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Sobran los pesos y no alcanzan los dólares

Durante los últimos meses los desequilibrios macroeconómicos de la Argentina se agravaron. En los nueve primeros meses del año el déficit primario superó los 2% del PBI y dada la estacionalidad del gasto ya se podía concluir que no había chances de cumplir con la meta de un déficit de 1,9% del PBI acordada con el FMI

Ese resultado se alcanzó en parte porque una inflación en ascenso licuó varios rubros de gasto (en especial las jubilaciones que superan la mínima). Pero, además, el Gobierno lanzó un segundo programa "platita" que aumentará el déficit en lo que resta del año y en 2024. Como consecuencia, es probable que el déficit de este año antes del pago de intereses sea del orden de 3% del PBI, 50% más alto que la meta.

Al mismo tiempo, continúa la monetización de parte de los vencimientos de la deuda pública doméstica; medido a precios constantes el aporte del BCRA al Tesoro por asistencia directa e indirecta fue en 10 meses 12% mayor a todo lo otorgado en el año 2022. Tarde o temprano, el exceso de pesos presiona a la brecha cambiaria.

Medidas que sólo agregan más inflación

En el frente externo, los datos oficiales a junio muestran que en un año y medio el stock por deuda comercial por importaciones de bienes y servicios aumentó en unos u$s 18.000 millones superando en un 60% el stock de u$s 30.000 millones que se registró entre finales de 2017 y finales de 2021. Además, la diferencia entre las importaciones devengadas y las pagadas sugieren que esa deuda puede haber aumentado en unos u$s 7000 millones adicionales durante el tercer trimestre del año. Además, el stock de reservas netas es negativo en más de u$s 10.000 millones cuando se había acordado con el FMI que fuera de u$s 3600 millones a fines de año.

A su vez, el tipo de cambio oficial es uno de los más atrasados de la historia, aunque debe señalarse que el aumento del impuesto PAIS a la mayoría de las importaciones y la posibilidad de liquidar una porción de las exportaciones al CCL aumentaron el tipo de cambio efectivo que enfrentan algunos sectores, al menos por un tiempo.

El año próximo habría buenas noticias en el frente externo. La normalización del clima permitiría una recuperación de las exportaciones del agro y se lograría un superávit en el comercio exterior de energía. La minería y los servicios también continuarían aportando más ingresos.

Sin embargo, hay varios "demandantes" potenciales que presionarán sobre el mercado de cambios oficial: la recuperación de las reservas internacionales, la reducción en el stock de deuda comercial privada no deseada y los pagos en moneda extranjera que enfrenta el gobierno nacional que suman unos u$s 16.000 millones en 2024 con un financiamiento "asegurado" escaso (alrededor de u$s 5000/ u$s 6000 millones de organismos multilaterales, pero sólo si se reencauza el programa virtualmente caído con el FMI). A eso se suman vencimientos de provincias y de empresas por alrededor de u$s 7500 millones que tampoco podrían ser renovados en su totalidad en el mercado de capitales.

Acuerdo con el FMI: siguen pateando la pelota afuera

Por ello, aún si las exportaciones aumentaran en u$s 20.000 millones (que parece demasiado optimista), habría poco espacio para acumular reservas y/o aportar las divisas para que el sector privado reduzca el stock no deseado de deuda comercial si no se consiguen otras fuentes de financiamiento adicionales.

Además, una eventual solución al faltante de divisas no resuelve todos los problemas. En el mercado de pesos el señoreaje habría sido durante este año del orden de 1% del PBI, la mitad de lo observado en 2021 y 2022. Si se mantiene a ese ritmo en 2024 tendría varios usos potenciales: comprar algo de divisas para mejorar las reservas netas, asistir al Tesoro y reducir el peso de las Leliqs. De allí la importancia de equilibrar las cuentas del fisco nacional para dejar más espacio a un principio de solución a los otros dos problemas. Si no se logra ese objetivo fiscal el exceso de dinero impactará sobre la brecha cambiaria y la tasa de inflación.

La elección presidencial se definirá en pocos días. Es importante que el nuevo presidente actúe con rapidez y decisión para empezar a resolver los problemas que generan un exceso de pesos y traban la disponibilidad de divisas. Un programa fiscal y de reformas estructurales contundente puede ayudar a lograr algo de financiamiento externo adicional y quizás remonetizar algo la economía. Eso generaría un círculo virtuoso. En cambio, un programa tibio que se parezca a la continuidad del actual con algunos retoques, apostando a que la lluvia nos cuadrará el círculo corre el riesgo de convertirse en un peligroso salto al vacío.

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