Opinión

¿Puede Massa correr la misma suerte que Guzmán?

Al acentuarse estos días la crisis política en el Gobierno en medio del dificultoso intento de Sergio Massa para estabilizar la economía, resultan inevitables las comparaciones con la suerte que, en el mismo cargo, le tocó atravesar al primer jefe del Palacio de Hacienda de la administración Fernández Fernández, Martín Guzmán.

La diferencia más evidente entre ambos tiene que ver con el volumen político de Massa, quien se presenta al cargo y al desafío con más pergaminos y peso propio que el ex ayudante de Joseph Stiglitz. Por lo pronto Massa, como jefe del Frente Renovador, es uno de los accionistas del Frente de Todos. Habla directamente con Cristina, La Cámpora y sobre todo Máximo Kirchner, el que más lo respalda, seguramente preocupado por un desborde socio económico en el Conurbano que le arruine los planes al kirchnerismo para refugiarse en la provincia de Buenos Aires, si el año que viene toca perder las presidenciales.

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Así las cosas, el ex intendente de Tigre no depende exclusivamente del respaldo del Presidente y su mini círculo íntimo, como le terminó ocurriendo a Guzmán; que cerró su triste gestión enfrentado no solo con el planeta Cristina, sino además con casi todo el Gabinete. Además de cuidar su relación con la Vicepresidenta, Massa mantiene contactos con los jefes territoriales del peronismo y los principales líderes sindicales.

También es verdad que la buena sintonía con Cristina también la disfrutó Guzmán al principio, hasta que todo comenzó a complicarse. Básicamente la disparada del dólar y sobre todo la inflación, que hacen perder las elecciones como se registra en todos los casos desde 1983 a la fecha.

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Es cierto que Massa tiene en principio mucho más cuerda que Guzmán. Pero también es cierto que el desastre macro económico que hereda la actual gestión en el Palacio de Hacienda, es mucho más grave que la que tuvo que administrar Alberto Fernández cuando llegó a fines de 2019. Por lo pronto se multiplicó por 4 la inflación mensual y por 3 la brecha cambiaria. El cepo extremo terminó vaciando las reservas del BCRA y las restricciones políticas se agravan cada vez más contra la idea de sincerar la economía y liberar la producción y las inversiones.

El problema para Sergio Massa y para el oficialismo en general es que con una inflación al dramático ritmo actual las chances electorales el año que viene se desmoronan. Y todo indica que el disgusto no se termina ni se va a terminar. Veamos algunas novedades de interés para comprender mejor el problema del actual ministro de Economía y, por cierto, de todos los argentinos:

· No entran más dólares, ni van a entrar: el réquiem al dólar soja a fin de septiembre resultó un retroceso y una fuerte desilusión en la idea de encaminar la política económica hacia un mayor sinceramiento de los precios de mercado.

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· Los dólares de la soja que hubieran llegado en octubre, noviembre y diciembre se adelantaron el mes pasado. Los dólares del trigo que llegan para noviembre y diciembre va a ser difícil que aparezcan en cantidad sin un "dólar trigo", mucho menos con la seca que afectará la cosecha en un 30% según los especialistas.

· Advierte en esta misma línea el consultor Salvador Distefano que a la vez está atrasada la siembre de soja y maíz por la falta de agua, con el impacto que habrá que medir para el año que viene. Y apunta que el precio de la carne podría acelerar la suba desde octubre y noviembre, ya que viene muy planchada porque los productores, ante la falta de agua y pasto en los campos, han venido liquidando anticipadamente hacienda en el invierno

· El anuncio del llamado dólar tecno puede aliviar relativamente algún caso en particular para empresas y profesionales del sector, pero resulta irrelevante para la recuperación de reservas que necesita el país.

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· Las presiones políticas para aumentar el gasto y resistir el ajuste no ceden ni van a ceder. Massa está obligado a asistir sin límites al gobernador Axel Kicillof, en tanto que los reclamos de los sectores de izquierda que se identifican con Cristina se hacen oír cada vez más.

