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Elon Musk busca cerebros: el plan detrás de su ambición de los implantes neuronales

El hombre más rico del mundo, el emprendedor más audaz y el CEO más controvertido avanza con Neuralink. ¿Queremos que alguien como él se meta en nuestras cabezas?

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Elon Musk está preparando el lanzamiento más trascendental de su carrera. Pero no tiene que ver con la ciencia de cohetes: es la cirugía cerebral.

La compañía de Musk, Neuralink Corp., busca un voluntario para su primer ensayo clínico, lo que significa que requiere a alguien dispuesto a que un cirujano le extirpe un trozo del cráneo del tamaño suficiente para que un robot pueda insertar en el cerebro una serie de electrodos y cables ultra delgados. Cuando el robot haya finalizado, el fragmento faltante del cráneo será reemplazado por una computadora del tamaño de una moneda que permanecerá allí durante años. Su función consistirá en leer y analizar la actividad cerebral de la persona, y luego transmitir esa información de manera inalámbrica a una tablet o laptop cercana.

El candidato ideal para el ensayo sería un adulto menor de 40 años cuyos cuatro miembros estén paralizados. A este paciente le insertarían el implante de Neuralink en lo que se conoce como el sector del picaporte de la corteza premotora, que gobierna las manos, las muñecas y los antebrazos. El objetivo es comprobar que el dispositivo puede recolectar, de manera segura, datos útiles de esa parte del cerebro del paciente, un paso clave en los intentos de Neuralink por convertir los pensamientos humanos en una serie de órdenes que podrían ser comprendidos por una computadora.

Varias compañías y equipos de investigación ya han creado implantes que pueden ayudar a los pacientes a cumplir tareas básicas con el pensamiento, como tocar objetos con el cursor en la pantalla. Siguiendo la costumbre de Musk, Neuralink se ha fijado promesas más vastas.

En los últimos cuatro años, a partir de la primera exhibición pública de la compañía, quedó la impresión de que pronto habría clínicas ubicuas en las que cualquiera podría someterse a una cirugía robótica de 15 minutos y salir convertido en un híbrido de hombre y máquina. Esos cyborgs podrían descargar información como lo hacía Keanu Reeves en Matrix, o subir sus pensamientos a un depósito, incluso en otros cerebros. "Esto sonará muy raro pero en último caso lograremos la simbiosis con la inteligencia artificial", comentó Musk en la primera exhibición de 2019, cuando la empresa anunció que en 2020 empezarían los primeros ensayos con humanos.

Los plazos poco realistas están entre las técnicas favoritas de gestión de Musk. A su favor debe decirse que, con el tiempo, ya ha hecho realidad varios sueños impensados. Pero si bien los cohetes y los autos son asuntos serios, los implantes neuronales requieren de una perfección que está en un nivel por completo diferente. No es posible sacar a las apuradas un implante cerebral al mercado y esperar que todo resulte bien.

Otras dos compañías, Synchron y Onward, tienen más de un año de ventaja en ensayos humanos con implantes cerebrales y tecnologías afines. Neuralink, en cambio, ha recibido mucha más atención que los decenios de investigaciones graduales y mayormente académicas que la precedieron, y no siempre eso ha sido a su favor.

Algunos neurocientíficos afirman que Neuralink está exagerando con la tecnología. Grupos defensores de los animales la acusaron de crueldad con monos, cerdos y otros mamíferos en los que probó hasta ahora los implantes. En el fondo de todo está Musk, cuyo personaje cada vez más maníaco y reaccionario en las redes ha hecho poco por indicar que sea el candidato ideal para producir a gran escala aparatos de control de la mente.

