

La industria de las criptomonedas está atravesando un momento crucial, y uno de sus comentaristas más contundentes sorprendió con una predicción que generó debates intensos.
Se trata del conocido empresario y personalidad televisiva Kevin O’Leary, célebre por su participación en el programa Shark Tank, quien manifestó públicamente que la gran mayoría de los proyectos cripto están destinados a desaparecer.
Según su análisis, solamente dos activos digitales tienen las características necesarias para mantenerse vigentes en el largo plazo. Esta postura radical contrasta notablemente con la diversidad de proyectos que actualmente compiten en el mercado.
La transformación de O’Leary desde escéptico hasta defensor del ecosistema cripto representa uno de los giros más interesantes en el mundo de las inversiones. Hace apenas seis años, este inversor calificaba al Bitcoin como algo sin valor y utilizaba términos despectivos para describir los activos digitales.
Sin embargo, su postura cambió drásticamente cuando comenzó a observar movimientos regulatorios favorables en jurisdicciones como Suiza y Canadá. La aprobación de los primeros fondos cotizados dedicados a estas monedas marcó un punto de inflexión en su percepción del sector.
El argumento central de O’Leary se basa en datos estadísticos que, según él, son irrefutables. Afirma que concentrando inversiones únicamente en Bitcoin y Ethereum se puede capturar más del noventa por ciento de toda la volatilidad y rentabilidad que ofrece el mercado de criptoactivos.
Esta cifra, que ha mencionado en múltiples entrevistas y publicaciones en redes sociales, representa la columna vertebral de su estrategia actual.
Anteriormente, el portafolio de O’Leary incluía hasta veintisiete posiciones diferentes en diversos tokens y proyectos blockchain. Hoy en día, esa diversificación ha quedado atrás por completo.
El inversor canadiense mantiene ahora una estrategia minimalista que se limita a tres componentes esenciales: Bitcoin, Ethereum y stablecoins para mantener liquidez cuando sea necesario. Esta simplificación no es casual sino que responde a un análisis exhaustivo del comportamiento del mercado.
La distinción que hace O’Leary entre ambos activos principales resulta particularmente reveladora. Describe al Bitcoin como una forma de oro digital, un activo diseñado principalmente para funcionar como reserva de valor y alternativa a las monedas tradicionales.
Por otro lado, caracteriza a Ethereum como “Wall Street en blockchain”, destacando su función como plataforma para contratos inteligentes y aplicaciones descentralizadas. Esta diferenciación técnica y funcional sustenta su convicción de que ambos ocupan nichos complementarios pero claramente diferenciados.
El panorama regulatorio juega un papel fundamental en la tesis de O’Leary. Menciona constantemente la importancia de legislaciones pendientes, particularmente la denominada Ley de Claridad, cuya aprobación anticipa para la primera mitad de 2025.
Esta normativa, junto con regulaciones de la Comisión de Comercio de Futuros de Materias Primas, está estableciendo un marco legal que favorece a los activos más consolidados. Según su perspectiva, esto acelerará la entrada de capitales institucionales que históricamente han permanecido al margen.
Los grandes fondos de inversión, explica O’Leary, están preparándose para asignar entre tres y cinco por ciento de sus carteras a activos digitales. Sin embargo, estas instituciones no mostrarán interés en la multitud de proyectos alternativos que inundan el mercado.
Su enfoque se centrará exclusivamente en los dos líderes del sector, dejando poco espacio para el resto. Esta concentración institucional, predice, provocará una depuración masiva que eliminará cientos de iniciativas que “carecen de utilidad práctica real”.

La evidencia reciente respalda sus afirmaciones. Durante las últimas semanas de volatilidad en los mercados cripto, las carteras compuestas únicamente por Bitcoin y Ethereum han demostrado un desempeño superior comparadas con aquellas diversificadas en múltiples altcoins.
O’Leary interpreta este fenómeno como una confirmación de que los inversores están priorizando activos con fundamentos sólidos frente a proyectos especulativos sin casos de uso concretos. “Los números no mienten”, insiste.
Más allá de la tenencia directa de criptomonedas, O’Leary expandió su exposición al sector a través de inversiones en infraestructura. Entre sus posiciones destacan empresas como Circle, emisora de stablecoins, la plataforma de intercambio Coinbase y compañías dedicadas a la minería de Bitcoin.
Este enfoque diversificado le permite capturar valor en diferentes segmentos del ecosistema sin asumir la volatilidad extrema de poseer únicamente tokens.
La consolidación que prevé O’Leary podría representar tanto una maduración saludable del mercado como la pérdida de la experimentación que ha caracterizado al ecosistema blockchain. Lo cierto es que su visión binaria del futuro cripto, reducida a dos activos principales, plantea preguntas fundamentales sobre innovación y descentralización.