· No solo le reclaman a Massa establecer un bono para repartir entre jubilados y beneficiarios de planes sociales, sino que se presiona por convertirlo en un nuevo IFE que se cobre todos los meses y no por única vez antes de fin de año

· La resistencia del kirchnerismo al aumento de tarifas es evidente. Pasan las semanas y el retiro de subsidios anunciado no se concreta. Intendentes del conurbano más castigado alertan a Máximo Kirchner sobre las reacciones populares que podrían sobrevenir si se exagera con el sinceramiento de los precios de la luz, el gas y el agua. Es la única reducción de gastos en serio que anunció Massa desde que asumió, si bien más relevante para 2023 que para 2022. Aún así, no lo acepta el kirchnerismo duro.

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· Las internas políticas agravan el cuadro. Está virtualmente fracturada la CGT con una línea dura que se identifica con el cristinismo y reclama paritarias explosivas, casi desestabilizadoras en el actual contexto, que no hacen otra cosa que acelerar las expectativas inflacionarias.

· El conflicto sindical es económico y también político. La línea dura de la CGT que lidera Pablo Moyano con una veintena de gremios combativos anunció una marcha a Plaza de Mayo el próximo 17 de octubre junto a la izquierda y los movimientos sociales más opositores.

· Allí se proclamará un documento durísimo contra la actual política económica de Sergio Massa. A Moyano Jr lo acompaña una veintena de sindicatos, algunos de mucho peso como bancarios, la CTA de Hugo Yasky; ahora también la UOM y Smata con nuevos líderes más radicalizados, ni hablar los ya famosos trabajadores del neumático.

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· Dirán cosas parecidas contra la gestión de Massa a las que repiten en privado Cristina y sus apóstoles. Parecido a Facundo Manes, que dice en público lo que en privado le cuestionan los radicales y larretistas a Mauricio Macri

· Al cierre de esta nota, no estaba claro si el nuevo ministro de Trabajo que reemplace a Claudio Moroni responderá más a los duros que a los moderados de la CGT, que optaron por celebrar sin discordias el 17 de octubre, lejos de Moyano y la izquierda, con un recital peronista y ortodoxo en Obras Sanitarias-

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· Los mercados toman nota de todas estas novedades. Navegan además en aguas mucho más turbulentas por el impacto de la suba de la tasa de interés en EEUU y el peligro de una recesión mundial más acentuada. La soja que hace pocos meses superaba los 600 dólares en Chicago ya perforó los 500.

· La cuenta general es simple: cada vez más pesos por la presión política contra el ajuste, y la certeza de que no habrá nuevo ingreso de dólares. En ese escenario, la brecha en 100% parece más un piso que un techo si el Gobierno no sincera al menos una parte el verdadero tipo de cambio.

· La emisión de pesos se torna virtualmente en un tsunami a futuro, mirando las tasas de interés arriba de 100% anual para la deuda en pesos. Sin contar los bonos del Tesoro, sólo la deuda del Banco Central devenga una base monetaria o más por año.

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· Buena parte de los más de u$s 8000 millones que vendió el campo en septiembre a 200 pesos por dólar están en la calle ya que los productores necesitan pesos para afrontar todos los gastos hasta fin de año. El mencionado Distéfano que conoce bien al sector agropecuario afirma que engordaron casi $600 mil millones los depósitos a plazo fijo, lo mismo que los Fondos Comunes. Demasiados pesos sueltos y a la expectativa.

Hasta el Fondo Monetario, que llega siempre tarde para avisar lo que ya todo el mercado sabe de memoria. Al aprobar las metas del acuerdo con Argentina la semana pasada, hubo más advertencias que elogios mirando para adelante. El propio staff lo puso en claro con nombre y apellido: los riesgos están en la inflación desenfrenada, las internas políticas del oficialismo que impiden reducir el gasto, todo agravado con la llegada del año electoral.

No hubo, sin embargo, opinión del FMI sobre otra incertidumbre que se suma al panorama tan inquietante: Tampoco la oposición ofrece un rumbo definido. Las internas entre macristas, larretistas y radicales no resultan exclusivamente por un torneo de egos. Revelan severas discrepancias respecto de las medidas económicas que habría que adoptar para estabilizar el país.

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