El after de los chicos Fintech: los bares que venden cerveza y contactos
En la frontera entre Microcentro y Retiro, una serie de bares convoca a los trabajadores de las empresas de base tecnológica, que tienen sede en el área: es un espacio de libertad asociado a la cerveza, el gin tirado, y la posibilidad de ganar nuevos amigos, y contactos.
Ahí van, doblando por la calle San Martín, tan disimulados en el paisaje gótico de la neblina y los edificios art deco que muy pocos acertarían cuál es su verdadera identidad: son los chicos del fintech, abrazados, liberados después de 8 horas de trabajo continuo.
En el pub y restaurant alemán Extrawurst Gatchänke, se lanzan hambrientos sobre una Páprika mix salad y un Hanchen Currywurst: dos salchichas parrilleras ahumadas con papas rot-weiss y ensalada de repollo. "En Alemania, el after office es tan importante como acá; en Francia e Inglaterra, también. Debe corresponder a los países que tienen buena cerveza", dice Michael Schnirch, uno de los dos dueños del lugar.
Los del fintech son de los pocos empleados que siguen cumpliendo horario full-time en el Microcentro pos-pandémico, que después de las 18 empieza a perder su potencial de consumo y servicios: se vacía, a excepción del after office.
Dónde van
El bar que los convoca les ofrece los estilos típicos en cervezas -apa o ipa- y tragos largos clásicos como el gin-tonic y el aperol spritz. La que más sale es la rubia común y corriente, una Golden. El clima es íntimo, como un living de una casa muy antigua y reconfortante; pero también está la posibilidad de sentarse afuera. "Ese es el lugar de los jóvenes, que fuman o quieren permanecer en la calle", dice el dueño.
Michael Schnirch es alemán. Hace 17 años conoció a su mujer, una astrofísica de Buenos Aires, y se quedó. "La embajada nos ayudó y empezamos a hacer sus eventos -sigue-. Desde las 17 a las 20 es la hora de las oficinas y los hoteles, con dos pintas a 1200 pesos, cerveza artesanal, la única de trigo alemana-argentina".
No hay un nicho ni un fetiche; los chicos, en las temporadas cálidas, gustan de la calle, y las eternas charlas de parado o en banquetas o sentados en el propio cordón: la oficina se terminó; quieren brisa en la cara, gente que pase, interacción. Ahí están ahora, en puerta de Perón 201, en el maxikiosco Open. "Vienen después del trabajo; vienen durante el almuerzo; les gusta tomar", dice la chica de la caja. Casi siempre, son los chicos del Banco Nación. También, consume acá gente de los bancos Galicia e Hipotecario. "Son tranqui -dice la cajera-; son humildes. Son buena onda. A veces vienen con los compañeros, o solos. Acá pueden almorzar por menos de mil pesos".
Pertenecer a un unicornio, como Globant o Mercado Libre, no significa que sus salarios acompañen los mil millones de valía de la empresa, y por eso los chicos del after se las rebuscan como pueden. En Extrawurst, a Schnirch le llama la atención cómo "un día salen con los compañeros de colegio; mañana con los amigos de la facultad. En Buenos Aires, está todo muy separado. Y depende de cuánto beban hay un mayor o menor intercambio entre mesas. Ni siquiera sé cuántas mesas tenemos, pero hay lugar para unas cien personas".
Jóvenes creativos
En Growlers, también en el Microcentro (en San Martín y Perón), Miguel -el encargado- define al after office: "Mucho picoteo, mucho trago, happy hour, promociones especiales para el rubro de tecnología. Muy buena onda todos; muy joviales todos; muy creativos todos. Me ofrecieron, hace días, agregar una app para utilizar acá criptomoneda. Lo estamos analizando".
Acá, se pide gin tirado y tintillo. El gin, junto con el vermú y la sidra, son las bebidas que más salen esta temporada otoñal. "El gin ha sido macerado a través del tiempo -señala Miguel-. El after equivale a papas, pizza, hamburguesa y nachos". Así está Lucas, de una empresa de Sistemas informáticos; se va de la empresa y lo vinieron a homenajear. "Hay gente de Logística, de Sistemas, de Compras", dice. Promedio de edad: 30 a 35. ¿Y los empleados más grandes? "Están en su casa viendo tele, o durmiendo ya".
Esquina de San Martín y Sarmiento: otro living cálido tipo refugio para los meses fríos que están llegando; música funcional soft jazzera, de esa que en Youtube se utiliza como acompañamiento para trabajar o estudiar. Hay luces tenues que favorecen la Networking. Hay más sillón que silla; más mesita ratona que mesa.
