La paradoja de las monedas: con la inflación ya no se usan pero se pueden vender por kilo
Las piezas metálicas están ausentes de la circulación cotidiana pero muchos las requieren para vueltos que no se pueden dar. Un recorrido por el Microcentro da cuenta de su merma, y de los nuevos usos.
Melancolía del tintineo metálico en el bolsillo. Extravío de un señor mayor que la recuerda en vuelo, rumbo a la boca del "sapo". En este recorrido por el Microcentro, se la buscará en kioscos y verdulerías, en casas de quiniela y rapipagos. ¿Queda alguna monedita circulando?
"¿Cortado o café con leche?", pregunta la kiosquera de Buena Onda, en Montevideo y Lavalle, pero antes se lo retiraba self service de la máquina a monedas. "Ya no tienen valor. A las de un peso ya no las acepto. Si traés 400 pesos, no te voy a recibir todo en monedas. No quiero las de 25 ni las de 50 centavos".
Lo padece la cajera de comida por kilo, Wok Exprés, la señorita Melanie (en Lavalle y Paraná): están sin monedas desde hace unos tres años, pero el panorama se agravó en 2023; suelen pedir monedas a los clientes, para que los ayuden con el cambio, pero las monedas no aparecen. "Si una bandeja sale 1558 pesos -reconoce-, les quedamos debiendo dos pesos porque no tenemos monedas".
Precioso metal
Joaquín, en una casa de compra de oro y antigüedades (sobre Libertad) revela el destino inexorable de la monedita local: "Nos interesan de 1950 para atrás". "Ésta es la más antigua que tenemos -sigue el pibe-: de 1891 (la muestra). Es una moneda de dos centavos. Cuando empecé (hace dos meses) ya estaba la moneda".
De nuevo, la kiosquera: "Antes de la pandemia la utilizaba para vuelto. Era común que me trajeran mil pesos en monedas. Los chicos rompían el chanchito". Hoy, que mil pesos equivalen a menos de dos dólares, la monedita de diez pesos representa una suma indiscernible en dinero extranjero.
Por contrapartida, hay un hombre dentro de un sobretodo -"el señor de las monedas"- que recorre los comercios cada primer martes del mes y las paga -a las que quedan, si las encuentra- a más del doble de su valor nominal. Irán a fundición. "Compro monedas por kilo" es una llamada repetida en sitios de comercio electrónico como el Marketplace de Facebook o Mercado Libre. El níquel llegó a subir un 250 por ciento durante los últimos meses (Rusia es el tercer productor mundial); mientras avanzan el acero y el zinc.
"Compro monedas por kilo. De cobre y de níquel, vigentes y antiguas, a 400 pesos por kg. Se realizan operaciones solamente mayores a 10 kg", detalla un comprador en Mercado Libre (ya lo señalaba El Cronista, en octubre del '21)".
Otro video también se hizo viral: "Teníamos 4000 pesos en monedas: 17 kilos y medio", se jacta el protagonista, al que le pagaron 500 por kilo y en un "ratito" obtuvo un 120 por ciento de rendimiento para su dinero. "Esto es lo que vale el peso argentino" (ríe y disfruta su osadía en un video de Tiktok, también del '21).
Cuando las denominaciones más pequeñas (de 1, de 5, y de 25 y 50 centavos) empezaron a ser descuartizadas, éstas dejaron de emitirse (entre 2013 y 2014). Hoy son casi inasibles, para evitar que sean reducidas por el valor de su metal. En su lugar, llegaron las de acero -de la serie de "árboles"-, más ligeras y menos ambicionadas. La intención era que el valor del metal no superase a su valor nominal; sin embargo, la inflación las hizo carnada también eficaz para los reducidores.
Entonces, el Banco Central hace más de un año discontinuó por completo la acuñación de monedas, reconociendo que el costo de sus componentes es más alto que el valor que representan. En un muy popular video de Youtube, se puede ver una caja enorme llena de monedas de dos pesos, y alguien retirando a martillazo limpio el anillo dorado por el que le pagarán seis veces más que el valor de la moneda. "El que sabe, sabe", dice. Hay cobre en un 92 por ciento.
