Efectos y desafíos de la exteriorización de activos
El proceso de exteriorización de activos en marcha está insinuándose como un catalizador de movimientos de fondos con notables y diversos efectos sobre el funcionamiento de la economía.
Al margen de la discusión que se puede dar en torno a cuestiones de equidad, oportunidad, formas y costos de los episodios de exteriorización, resulta evidente que en Argentina hay saldos monetarios cuyo manejo y evolución tienen consecuencias sobre actividad, precios, vulnerabilidades y fortalezas, tanto del conjunto como de las partes, del aparato económico.
En el análisis, resulta particularmente relevante empezar con foco sobre lo que está ocurriendo con los cambios reflejados en los depósitos en dólares en los bancos locales, que aumentaron cerca de 3% del PBI entre que se reglamentó el blanqueo y el 30 de septiembre pasado.
Así, consideramos cuatro aspectos iniciales del proceso de exteriorización:
1. Formalización: La exteriorización es una forma de dotar de reglas y formas uniformes de funcionamiento, aplicables a los diversos productores y consumidores. Si se da con un alivio de las cargas varias veces asociadas a la formalidad, resulta en un mejor uso y asignación de recursos, la posibilidad de expansión de la oferta bajo una base común de competitividades y un funcionamiento regular de transacciones, entre otros.
La suba de más de u$s13.400 millones de los depósitos en dólares del sector privado observada entre el 14 de agosto y el 30 de septiembre ubica el nivel de esos depósitos en u$s31.400 millones. Como referencia, téngase en cuenta que en agosto de 2018, previo al resultado de las PASO de ese año, alcanzaron los u$s32.500 millones.
2. Incorporación al circuito económico: En la medida en que los fondos salen del ‘colchón' o de las cajas de seguridad, se abre la posibilidad de conectar ahorros con inversión o atender otras demandas de crédito que vuelven a nivelar la demanda agregada. Ello se da revirtiendo la contracción producida cuando se retrae ese poder de compra con la salida de la circulación, directa o indirecta, de los saldos que se retiran del circuito local.
Sin embargo, la incorporación plena también requiere que se refleje en compras de títulos como Obligaciones Negociables (ON) emitidas o mayores préstamos que, a su vez, se vuelquen en actividad local. Esto es que, más allá de la moneda de referencia, se den condiciones que disminuyan los riesgos y abran las oportunidades y deseabilidad de emprender inversiones, en sentido amplio, dentro de la economía.
El desafío es que la liquidez que se manifestó y formalizó a través del sistema financiero sea un catalizador relevante de fondos. Los efectos de la incorporación de fondos informales al circuito formal generan, desde el punto de vista del proceso económico, mayor circulación de recursos para ahorro, consumo e inversión.
Los préstamos al sector privado otorgados por los bancos pasaron de u$s3500 millones en diciembre del año pasado a más de u$s7800 millones en la actualidad, pero representan el 25% del total de los depósitos del sector privado en esa moneda. Además, se observa que los bancos tienen liquidez en sus tesoros por más de u$s13.500 millones y que, si se la suma a la liquidez en dólares que tienen depositada en el BCRA por u$s12.400 millones -muy superior a los requisitos de liquidez legales-, más del 85% del total de depósitos del sector privado no están intermediados. Es esperable que, bajo las condiciones propicias, se acelere una transición hacia una mayor intermediación de esa liquidez.
3. Refuerzo en lo cambiario y monetario: El desafío mayor y muy importante es que terminen reforzándose las reservas internacionales netas del BCRA. Ello, si bien a lo largo del tiempo, sería la prueba y contrapartida de un incremento de la demanda de dinero en pesos. Así se disminuiría la vulnerabilidad de la economía, menos expuesta a factores externos incontrolables, particularmente considerando las importantes discrepancias entre el ciclo económico argentino y el de Estados Unidos.
Eso sería compatible con una estabilización del peso a niveles consistentes en términos de una economía flexible, absorbiendo cambios en las circunstancias, caracterizada históricamente por la aprensión al ahorro en moneda local. Esto implica ir asentando el peso como moneda de ‘calidad', revitalizando sus características esenciales de medio de pago, unidad de cuenta y reserva de valor.
Si se diese este proceso virtuoso, eventuales ingresos de moneda extranjera podrían traducirse en pesos, donde el BCRA compraría reservas -sin mayor uso como herramienta directa sobre el tipo de cambio- mientras que el Tesoro, con sus saldos de caja, atiende sus obligaciones.
4. Disminución del costo de capital: La evolución del sistema monetario en los términos mencionados podría generar mayor apetito por activos financieros argentinos, incluida la deuda soberana. Ello disminuiría el costo de capital, una de las principales desventajas competitivas históricas de la economía argentina.
En definitiva, el proceso de exteriorización y formalización de ahorro no sólo significa que se incorporan recursos al circuito, sino que también se abre la oportunidad de ser catalizador de un proceso mayor en el funcionamiento económico, si se persiste en la correspondiente consistencia y madurez.
Compartí tus comentarios