Carlos Pedro Blaquier, el "azucarero consorte" al que Perón le regaló su bastón de mando
Carlos Pedro Blaquier convirtió a Ledesma en uno de los mayores grupos agroindustriales de la Argentina. Filósofo y abogado, fue un enlace clave del establishment y la política. Le puso trazo y tonalidad propios al Círculo Rojo, de Perón a los Kirchner
La comida había sido en Olivos. Había llegado a su fin y el anfitrión quiso agasajar a su invitado. "A pesar de no ser peronista -dijo Juan Domingo Perón-, usted supo generar una buena relación conmigo. Y, en signo de agradecimiento, le quiero dejar un recuerdo".
Acto seguido, le extendió un bastón de mando. "Pero mejor déselo a un peronista", alcanzó a decir, sorprendido, el homenajeado. "Nunca, Blaquier", replicó El General, pícaro, con su eterna sonrisa. "Un peronista nunca le entrega el poder a otro peronista... salvo que sea la peronista de su mujer", remató.
La anécdota sucedió en 1974, algunos meses después de que Perón fuera ungido por tercera vez para ejercer la Presidencia de la República y el león herbívoro -como se definía a sí mismo en aquella época- buscaba cerrar antiguas cuitas, en su afán por "arreglar esto entre todos o no lo arregla nadie". O, simplemente, ante la inconsciente proximidad de la muerte.
La contó más de una vez el otro protagonista, quien había conocido a Perón -de quien terminó siendo biógrafo- unos años antes, en Madrid. En ese encuentro, recordó, el "Tirano Prófugo" -como estaban obligados mencionarlo los medios argentinos durante buena parte de sus 18 años de exilio- le enseñó que "la política es como el violín: se toma con la izquierda pero se toca con la derecha".
Carlos Pedro Tadeo Blaquier Estrugamou (Buenos Aires, 28 de agosto de 1927) fue, ante todo, un testigo de su tiempo. Y uno privilegiado, además. Estudió y escribió la historia. También, la hizo. Interlocutor de todos los presidentes argentinos desde los '60 hasta el comienzo de este siglo, fue un enlace fundamental entre la política y el establishment. Alguien que, durante décadas, supo darle trazo y tonalidad propios al Círculo Rojo. "Los empresarios tenemos poder económico pero no poder político. Ni tanta influencia. Los gobiernos hacen lo que quieren", confesó en alguna entrevista. Quien quisiera creerle que lo hiciera.
Hijo de dos tradicionales familias -los Blaquier y los Estrugamou-, se recibió del Colegio Champagnat, egresó del Instituto Superior de Filosofía y se doctoró en Derecho y Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Pese a que las humanidades fueron su pasión -años después, la Universidad Pontificia Lateranense de Roma le otorgó el doctorado honoris causa-, su devoción fue Ledesma, el ingenio azucarero del que su mujer, Nelly Arrieta Wollmann, era única heredera.
"Soy un azucarero consorte", solía ironizar Blaquier sobre sí mismo. Ejerció, durante 18 años, funciones ejecutivas en la empresa. Asumió la presidencia de Ledesma en febrero de 1970, luego del fallecimiento de su suegro, Herminio Arrieta. Arrieta -quien, a su vez, también había sucedido a su suegro, Enrique Wollmann- había sido el hombre de hierro de la azucarera desde 1945. Era la contracara de Carlos Pedro. Severo, adusto, exigente, tenía una disciplina laboral espartana. A punto tal que, en Ledesma, se recuerda que recién hubo aires acondicionados en las oficinas de la empresa luego de su deceso.
Antiperonista extremo, fue presidente del Partido Popular, el bastión jujeño de los conservadores. Ese gorilismo de pelaje puro fue la fuente de los asuntos por los que, años después, su yerno debió mediar con El General. Astuto, inteligente, simpático, Carlos Pedro tenía un epicúreo concepto sobre la libertad individual, que ejercía en todas las esferas de su vida, incluso, la social. Amante tanto de la buena comida como del arte, sus colecciones de libros, cuadros y esculturas de La Torcaza, su histórica mansión de San Isidro, son testimonio de esa afición, que combinaba con un profundo conocimiento de los clásicos del pensamiento. Ostentaba, también, un olfato político y social fino, inusual para los empresarios de su época.
"No puede ser que, a fines del siglo XX, esto, todavía, exista", cuentan íntimos que le oyeron decir cuando, recién asumido, veía que, prácticamente, todo en Libertador General San Martín, el pago chico de Ledesma, era, directa o indirectamente, propiedad de la empresa.
"Él quiso romper con ese feudo", recuerdan. Visión antagónica a la de su suegro, quien le decía que era "un poco zurdo".