Todas esas preocupaciones son válidas. Pero el ensayo de Neuralink también genera entusiasmo. La compañía parece haber impulsado el avance en un sector que se mueve con lentitud y estabilidad, y ya ha producido el implante cerebral más potente y elegante del planeta. Si ese producto funciona como se pretende, las versiones siguientes podrían mejorar, de manera milagrosa, la vida de millones de personas que sufren de parálisis, apoplejías, ELA y pérdida de audición y visión. Mientras tanto, su relevancia ya ha lanzado a los inversores a buscar la próxima Neuralink.

 Un mono de prueba de Neuralink juega un juego diseñado para detectar ciertos patrones de pensamiento. 

En los últimos tres años hice diez viajes a las instalaciones de Neuralink en Silicon Valley y Austin. A la par de las demandas impacientes de Musk he visto a su equipo avanzar profundamente en las ambiciones y la tecnología. Mientras aprestan el ensayo, la presión por triunfar es algo que ni el propio Musk ha visto antes. Después de todo, Tesla Inc. tardó muchos años para producir sus autos de forma masiva, y los primeros tres cohetes de SpaceX explotaron. Cuando se trata de cerebros "no podemos hacer estallar los primeros tres", admite Shivon Zilis, director de proyectos especiales de Neuralink. "No tenemos esa opción aquí".

La carrera por los implantes

La historia moderna de los implantes cerebrales empezó con los avances tecnológicos de los años ‘90. Simplificada al máximo, la ciencia es la siguiente: Los pensamientos hacen que las neuronas se disparen en formas específicas, y esas formas tienen cierto grado de coherencia dentro del cerebro. De hecho, más o menos las mismas neuronas se activan cuando una persona piensa en mover brazos o dedos, al margen de que los mueva o no. Los cerebros se encienden de formas similares y coherentes cuando las personas quieren mover el cursor a algún lugar en la pantalla. Lo mismo vale para el habla: pensar en decir una letra o palabra hace que las mismas neuronas se activen como si la persona estuviera hablando. Aunque no se diga nada, una computadora bien entrenada podría distinguir la intención y, en teoría, hablar por la persona.

La dificultad consiste en detectar cada artículo en el diccionario neuronal, lo que exige recopilar y estudiar toneladas de datos sobre los mensajes cerebrales de muchas personas. Para obtener las señales más claras lo deseable es colocar sensores que estén lo más cerca posible de las neuronas. Algunos investigadores procuraron evitar la cirugía manteniendo los dispositivos fuera del cráneo, pero la distancia y la interferencia arrojaron pocos resultados. Los datos más precisos provienen por lo general de electrodos ubicados justo a la par de las células cerebrales.

Durante los últimos veinte años, el equipo Utah ha sido el implante a vencer. Es un diminuto cuadrado plano de sílice que podría caber en la uña de un niño. De sus bordes sobresalen cables, y en un lado del chip hay una placa con unas 100 puntas rígidas. Para implantarlo el cirujano debe practicar una craneotomía, que consiste abrir un gran agujero en el cráneo del paciente, y luego clavar suavemente las puntas en el cerebro. Los cables se ubican de modo de conectarse con un puerto de metal que sale visiblemente del cuero cabelludo una vez que la herida ha sido suturada. Para usar el dispositivo luego de la operación se adosa a la cabeza del paciente una computadora del tamaño de un cubito.

Los investigadores han hecho grandes avances con el sistema de Utah. Lo usan para leer y traducir la actividad cerebral de personas con parálisis y otros trastornos. El software creado con esta información permite que los pacientes se comuniquen con cuidadores y seres amados, o manipulen brazos robóticos para levantar objetos. La contra es el diseño tosco del equipo, que casi no ha sido modificado en veinte años. El mecanismo también requiere de muchas computadoras y otros equipos que deben ser operados por personal capacitado y mucho cuidado médico, lo que hizo que se mantuviera restringido mayormente a laboratorios de investigación.

