
Si hay un tema que no divide aguas entre el oficialismo y la oposición es la importancia de la investigación, el desarrollo y la innovación (I+D+i) para generar nuevos puestos de trabajo, ampliar los mercados y potenciar las exportaciones del territorio nacional.
El consenso respecto a este sector es tal, que derivó en la promulgación de leyes como la de financiamiento de la ciencia y tecnología, la de Economía del Conocimiento y la de Promoción de la Bio y Nanotecnología. El Gobierno incluso anunció un aumento del presupuesto para ciencia y tecnología para 2023 que alcanzaría los $500.000 millones, lo que representa un 0,34% del Producto Bruto Interno (PBI).
En diálogo con El Cronista, Fernando Peirano, Presidente de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación, afirmó que el país "se destaca como la segunda economía de América latina en la relación de I+D sobre PBI, detrás de Brasil".
Pero este panorama cambia cuando incluimos la "i" de innovación en la fórmula I+D+i. En efecto, la Argentina ocupa el octavo puesto de las economías más innovadoras de América latina; por detrás del podio que lideran Chile, Brasil y México respectivamente. Así lo demuestra el índice Mundial de Innovación de 2022.

Según el docente y consultor en la Universidad Nacional de San Martín, Esteban Cassin la inversión como porcentaje del PBI destinada al campo de la innovación es muy baja en la Argentina: "Brasil ya supera el 1%, tal vez hasta un 1,15%, México casi alcanza el 1%, lo mismo que Chile. Esto es realmente una rareza, ya que la Argentina tenía, al momento de crearse las grandes instituciones de CyT -como el CONICET o similares- una ventaja apreciable en este campo que evidentemente ha ido perdiendo terreno", aseguró.
Sumado a esto, el especialista destacó que hace ya unos años que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNSECO) estimó que un presupuesto razonable, que incluya innovación, debería llegar a alrededor de 1% del PBI.
Pero más allá del monto de la inversión, también es importante tener en cuenta quién y para qué la hace. En esta línea, Cassin resaltó que en Argentina un enorme porcentaje de la inversión en innovación (entre el 70% y el 80%) lo ejecuta el sector público; algo que es atípico en otras latitudes e incluso dentro de la región.
"Esto es una asignatura pendiente de nuestro país, cómo apalancar la inversión privada en I+D+i. Y lo que distingue a unos países de otros no solo es una tradición de la I+D lineal, sino también una cultura (y unos incentivos e instituciones) muy poco proclives a la vinculación público-privada", explicó el consultor.

Según Cassin, algunos sectores (como biotecnología y servicios informáticos) en la Argentina cuentan con un sistema armonioso, donde hay visión estratégica, alianzas y hasta ámbitos funcionales (parques y polos tecnológicos, laboratorios de I+D, espacios de coworking, incubadoras y aceleradoras de empresas). Por el momento, son pocos, pero a su vez son muy necesarios para generar un ecosistema virtuoso que potencie la innovación.
Si bien queda un largo camino para alcanzar el top 3 de las economías más innovadoras de América latina, también es importante destacar que cada vez se presentan más acuerdos, alianzas y cooperaciones para llegar al objetivo. Al respecto, fuentes del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación aseguraron a El Cronista que "creemos que para que este sector crezca, hay que promover políticas integrales de mediano y largo plazo que generen inversiones, oportunidades y nuevas salidas laborales". En este sentido, las fuentes oficiales consultadas ejemplificaron su postura aduciendo al aumento de competitividad internacional que tiene la Argentina en industrias como la nanobiotecnológica, satelital-aeroespacial y en la biotecnología.