Por supuesto, izquierdas y derechas, en muchos casos, son cuestiones de perspectivas. Se reconoció socialista de joven. "Pero, el que a los 50 sigue siendo izquierdista, es un boludo", aclaró, en una de sus últimas (y pocas) entrevistas, dada hace más de una década al diario La Nación. Blaquier fue pionero en conceptos como la responsabilidad social empresaria. En 1975, donó las 76.000 hectáreas que, en la actualidad, constituyen el Parque Nacional Calilegua. En la primera mitad del siglo XXI, comprometió la preservación de 100.000 hectáreas de bosques nativos vecinos al ingenio, una superficie equivalente a cinco veces la ciudad de Buenos Aires.
Bajo su gestión, además, Ledesma fundó escuelas y hospitales. Y, lo que en 1962 era un pueblo de 3000 habitantes, para 1980, era una ciudad de más de 38.000 personas. Sólo entre 1970 y 1976, la empresa construyó 6000 viviendas.
Blaquier brilló como su admirado Luis XIV, el Rey Sol. Cómo ocurrió con el Capeto que encarnó a la monarquía absoluta, además de luces, su reinado tuvo sombras. En julio de 1976, poco más de tres meses después de golpe militar del 24 de marzo, se produjo lo que se conoció como "El apagón de Ledesma": la acusación sobre las autoridades de la empresa de haber cortado el suministro eléctrico y facilitado nombres y vehículos para el secuestro de 400 personas, de las cuales 55 continúan desaparecidas. Por el episodio, Blaquier fue procesado en 2012. Desde ese momento, pasó a ser uno de los malditos del nuevo relato sobre los plomizos '70 que se impulsó desde la llegada de los Kirchner al poder.
Para ese momento, Carlos Pedro ya prácticamente había dado su último paso en la empresa. En 2013, le pidió a la asamblea de accionistas -la familia controla más del 90% del capital- que no lo reeligiera como presidente a causa de su avanzada edad (tenía 86 años). Lo sucedió el mayor de sus hijos varones, Carlos Herminio, "Charlie", quien oficiaba como su mano derecha desde inicios de los '90. Fue el minuto cero del proceso de reconversión y profesionalización que el grupo emprendió en la última década.
Es que era difícil borrar la impronta de una organización de la cual su cabeza se jactaba de ser "poco burocrática". Carlos Pedro tomó una empresa pujante y promisoria; legó un grupo agroindustrial expandido y consolidado. Entre 1970 y 2013, Ledesma duplicó su producción de azúcar, cuadruplicó la de papel y aumentó la de alcohol de 21,2 millones a 70 millones de litros anuales, de los cuales 60 millones se destinan a la producción de etanol. Además, diversificó intereses: incursionó en actividades con las que había sinergias, como el negocio agropecuario -aporte de su familia paterna-; la actividad citrícola -Ledesma se convirtió en el principal productor y exportador de naranjas del país-; la producción de jarabes de fructosa y otros productos derivados de la molienda húmeda de maíz (vendida en 2020 a Cargill); la fabricación de cuadernos y repuestos escolares; y la generación de energía, además de la producción de biocombustibles. También, creó Pacuca, una de las principales productoras de carne porcina, fiambres y embutidos del país, con la marca Cabaña Argentina.
Hoy, en el directorio, están representandos sus hijos: María Elena ("Mimi"), "Charlie", Alejandro, Santiago e Ignacio. Ellos mismos, o a través de los nietos de Carlos Pedro y Nelly. Es la forma de mantener vivo el lema que se lee en el piso 11 del edificio corporativo de Corrientes y Reconquista: "Continuar la obra, conservar la tradición". Está grabado en la pared, escoltada por dos banderas: la argentina y la de Jujuy.
"Lo difícil es hacer la base sólida. Esa no la hice yo, la hicieron Wollmann y Arrieta. Yo construí sobre buenas bases. Si no las hubiera tenido, se habría venido todo abajo", dijo Blaquier en 2008, cuando celebró los 100 años de Ledesma. De ese momento, data su única foto con Cristina Fernández de Kirchner. Se sacó poco después del conflicto con el campo. "Pocos gobiernos han defendido tanto a la industria nacional", dijo de Ella años después, en aquella entrevista con La Nación. La misma en la que definió que "en este país, a todo el que tiene guita lo ataca la zurda". Se publicó en julio de 2010, algo más de dos años antes del inicio de su calvario judicial por El Apagón.
En la pasada década, después de su alejamiento de la presidencia de Ledesma, Blaquier estuvo fuera de los primeros planos. Su salud fue particularmente frágil en los últimos tiempos. Falleció este lunes, a los 95 años. Llevaba cerca de un mes internado.
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