En 2016 Musk fue uno de los fundadores de Neuralink junto con siete científicos y US$ 100 millones de su propio dinero. Su ostentosa inversión, y las vastas promesas sobre la tecnología demostraron ser irresistibles para los capitalistas de riesgo. Desde entonces Neuralink ha recaudado unos US$ 500 millones, incluyendo US$ 280 millones este año, y esa atención ayudó a guiar a los inversores a otras iniciativas de interfaz entre cerebros y computadoras, tanto proyectos universitarios de vieja data como nuevas startups. El año pasado, 37 de esas compañías juntaron unos US$ 560 millones, señala la firma de investigaciones PitchBook.

El prototipo del implante de Neuralink. 

Buena parte de esas empresas tienen el mismo objetivo primario: construir un dispositivo de estudio del cerebro que pueda dejar atrás los laboratorios. El implante ideal deberá tener la suficiente potencia informática para registrar y aportar enormes cantidades de datos y a la vez transmitir esos datos mediante potentes mensajes inalámbricos. Esto debería hacerse usando la menor cantidad posible de potencia de baterías y sin calentarse demasiado, lo que podría irritar o lesionar al paciente. Más allá del equipo, las firmas de interfaz cerebro-computadora también precisan de un software con habilidades de aprendizaje de máquinas y efectuar miles y miles de ensayos.

El implante de Neuralink se ubica de manera invisible debajo del cuero cabelludo, al ras del cráneo. También está repleto de la suficiente potencia informática para manejar tareas que van más allá del pensar y cliquear. En el futuro más cercano la idea es facilitar un tipeo a gran velocidad junto con el uso sin trabas del cursor.

Neuralink también está trabajando en un implante complementario en la columna vertebral que pretende restaurar el movimiento y las sensaciones a personas paralizadas. "El objetivo a corto plazo de la compañía es producir una interfaz cerebral generalizada y restaurar la autonomía a aquellos con afecciones neurológicas debilitantes y necesidades médicas no atendidas", señala DJ Seo, cofundador de Neuralink y vicepresidente a cargo de ingeniería. "Luego, el objetivo a largo plazo es tener esto disponible para miles de millones de personas y liberar el potencial humano hasta ir más allá de nuestras capacidades biológicas".

Aunque algunos competidores han superado a Neuralink en ensayos humanos, la tecnología básica de la empresa es la que está más cerca de ser una computadora de usos generales dentro del cerebro. El implante tiene unos 1000 electrodos para recopilar datos cerebrales, frente a los 16 de los dispositivos rivales. El hardware de Neuralink es una muñeca rusa de sistemas de procesamiento, comunicaciones y carga, incluyendo batería y amplificación de mensajes. Los competidores, en cambio, todavía deben conectar sus implantes mediante cables a una batería del tamaño de un marcapasos y a unidades de amplificación que a menudo deben implantarse en el pecho del paciente usando cirugía. La batería de Neuralink dura unas pocas horas y puede recargarse de manera inalámbrica en un par de horas usando una gorra de béisbol adaptada.

Otra jugada favorita de Musk es hacer fabricaciones clave dentro de su estructura, lo que agrega riesgos financieros pero ahorra tiempo. Neuralink hasta produce sus propios semiconductores, un paso sumamente extraño en el negocio de los dispositivos médicos. Los adapta especialmente a sus necesidades de baja potencia y poco calor. En Austin convirtió un viejo bar en una línea de producción de implantes y un centro de pruebas de 1100 metros cuadrados. Junto con las típicas máquinas, tornos y cortadores láser, el lugar incluye equipos más extravagantes, como un gabinete del tamaño de una heladera, lleno de un forma de fluido cerebral sintético, que calienta, enfría y agita los implantes para simular años de vida.

La prioridad durante la cirugía es no provocar sangrados ni tejido cicatrizado en el cerebro del paciente. Con ese objetivo Neuralink también creó su propio robot quirúrgico. Es una enorme máquina blanca de más de dos metros de altura con base cúbica que sostiene una torre de equipos electrónicos.