Vivir barato
"El 80 por ciento de nuestro clientes -cuenta Mariana De Franceschi, de Martineta Bar, en Reconquista y Tres Sargentos- son nómades digitales trabajando en Buenos Aires. Muchos no hablan castellano. Vienen movidos por el litio, la tecnología y el turismo. Hay mucho ejecutivo de México que viene para hacer la triple recorrida (Asunción - Buenos Aires - Santiago de Chile). Algunos alquilan por Airbnb y otros van a hoteles. A veces la misma empresa les alquila un departamento, y le corresponde seis meses a uno y seis meses al que sigue".
Los chicos extranjeros cenan temprano, a las 7 o a las 8 pm. Los recepcionistas del Meliá recomiendan mucho a Martineta. Si un porteño les cae bien tendrá aseguradas varias rondas de gin o de cerveza industrial. Michael Schnirch, que alguna vez fue "un chico alemán" y hoy es propietario y padre argento, revela cuál es la pregunta que alguna vez escuchó todo trabajador nómade con base en Buenos Aires de parte de un ciudadano local: "¿Qué hacés acá, boludo, pudiendo estar en Europa?". Si la cosa no funcionaba, se volvía. "Pero ahora tengo el restaurant, mi hijo, mi mujer, mi casa. No tendría ganas de empezar de cero".
El Pasaje Tres Sargentos ha virado de la bohemia que lo caracterizó históricamente (por el bar Bárbaro, de los escritores y artistas) al perfil corporativo. Si bien el Bárbaro sigue abierto, los trabajadores utilizan al área como espacio de Networking.
"Tengo unas chicas -dice Schnirch- que vienen todos los terceros jueves del mes porque es el único día en que están en la oficina. Y se quedan desde las 4 hasta las 10 de la noche. Pero la gente, en general, tiene cada vez menos dinero. 120 mil de luz: a nosotros también nos golpea", sigue el dueño de Extrawurst. El panorama dista de ser idílico. "Se llevaron las banquetas que teníamos afuera. Nunca se me ocurrió que alguien podría robarme las plantas. Pusimos laureles, y se los llevaron la primera noche. Hasta ahora nadie me robó el bambú".
Pibes copados
En Kilkenny, el primer bar irlandés de Buenos Aires -en la frontera Microcentro/ Retiro-, los chicos del fintech beben rica y cremosa espuma, "intensa en sabor y ligera de cuerpo", describe Alejandro Mari, jefe de barra.
Fue el primer bar en contar con un convenio directo con Guinness International para recibir la característica cerveza negra. Fetiche en el after office, la guinness no está en promo, y vale $ 2000 la pinta. "Hay un montón de cosas detrás de la cerveza que hacen que tenga ese valor; es el precio de la excelencia", con seguridad, responde Mari. Vienen los chicos del fintech -sigue Mari- porque hay convenios entre el bar y empresas de la zona; hay bancarios, bufetes de abogados completos, planteles de empresas de informática.
"Tenemos un grupito de Globant que viene seguido. Son pibes copados: tenés al típico informático y hay gente normal. Van de los 22 a los 35 años. Quizás un poquito más. Se toman un par de pintas; se comen unos bastones de muzzarella, relajan y se van. Se quedan los más pibes; hasta la una o más". Acá están, poniendo la cabeza en remojo. Llegaron el lunes a reservar una mesa de 15 o 20 para el jueves siguiente. Salen una o dos veces por semana, uno o dos tragos por cabeza. Son mayoría los varones, en Kilkenny.
Como siempre, la noche se termina en Martineta, cuando ya hay alta gradación de alcohol en sangre, y por eso ninguno vino con el auto. Cuentan con ese viejo y buen aliado, cuyo último vagón está a punto de partir. Por eso, este último vaso de gin tirado les sabe especialmente delicioso: se denomina "el escocés", y lleva dentro también whisky, con miel, jengibre y lima.
"¡Qué luna!", dice una de IBM con los sentidos exaltados, posterior a su quinto gin tonic. "Tiene una gradación estable y proporcional, a diferencia del embotellado -asegura Mariana-. Podés tomarte cinco y no vas a terminar hablando estupideces". Se va, como cada uno por su lado; se pierden en el código de la noche, que no requiere un saludo. Para eso, está la mañana. "Buen día", dirán a compañeros y empleadores con su mejor cara de circunstancia, ya en espera de su bendecido after office, sinónimo de libertad.
Soen Sonata
Quieren biiiiiiiiiiiiiiiiiiiija