¿Hay destino más trágico para la que antes pagaba bienes y servicios que ser fundida al calor de la suba del cobre y el níquel en tiempos de guerra? No lo hay, según cuentan los que las manipulaban y hoy las sueñan. El metalero desprendió el anillo dorado con despiadada eficacia. Igual que como ocurre con el robo de cables en busca de su interior de cobre, al negocio de la fundición -impulsado por el alto precio de los metales y la inflación-, no le hace mella la ilegalidad.
De bolsillos livianos
"Acaba de irse Mario, un cliente habitual -dice el quinielero de Av. De Mayo y Chacabuco-. Le pagamos 70 pesos por cada peso apostado. Todo al 32, el número que más juega la gente: el dinero". ¿Y se le pagó con monedas ese decimal rebelde, que la lotería dictamina? "No; en el banco nos dijeron: no hay más monedas. Ya no se están emitiendo".
Guillermo, del kiosco de Av. De Mayo al 1200, despidió a la monedita de la máquina de café hace más de tres años. "Era la pandemia y no convenía tocar plata. Yo atendía por la ventanita. Le pedí al técnico que pusiera la máquina en modo directo, sin requerir monedas". Con el uso de la tarjeta SUBE -desde hace 14 años- empezó su decadencia, y hoy el caudal es insignificante. Hasta aquí también, al kiosco de Guillermo, llega el señor de las monedas esos primeros martes del mes. El mercado del rubro no deja de crecer. Hoy por cada peso está dando dos con cincuenta. Pero no hay otras vías de ingreso de monedas: el vecino ya no lleva al kiosco su bolsita, ni el contenido de su lata-alcancía, para cambiarlo por billetes. En cambio, sí llegan con sus billetes raídos de 10 y 20 pesos. "Por monedas -asume el kiosquero-, ya ni me preguntan".
Al empleado del Rapipago -Alexis Pérez, frente a Plaza Lavalle- alguien recién le dijo: "Cobrate 2000 y ya está". La factura decía "1998 pesos". "No me quedaba ni una moneda", dice Alexis. Cada mes, el local adquiere unos mil pesos en monedas. También ocurre esos martes en los que "el señor" del sobretodo viene a ofrecerlas. Llegan en bolsas de plástico. No las cuenta, Alexis. Confía. No se ha llevado sorpresas. "¿Están contadas? Bueno, no importa".
Llegan, después, los contadores y piden el vuelto de 50 centavos. Se los exige la rendición de cuentas ante la Afip. Y vienen "personas e la calle" -dice- que algunas veces las encuentran y le preguntan si necesita cambio. Quieren billetes; al banco no los dejan entrar en horario de 10 a 15. "Yo junto monedas", le dicen también los primeros martes del mes, cuando se instituyó que es día de recorrida de monedas para la compra y venta. "No me pongo a contar las monedas en sus caras -repite este hombre amable-. Confío en ellos".
"¡Por favor, señores! -pide a las empresas de servicios-. Que los pagos se vayan aproximando a números redondos. Aysa te pone: 694,55. Ayer me pasó que la persona no se quería ir. Le cobré un Movistar a 2399, 50. Faltaban 50 centavos. La persona me dijo que por ley le tenía que dar un peso. Era última hora y yo no tenía monedas de un peso. Que iba a llamar a la policía, que iba a hacer la denuncia. No se quería ir".
Esa mujer se cansó de esperar y partió al grito de: "Sos un tarado". De cien personas, tres o cuatro por día le reclaman la moneda. "Dame la moneda. Tengo que contabilizar todo y necesito la moneda".
Moneda que no da para propina
Pero igualmente se la dejan a Melina, la camarera de la London City, bar notable de Florida y Av. De Mayo. En este café, se percibe a la moneda como una ofensa. "A gatas se llega al cinco por ciento en la propina", dice Melina. "Conozco a gente que las devuelve. Yo elijo quedármelas. Las meto en una lata que ya va por los 200 pesos".
El camarero David, también de la London, cuenta que su mamá colecciona de las actuales y las antiguas. Le ha llevado pesos uruguayos
y brasileños, que salen del bolsillo del turista del área. Pocas situaciones equiparan la alegría de ver aparecer a la monedita de un dólar, o la de dos euros, la que -por lo menos tres veces por semana- se deja ver en alguna mesa distraída. "Tres moneditas -cierra el camarero- y ya sos feliz".
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