Una vez que un humano corta un agujero en el cerebro de un paciente, el robot ejecuta la tarea ultra delicada de colocar en el cerebro los cables con electrodos, que Neuralink llama "hilos". El robot tiene cámaras, sensores y una diminuta aguja producida con láser que hace un nudo al final de cada hilo. Uno por uno la aguja empuja en el cerebro los 64 hilos, cada uno de ellos con 16 electrodos, al tiempo que elude cuidadosamente los vasos sanguíneos. A ningún humano se le permitiría hacerlo en vista de que cada hilo tiene un grosor de 5 micrones, o la decimocuarta parte del diámetro de un cabello humano. Para mayor protección del tejido, los hilos fueron creados para ser delgados, plegables y firmes, además de estar recubiertos con un polímero especial que impide su deterioro con los años.

Neuralink produce su propia microelectrónica lo que implica riesgos financieros, pero ahorra tiempo.

La decena de robots de Neuralink ejecutó en 2021 unas 155 de esas cirugías en ovejas, cerdos y monos, y otras 294 el año pasado. En el caso de humanos, la preparación quirúrgica y la craneotomía deberían durar un par de horas, seguidas por los 25 minutos que demanda el implante concreto. "Los últimos dos años fueron para preparar un producto listo para los humanos -aclaró Seo-. Es hora de ayudar a un ser humano real".

En una de mis visitas, Musk empujó a Seo y al resto de los ingenieros a hacer más, y hacerlo más rápido. Quería que el robot ejecutara la cirugía en menos tiempo y sin la ayuda de un cirujano humano. Pretendía que los expertos en semiconductores se olvidaran de lo que habían aprendido en la universidad y probaran técnicas de producción más simples. Quería que los implantes fueran más pulcros y duraran más, y que tal vez todos tuvieran que volver a pensar todo de nuevo.

Vi a científicos que hacían una mueca al considerar la distancia entre las exigencias de su jefe y la capacidad física del hardware. Pero también vi a Musk practicar una forma de comparación entre patrones para la que está especialmente dotado, adelantándose a pensar de qué manera los cambios en el diseño afectarían luego la producción en masa. Esa actitud experimentada parecía conferir a su equipo la confianza de que él está en lo cierto, que tiene algún tipo de plan maestro por el cual sabe que ellos estarán a la altura.

El estilo de conducción de Musk tiene su lado positivo. Ha producido el cohete más exitoso del mundo y la automotriz mejor valorada. Desde luego, sus primeros bocetos suelen ser desastrosos, como lo puede decir todo el que haya gugleado "Ventana de cibercamión". Y con la transformación de X, antes Twitter, para que gire alrededor suyo, ha demostrado que su aptitud como ingeniero no siempre desemboca en elecciones racionales de productos.

La presión del CEO

Seo y Musk son los únicos fundadores de Neuralink que siguen con la compañía. (Los otros seis se fueron por decisión propia o debido a discrepancias sobre el rumbo de la compañía; varios de ellos han creado sus propias empresas desde entonces). Seo dirige el desarrollo del implante y del robot quirúrgico. Jeremy Barenholtz, un científico informático que hace apenas dos años egresó de la Universidad de Stanford, ha surgido como uno de los principales directivos y se ocupó del arduo proceso de aprobación por parte de la Dirección de Drogas y Alimentos (FDA) de EE.UU. Musk suele darse una vuelta pero se mantiene como director ejecutivo y la autoridad con la última palabra. Una visita en julio de 2022 a la sede central de la compañía en Fremont, California, demostró como funciona todo en la práctica.

Musk convocó a ingenieros y directivos de alto nivel para que lo pusieran al tanto de los avances más recientes camino a los ensayos con humanos. El equipo se reunió en una mesa rectangular en la principal zona de trabajo de la oficina. Un espacio grande y abierto repleto de personas con computadoras, prototipos de robots y equipos de prueba. Vestido con traje negro y sosteniendo una Red Bull, Musk estaba de pie en la cabecera de la mesa y empezó preguntando por los competidores. Mientras los empleados daban actualizaciones, los fusiló con preguntas técnicas. Estaba especialmente interesado por Synchron, que ya había recibido la autorización de los reguladores para comenzar las pruebas con humanos.

