomerar grupos de votantes heterogéneos. La agregación de votantes que naturalmente producen las PASO, facilita la tarea. Pero juntar votantes diversos se ha vuelto cada vez más difícil, porque estos se están volviendo: más sofisticados, más intransigentes, están más enojados y se sienten más independientes.

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Como suele decir Natalio Botana, con las redes sociales han asumido su propia representación política y se sienten en condiciones de discutirle las decisiones a los políticos como pares y no como subalternos, lo que los vuelve más inorgánicos.

Para elegir sus candidatos, los dos principales sistemas políticos en miniaturas que tenemos en el escenario deberán atravesar un proceso desafiante, con dos opciones en el menú: definir una fórmula de candidatos en un acuerdo de cúpula (el método que probablemente busque el oficialismo) o dejar que sean los votantes los que definan la fórmula (el método que busca Juntos por el Cambio). Pero ambos deberán tener el mismo objetivo estratégico como prioridad: que una vez adoptada la decisión se minimice el riesgo de que los votantes situados en las fronteras de apoyo del espacio se enojen con la decisión y migren hacia otras opciones.

La definición de la oferta electoral observa delicados riesgos en las fronteras de los espacios en un contexto de insatisfacción generalizada. Al margen de su baja competitividad, el Frente de Todos tiene un doble desafío. Además de la selección de sus candidatos, tiene el desafío de tener que disimular su oficialismo para intentar representar una opción de cambio, en un contexto donde sus propios votantes piden cambio. Es ese laberinto pareciera estar Cristina Kirchner, intentando sostener una narrativa como si extrañamente nada tuviera que ver con el gobierno.

Pero también deberá enfrentar el desafío de evitar fugas entre los votantes de frontera. Para poner un ejemplo de este riesgo, pensemos qué harían los votantes independientes (los pocos que le quedan al oficialismo o los que pueda pretender reconquistar), que siguen teniendo un sentimiento refractario hacia la vicepresidenta, si Cristina decidiera ser candidata. O por el contrario, qué harían los votantes dogmáticamente kirchneristas, que están en las antípodas del pensamiento económico de Sergio Massa, si finalmente el actual ministro de Economía terminara siendo elegido como el candidato del espacio. El propio Juan Grabois expresó por estos días el malestar a la opción Massa.

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Es cierto que en el caso del oficialismo, estamos hablando de votantes más orgánicos, menos independientes, que pueden aceptar las decisiones que toman sus líderes partidarios con más disciplina. Aquí la sola palabra de Cristina Kirchner podría alinear las voluntades detrás de cualquier candidato, incluso uno que nada tuviera que ver con el ideario kirchnerista. Pero ello no asegura que, ante una candidatura de Massa para ampliar los apoyos hacia el centro del espectro, no se produzcan fugas hacia la izquierda del ala más dogmáticamente izquierdista.

Juntos por el Cambio tiene un desafío aún mayor a la hora de definir la persona que encabezará su oferta electoral por dos motivos: porque tiene votantes que se sienten más independientes (más inorgánicos) y que se han vuelto algo más intransigentes por la frustración del 2015-2019; pero también porque las diferencias que se vienen evidenciando entre sus potenciales candidatos han ensanchado la distancia que hay entre el ala más socialdemócrata del espacio y el ala más liberal. Cerrar esa brecha eligiendo a un candidato será todo un desafío para el espacio con muchos riesgos de fugas entre los votantes de frontera.

Esos riesgos se pueden ver al analizar los dos escenarios hoy más probables para encabezar la oferta electoral del espacio: que la oferta la encabece Horacio Rodríguez Larreta o Patricia Bullrich, los mejor posicionados para esa carrera. Si fuera el caso de que el jefe de Gobierno de la ciudad se impusiera, será una candidatura que ofrecería mucha potencialidad para captar apoyos de los votantes más centristas y moderados del espectro, lo que la volvería muy competitiva para enfrentar al oficialismo. Pero pudiera encontrar riesgos de fuga entre los votantes más liberales del espacio que pudieran ver la candidatura de Javier Milei como más atractiva.

Por el contrario, si fuera Patricia Bullrich la que se impusiera, pudiera ser una oferta atractiva para contener al ala más liberal del espacio y que estos no sigan fugando hacia Milei como opción más atractiva, pero ofrecería muchos riesgos para contener a los votantes más centristas o menos liberales del espacio que, con un candidato no kirchnerista encabezando la oferta del oficialismo (¿Massa?), pudieran fugar hacia el centro.

El modo en que se resuelva este proceso y la forma que adquiera finalmente la oferta, será un gran determinante de la competitividad de cada espacio, y necesariamente obligará a ambas coaliciones a tener una estrategia de contención para votantes de frontera que pudieran quedar dolidos por el resultado. Hay que abarcar lo más posible y luego apretar todo eso para aglomerar votantes heterogéneos, con el riesgo siempre latente de que el que mucho abarque poco apriete.

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