Recambio ministerial: las señales ocultas detrás de las designaciones de Alberto Fernández
El Presidente nombró a tres mujeres en ministerios clave. El detrás de escena de las designaciones y el gesto que trató de dar el albertismo puro. Las presiones del kirchnerismo y la CGT
El recambio ministerial del Gobierno con la llegada a la Casa Rosada de tres nuevas mujeres como ministras llevó el sello propio del Presidente: es decir, Alberto Fernández buscó imponer nombres de su extrema confianza, dar una señal a los gobernadores del PJ y desterrar la idea de que el kirchnerismo le maneja todo el poder.
La designación de Victoria Tolosa Paz en Desarrollo Social, Ayelén Mazzina en el Ministerio de la Mujer que había dejado vacante Elizabeth Gómez Alcorta y la llegada de Kelly Olmos a Trabajo es una clara muestra de un albertismo que lucha por sobrevivir en el año y medio de mandato que le resta al Presidente.
Desde el kirchnerismo duro ayer se mostraban sorprendidos porque Alberto Fernández no hizo consulta alguna con la Vicepresidenta Cristina Kirchner al momento de ejecutar el recambio ministerial
Desde el jueves por la noche en que renunció Gómez Alcorta al Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad con fuertes denuncias contra el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández por el operativo de desalojo de mapuches en Bariloche, hubo fuertes presiones de sectores del kirchnerismo por imponer nombres y hacer un amplio recambio ministerial.
Alberto Fernández avaló la idea de hacer un cambio mucho más profundo que la simple modificación de caras en el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad
El Presidente aceptó a regañadientes sacar del Ministerio de Trabajo a un hombre de su extrema confianza como era Claudio Moroni que venía muy cuestionado desde el kirchnerismo y el PJ ortodoxo, También avaló la idea de despejar en Desarrollo Social a Juan Zabaleta, un hombre muy objetado por La Cámpora y los movimientos sociales críticos del Gobierno.
Sin embargo, en el recambio ministerial el Presidente no aceptó las presiones del kirchnerismo duro y tampoco le otorgó al ministro de Economía, Sergio Massa un lugar en la designación de funcionarios
PRESIONES Y CAMBIOS
En la decisión de hacer un recambio de figuras ministeriales el Presidente impuso sus nombres, eludió las presiones del kirchnerismo duro, dio una señal a los sectores progresistas del Frente de Todos que le pedían más mujeres en el Gabinete y buscó dar un gesto de poder en el sentido de que el albertismo no se murió y resistirá hasta el final del mandato.
En el comunicado de la Casa Rosada de anuncio de nuevas ministras se destaca que el Presidente Alberto Fernández convocó "a tres mujeres de diferentes edades, procedencia geográfica y amplia trayectoria en sus temas de referencia a formar parte de su gabinete con el fin de profundizar la amplitud de miradas y la eficiencia en la gestión". Es decir, la señal inequívoca de que el Presidente quiere mantener un fuerte predominio de la escena política en el año y medio que le resta de mandato.
La llegada de Tolosa Paz a Desarrollo Social es un gesto en este sentido: se trata de una albertista de primera hora, forma parte del peronismo bonaerense y es esposa de Enrique Albistur, uno de los mejores amigos del Presidente
La decisión presidencial no resultó fácil. El camporismo quería imponer allí un nombre propio para manejar abiertamente una importante caja de fondos para los movimientos sociales y mantener así una fuerte cuota de poder en el conurbano y otros centros concentrados de población con necesidades de planes sociales inmediatas.
"Poner a Tolosa Paz es una jugada fuerte y un gesto de peso", sintetizó ante El Cronista un allegado al jefe de Estado. Es decir, que Alberto Fernández pudo frenar la embestida de un vasto sector del kirchnerismo y mantener el control en un ministerio clave en términos electorales para el año que viene. La designada ministra ya presidió el Consejo Nacional de Políticas Sociales hasta el 30 de julio del 2021 y cuenta con una amplia red de intendentes que apoyan su designación tanto en la provincia de Buenos Aires como en el interior.
En el caso de Kelly Olmos, la designación en un ministerio crucial como es Trabajo también resulta sugestivo. Es que la nueva ministra de Trabajo es una peronista porteña, tiene un fuerte pasado menemista y es albertista de la primera hora que no hará movimiento alguno sin previamente consultar con el Presidente.
Además, la embestida del kirchnerismo en este caso fue más fuerte aún que en Desarrollo Social. Hubo un gran operativo del mundo K y de la CGT por separado para imponer nombres propios.
Desde el kirchnerismo se buscó imponer en Trabajo a Carlos Tomada, actual embajador argentino en México y ministro de Trabajo durante más de 10 años de Néstor y Cristina Kirchner. Es cierto que Moroni quedó muy cuestionado luego de la dura pulseada que hubo con el sindicato de trabajadores del neumático y sus horas estaban contadas por presión del kirchnerismo. Pero el sector ligado a la vicepresidenta no pudo imponer sus nombres en Trabajo.
La CGT dio a entender que buscaba contar en el Ministerio de Trabajo a candidatos como Marta Pujadas, abogada de la UOCRA, o a Gustavo Ciampa, abogado laboralista ligado a Héctor Recalde. Ninguno de estos se logró nombrar. Es cierto que Olmos tiene buenos vínculos con la CGT por sus cercanías con Gerardo Martínez y Daer, aunque no responderá directamente a la central obrera.
Así, el Presidente no dio el brazo a torcer y retuvo con la designación de Olmos el control de un ministerio que será central en los próximos meses cuando se discutan las nuevas paritarias. El mayor desafió vendrá en la pulseada con Camioneros que pide hasta un 131% de aumento.
Olmos es economista y estaba hasta ahora como vicepresidenta del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE). De vasta experiencia en el peronismo porteño, fue concejala y legisladora de la ciudad de Buenos Aires, se desempeñó como secretaria de Asuntos Municipales de la Nación (2007-2009) y ahora tendrá la triple demanda de frenar las embestidas de los gremios, el kirchnerismo duro y defender la gestión de Alberto Fernández. Olmos lleva el peso de su pasado menemista cuando ocupó cargos con el entonces ministro del Interior, Carlos Corach. Esta será una tarjeta amarilla que sacará en cualquier momento el kirchnerismo duro.
SEÑAL AL INTERIOR
Ayelén Mazzina llega al Ministerio de Mujeres tras su paso por la Secretaría de la Mujer, Diversidad e Igualdad de San Luis y su designación aparece como una señal clara del Presidente para mantener el equilibrio con el interior del país.
Es que Mazzina es una funcionaria de confianza del gobernador puntano Alberto Rodríguez Saá y tendrá también el desafío de enfrentar los cuestionamientos internos que hay en muchos despachos de la Casa Rosada sobre el verdadero rol del ministerio que dejó Gómez Alcorta.
El gesto resulta llamativo de todas maneras para el kirchnerismo: es que Rodríguez Saá fue el único mandatario provincial que mandó a sus legisladores a votar en contra del acuerdo del Gobierno con el FMI en el Congreso.
El albertismo luchó con toda esta jugada de recambio ministerial quedar en el gobierno como una simple muestra de figura decorativa. Es que hoy el núcleo duro del Presidente lo conforman no más de cuatro o cinco funcionarios como Santiago Cafiero, Julio Vitobello, Matías Lammens, Gabriel Katopodis y Guillermo Oliveri.
Así, con el recambio ministerial Alberto Fernández bregó por subsistir en el año y medio que resta de mandato y dar una señal política de control de la escena política en la Argentina.
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