Una oveja preparada con el implante y una batería adosada. 

La propuesta de Synchron es una tecnología que no precisa hacer cortes en el cráneo. Fabrica un pequeño producto con forma de stent, llamado "stentrode", que puede deslizarse a un vaso sanguíneo del cerebro a través del sistema vascular del paciente. El equipo no puede quedarse a la par de las neuronas para obtener las mejores señales, pero los pacientes con parálisis ya lo estaban usando para navegar por páginas web y mandar mensajes por WhatsApp. "Deberíamos superar por lejos al stentrode -opinó Musk-. Ellos ya nos están ganando. El año que viene quiero estar en decenas de personas".

Sus lugartenientes sonrieron al unísono. Barenholtz tenía la poco envidiable tarea de explicar a Musk que la FDA quería esperar al menos un año antes de que se efectuara la primera cirugía de la compañía con la idea de implantar a más personas.

"Inaceptable", respondió Musk. "Por lo general, la forma de trabajar de los reguladores es decir algo y ver qué sucede. Si el paciente es partidario del dispositivo y dice que es increíble y nosotros no vemos complicaciones, aprobarán el siguiente con mucha rapidez". Recordó que lo mismo pasó con SpaceX a la hora de obtener autorizaciones federales para más prueba con cohetes: "Si la cosa funciona bien, y hay una campaña de cartas a la FDA, les garantizo que se moverán".

En otro encuentro para "actualizar a Elon" de unos meses más tarde, Musk dirigió la mira a Onward, que produce implantes que se recuestan sobre la columna vertebral. El aparato, que manda pulsos eléctricos que ayudan a reanimar los músculos, permitió que las personas con parálisis volvieran a caminar. Su andar tiende a ser algo brusco, pero a las personas que han estado paralizadas -y a sus familiares- el acto de ponerse de pie y caminar de nuevo puede ser equivalente a una experiencia religiosa.

Seo (a la izquierda) y Barenholtz hablan de datos en Austin en septiembre pasado. 

Musk también asistió para preparar una exhibición importante. Neuralink preveía anunciar que había empezado a trabajar en su propio implante de columna, que estaría asociado al implante cerebral. Esta vez Musk parecía más agitado y presionó con más fuerza.

-En general, la compañía necesita avances más rápidos -le dijo a Joseph O'Doherty, uno de los ingenieros convocados-. El ritmo de avance es muy lento.

-Ok-, respondió O'Doherty.

-Refuércenlo.

-Ok.

-Lo digo en serio.

-Entendido.

-Apúrense. Vamos.

Nada de eso era un juego. O'Doherty se lo tomó con calma y pasó a dar una extensa presentación sobre el avance de Neuralink con su temprana tecnología vertebral, y mostró videos del uso de un implante para estimular las piernas de cerdos de modo que pudieran caminar sobre una cinta. La conversación abarcó diferentes partes del cerebro, partes de la columna, las placas con puntas, modelos de aprendizaje de máquinas y más cosas. Musk, que no tiene formación médica, siguió todo con atención. Hizo una sugerencia referida a cómo se podría modificar el implante para producir movimientos menos bruscos en el andar del animal.

Sus ideas a veces carecían de sentido práctico, pero otras daban en el blanco. Después de una visita los ingenieros de semiconductores reformularon su proceso para enlazar los hilos a los chips de la compañía en el dispositivo de Musk, y su velocidad de producción subió un 50 por ciento, mientras que los defectos bajaron, comentó Zack Tedoff, el director de interfaz cerebral en la división de microcircuitos. El equipo que trabajaba en el implante de columna volvió al tablero de diseño para tratar de lograr que sus cerdos caminaran de una manera más parecida a la de la vida real, y Barenholtz casi que se quedó a vivir en la oficina para atender las demandas de Musk.

