Estadios virtuales y el futuro del fútbol en el metaverso

Los estadios virtuales arrancarán un nuevo debate sobre quienes son los 'verdaderos' aficionados del deporte, una idea que el año pasado hizo naufragar la Superliga.

Cuando el año pasado el fútbol europeo vivió un conflicto por los planes para lanzar una Superliga disidente, un tema clave en la disputa fue el concepto del "verdadero aficionado". El término se utilizó para atacar a la docena de clubes de fútbol que se habían sumado a la enriquecedora fuga a una nueva liga en detrimento de las competiciones nacionales tradicionales.

Según los críticos, su decisión parecía declarar la fría supremacía de los intereses comerciales y la búsqueda de nuevos aficionados sobre la voluntad de los "verdaderos" hinchas, que mostraban su devoción protestando ante los estadios de sus equipos.

La implicación más amplia era que la base global de aficionados que estos grandes clubes perseguían, más explícitamente en Asia, podía ser lucrativa, pero nunca alcanzaría la misma influencia o consideración que los "verdaderos aficionados", por muy ferviente que fuese el amor por el Liverpool en Lahore, o por el Barcelona en Beijng.

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La Superliga tambaleó entonces, pero la tecnología está a punto de darle a este debate una nueva e intrigante dimensión. El metaverso aún está lejos de tener una definición completa; una pregunta bastante básica, pero aún sin respuesta, es si el principal punto de entrada será a través de visores de realidad virtual inmersivos, celulares de realidad aumentada, lentes ligeras u otro hardware especulativo.

Sin embargo, hay más acuerdo en que el metaverso nos empujará hacia una situación en la que ciertas "realidades" se definen por la experiencia más que por el elemento físico. Cuando millones de aficionados acuden a "conciertos" virtuales en juegos como Fortnite, está claro que las líneas de la realidad ya se están difuminando.

Lo que nos lleva al reciente anuncio del Manchester City FC y de Sony de que están trabajando en la creación de una versión exacta para el metaverso del estadio del campeón de la Premier League, el Etihad, que podría ser visitado por aficionados de todo el mundo a través de sus avatares. Sony, que describe el proyecto como una prueba de concepto, ya está muy presente en el deporte, y sumado a sus enormes intereses en la música, los juegos y el entretenimiento, está intentando poner banderas en los espacios a los que cree que los consumidores acabarán acudiendo en masa.

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A pesar de todo, la compañía sigue siendo sumamente cauta sobre el rumbo de este proyecto conjunto y sobre las implicaciones que podría tener para el aficionado al fútbol. Dada la gran complejidad de los derechos de transmisión del fútbol, por ejemplo, Sony aún no puede afirmar con tranquilidad si el Etihad digital podría llegar a convertirse en un recinto para un gran número de aficionados de todo el mundo. Sin embargo, todo en la estrategia de la compañía sugiere que está preparando el terreno precisamente para ello.

De momento, supongamos que algo así es lo que Sony, el Manchester City y muchos otros clubes deportivos (no sólo del fútbol) tienen en mente. El estadio virtual, que por ahora parece probable que sea gratuito, apela a la esquiva "implicación del aficionado" que los clubes quieren conseguir tan desesperadamente por miedo a que desaparezcan las antiguas garantías de contar con una de audiencia. Estos clubes están obsesionados con ampliar sus bases de aficionados y con ganarse la lealtad (y los ingresos) de una generación más joven que dedica mucho más tiempo a ver contenidos, pero divididos en pequeños espacios autogestionados en los que un partido de fútbol de 90 minutos debe competir por un puesto. La propia Sony afirma que su objetivo es acercar más al "club y a sus seguidores de todo el mundo".

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Es en este espacio donde pueden producirse futuras fricciones. La idea de la Superliga está dormida, más que muerta. La última vez, la marcha atrás se debió a que los que protestaban en Liverpool, Manchester y Madrid eran los aficionados "más cercanos" a los clubes. En un nuevo mundo, quizá no muy lejano, en el que todos los grandes clubes tengan también un estadio gemelo virtual, el fanatismo global no sólo experimentará una sensación de mayor cercanía, sino que los responsables de tomar las decisiones en el deporte también la considerarán más cercana.

La posible migración a los estadios del metaverso arranca en un momento en el que a un número cada vez mayor de consumidores se muestran menos preocupados por la distinción entre la experiencia digitalizada superrealista y la dura (y quizás peligrosa o inaccesible) realidad.

En algún momento de esa trayectoria, la presencia física de un individuo en un estadio real se convertirá en un testimonio de su fanatismo mucho menos valioso que el actual. Puede que vean la realidad como algo infinitamente más satisfactorio, pero cuando la realidad deje de ser tan fácil de definir, ¿quiénes serán en ese momento los "verdaderos aficionados"? ¿Podrán oponerse con la misma eficacia a los cambios que no les gusten?

Por ahora, el lenguaje tribal del deporte asegura que "verdaderos aficionados" se conjuga como un verbo irregular: nosotros somos, ustedes podrían ser, ellos no son.

Puede que el metaverso, entre sus muchas promesas de transformar la vida tal y como la conocemos, haya venido para acabar con esa peculiaridad gramatical.

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