Con respecto a la FDA resultó que Musk tenía razón. Neuralink ha recibido inyecciones de interés de miles de posibles pacientes, y el organismo hace poco le dio la luz verde para ejecutar nuevos ensayos con los implantes en 2024, sin un período de evaluación de un año. La compañía calcula que cada cirugía de implante costará unos US$ 10.500, incluyendo exámenes, componentes y mano de obra, con un costo para los asegurados de hasta US$ 40.000. Prevé ingresos anuales de unos US$ 100 millones en el plazo de cinco años. Neuralink contempla ejecutar 11 cirugías en 2024, 27 en 2025 y 79 en 2026. Luego las cosas se incrementarán al pasar de 499 operaciones en 2027 a 22.204 en 2030, señalan documentos entregados a inversores.

Antes de que terminara aquella reunión de septiembre de 2022, Musk puso énfasis en la velocidad aludiendo a un nivel totalmente diferente, "como si viniera el fin del mundo". Dijo que el motivo de trabajar con tal velocidad drástica era para asegurarse de que los cerebros humanos híbridos con implantes siguieran siendo competitivos ante una teórica superinteligencia artificial que bien podría acabar con la humanidad. "Tenemos que llegar allí antes de que la IA se quede con todo", afirmó. "Queremos ir hacia allí con un sentido maníaco de la urgencia. Maníaco".

El factor animal

No hay nada placentero en probar dispositivos médicos en animales. En algún nivel, esa práctica es una forma de sacrificio animal en el altar de la ciencia, ya que aumenta su dolor con la esperanza de reducirlo en humanos. Pero Neuralink ha soportado una vigilancia especial en el tratamiento de las pruebas con animales, especialmente este año. Informaciones en Wired, Reuters y otros medios han detallado complicaciones quirúrgicas, efectos adversos en el comportamiento y sufrimiento prolongado, especialmente entre los primates de Neuralink. Estas informaciones indican que algunos monos con implantes se rascaban y tocaban la cabeza hasta sangrar, o se comportaban con indiferencia y dolor hasta que debían sacrificarlos. Los artículos recientes de Wired, que califican de "espantosas" y "horribles" las muertes de los monos, se basaban en datos públicos que había podido obtener y en entrevistas con investigadores.

El robot de Neuralink con un maniquí de prueba debajo de las mantas. 

Neuralink admite que cometió errores durante las cirugías exploratorias, aunque los atribuyó a fallos humanos antes que a problemas con sus equipos. Recalca que los testimonios más preocupantes corresponden a los primeros años, antes de que hubiera construido su propio centro de pruebas en Fremont, y que allí se ha esforzado por ofrecer unas mejores condiciones de vida.

"Siempre voy a encontrar maneras de proteger al animal que tenga frente a mí", asegura Autumn Sorrells, directora de las pruebas de Neuralink con sujetos no humanos, quien previamente era supervisora de bienestar de animales de laboratorio en la Universidad de California en San Francisco. "Nos llaman ‘asesinos' o ‘abusadores de animales' y después venimos a trabajar y abrazamos a una oveja para asegurarnos de que tenga un gran día. Es difícil". Sorrells apunta que los animales de Neuralink tienen jaulas más grandes, más comida y más opciones de esparcimiento, y mucha más socialización de la que ella vio en otros laboratorios.

Eso cuadra con mi información. Ahora llevo tres años viendo al mismo grupo de monos macacos de Fremont. A todos en algún momento les colocaron implantes en el cerebro. Los dispositivos pueden retirarse y un par han recibido modelos más nuevos. Diecisiete de esos monos siguen activos, con buena salud y aportando datos cerebrales a Neuralink; tres fueron retirados a un santuario, y uno debió ser sacrificado como parte de un proceso planificado.

Antes de ingresar en la instalación para animales hay que ponerse guantes, una bata, botas, una máscara y protector de ojos. También nos informan sobre cómo acercarnos a los animales: lentamente, con cuidado, sin hacer contacto visual. Si miras a un mono a los ojos, que es una señal de agresión, el mono podría descontrolarse. En el interior los espacios de juego están llenos de juguetes, falsos árboles y equipos de patios de recreo. Suele escucharse música y hay televisores cerca, que en general exhiben programas sobre la naturaleza.

La función primaria de los monos es demostrar que tanto el dispositivo como el robot quirúrgico pueden funcionar como fueron previstos. Cuando resulta posible también aportan al traductor de pensamientos de la compañía jugando juegos de computadora.

Sí, Neuralink tiene una habitación llena de monos sentados frente a computadoras donde les leen las mentes, y se ve más raro de lo que suena. Durante un par de horas todos los días los primates fijan la vista en las pantallas a las que llevan con rueditas frente a las jaulas. Ellos pueden elegir entre juegos con joysticks y pantallas táctiles (como encontrar letras o deletrear palabras), o juegos que dependen de los clicks controlados por el cerebro. En un ejemplo se ve en la pantalla una grilla de pequeñas cajas de 35 x 35, luego una de las cajas se enciende. La tarea del mono es mover el cursor hacia ese lugar mediante el pensamiento. Con el tiempo los monos logran cumplir más rápido la tarea, y la presunción es que lo mismo sucederá con humanos.

En los centros de investigación de contratistas es habitual efectuar tareas similares privando a los animales de agua y comida y aferrándoles las cabezas con arneses de metal para que no las muevan. En vez de experimentar con esos tormentos propios de La naranja mecánica, los monos de Neuralink comen frutas y bocadillos mientras hacen la tarea, y pueden detenerse cuando quieren. "Cada vez que salen de lo que nosotros llamamos el sector del consentimiento, eso indica que terminaron y que tenemos que retirarnos", explicó Sorrells.

La compañía está empezando a trasladar las pruebas animales y buena parte de sus actividades de California a Texas, donde cuenta con un nuevo predio de 15 hectáreas en las afueras de Austin. Esta ubicación tiene una dependencia quirúrgica con múltiples quirófanos, establos, un edificio de patologías y un bar temático de ciencia ficción para empleados. Neuralink prevé construir un espacio cubierto y al aire libre para los primates. Hoy cuenta con decenas ovejas y cerdos recluidos allí.

En una visita reciente los cerdos llevaban pequeñas mochilas con baterías adosadas en la cabeza para mantener la carga de sus implantes. Los animales también disponen de botones en sus corrales que pueden presionar con los hocicos para pedir comida o salir a pasear por el establo.

Hay una larga distancia entre el botón de hocicos y los implantes para 22.000 humanos. Al igual que los desperfectos con cohetes, un fallo en una cirugía o un implante que libere productos químicos en el cerebro de una persona retrasaría por años a la empresa. Y más allá de la seguridad básica, el dispositivo tiene que cumplir con su promesa. Los humanos podrán contar cosas del implante que los monos no pueden expresar, como cuáles son sus límites.

De momento, incorporar el kung fu al cerebro sigue siendo algo de ciencia ficción. Seo dice que los implantes futuros tendrán 128 o más hilos y que la próxima versión del chip adaptado de Neuralink debería contar con una duración extendida de batería de hasta 11 horas. "La meta es llegar a un día completo", señaló, punto en el que los pacientes podrían recargar los implantes durante la noche mediante un parche de carga incorporado a la almohada.

El factor Elon hace todo más complicado. Y aun así, si su jactancia rinde frutos, habrá tenido un papel central en mejorar de manera gigantesca la vida de muchas personas. Si esa idea les genera preocupación traten de no pensarla mucho.

Fotografías de Damien Maloney

La versión original de esta nota se publicó en el número 360 de revista Apertura. En alianza con Bloomberg Businessweek.

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