La mega cárcel de El Salvador por dentro: un "depósito" de personas donde los reclusos tienen menos espacio que el ganado

Un análisis del Financial Times sobre imágenes satelitales revela que, si la prisión alcanza su máxima capacidad de 40.000 detenidos, apenas tendrían 0,6 metros cuadrados de celda cada uno para vivir en lo que algunos ya llaman la "ciudad del crimen".

En las remotas llanuras del volcán Las Chiches, el caudillo de El Salvador ha construido una megaprisión que se convertirá en la mayor del mundo por población, y en la más superpoblada por diseño.

El presidente Nayib Bukele inauguró con orgullo el mes pasado la "nueva casa" para 40.000 presos, donde los miembros de las bandas serán enviados a "vivir durante décadas" para pagar por sus presuntos delitos.

El vasto experimento penal, si alcanza su capacidad máxima, no tendrá rival en la escala de su encarcelamiento: una instalación que podría albergar en un solo lugar a dos tercios de la población reclusa total de Alemania.

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Pero si Bukele lleva a cabo sus planes, la prisión tendrá también otra característica única y escalofriante: batirá récords de hacinamiento deliberadamente diseñado, según el análisis del complejo realizado por el Financial Times utilizando imágenes de satélite.

Si alcanza la capacidad de 40.000 presos anunciada por el Gobierno, cada recluso dispondrá de sólo 0,6 m2 dentro de las celdas compartidas, según los cálculos del FT. Es una fracción de lo que se espera para un encarcelamiento humanitario y menos de la mitad del mínimo exigido por la legislación de la Unión Europea para transportar ganado mediano por carretera.

"Cuarenta mil es demasiado para gestionar en un solo lugar, y punto. En cualquier circunstancia", afirma Martin Horn, administrador jubilado que dirigió las prisiones de Nueva York, incluida Rikers Island, una de las mayores del mundo.

Imágenes por satélite tomadas en febrero muestran la nueva prisión de El Salvador en Tecoluca antes de recibir a su primer grupo de presos. Diecinueve torres, cada una con siete soldados, vigilan las 23 hectáreas de terreno y las 140 hectáreas de campo circundante. Ocho bloques para prisioneros contienen alojamiento y fábricas para hasta 40.000 reclusos.

Las alarmantes cifras plantean la cuestión de si los planes declarados de Bukele tienen más de show que de aplicación real. Pero pocos dudan de sus tendencias autoritarias o de su voluntad para sobrepasar los límites.

Los videos de los primeros traslados mostraban a cientos de hombres encadenados y semidesnudos apiñados en formaciones apretadas, cuerpo con cuerpo, antes de ser conducidos a las instalaciones en expansión. Bukele compartió las imágenes en Twitter para celebrarlo.

Sus fuerzas de seguridad han detenido a 60.000 personas en un año de campaña de represión contra las bandas, que según los grupos de derechos humanos ha dado lugar a abusos generalizados. Incluso antes de eso, el país ya tenía la tasa de encarcelamiento más alta del mundo. Ahora, los expertos calculan que más del 2% de los adultos de este pequeño país centroamericano -de 6,3 millones de habitantes- se encuentran entre rejas.

Las imágenes satelitales de la prisión, conocida como el Centro de Confinamiento del Terrorismo, muestran que el espacio dentro del perímetro mide 23 hectáreas en total. Se trata de una superficie mucho menor que la de la isla de Rikers o la megaprisión turca de Mármara, ambas de más de 100 hectáreas y con una población menor.

Los ocho edificios de la prisión miden sólo 4,3 hectáreas, lo que equivale a seis campos de fútbol. El análisis de las imágenes sugiere que dos de ellos son espacios de trabajo, lo que deja seis edificios de alojamiento para los reclusos. Los guardias se alojan en un edificio independiente con instalaciones de ocio, como un gimnasio y una mesa de ping-pong.

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Si se excluyen los pasillos entre las celdas, quedan menos de 2,4 hectáreas para los reclusos, o apenas 0,6 metros cuadrados por preso si la prisión tiene capacidad para 40.000 personas. Las literas proporcionan algo más de espacio, pero es poco probable que el total supere la estructura de un adulto normal. Muchos presos vivirán en el centro de detención durante décadas.

El gobierno salvadoreño no respondió a la solicitud de comentarios.

Incluso con una tasa de ocupación mucho más baja, la megaprisión de El Salvador estaría muy por debajo de las normas establecidas en materia de trato humano. El Consejo de Europa, máximo organismo de derechos humanos del continente, recomienda un mínimo de 4 m2 por preso en celdas compartidas.

Bukele está contento de hacer de los derechos humanos de los presos una preocupación secundaria. Afirma que quienes critican sus políticas de seguridad están del lado de las bandas, y que sus estrategias han reducido drásticamente el índice de asesinatos.

Los expertos en prisiones afirman que el nivel inhumano de hacinamiento arraigará una cultura de la delincuencia entre los cuando finalmente sean puestos en libertad. "Lo que vamos a tener es una prisión gigantesca que se convertirá en una pequeña ciudad del crimen", dijo Gustavo Fondevila, de la universidad mexicana CIDE.

"Para mí es un proyecto de campaña política, el típico proyecto de campaña de populismo penal puro y duro".

Kavan Applegate, arquitecto que preside el comité de diseño de la Asociación Internacional de Correccionales y Prisiones, dijo que la instalación era simplemente un "depósito" de personas.

Aunque los planes para la prisión presuponen un grave hacinamiento, la administración de Bukele proporcionará una supervisión mínima para mantener el orden.

El ministro de Seguridad, Gustavo Villatoro, ha dicho que habría más de 1000 guardias y 600 militares para vigilar el perímetro, mientras que 250 policías dirigirían las torres.

A plena capacidad, si hay 1000 guardias, eso significaría una proporción de reclusos por agente de aproximadamente 40 a 1, antes de dividirlos en turnos. Esto contrasta con la proporción de 4 a 1 en el Reino Unido y de 8 a 1 en las prisiones federales de Estados Unidos.

El extraordinario aumento de la población carcelaria de El Salvador se ha producido en un momento en que Bukele ha intentado aplastar la violencia de las bandas que asola su país.

Las principales bandas, la Mara Salvatrucha (MS-13) y Barrio 18, tienen sus raíces tanto en EE.UU. como en Centroamérica. Los salvadoreños huyeron de la violencia durante la brutal guerra civil del país, sobre todo a Los Ángeles, y algunos acabaron en las bandas. Una vez finalizada la guerra en la década de 1990, EE.UU. deportó a muchos de ellos a El Salvador.

En 2015, la tasa de homicidios de El Salvador alcanzó un récord de más de 100 por cada 100.000 habitantes, entonces la más alta del mundo, impulsada por las bandas que aterrorizaban a la población, controlaban los barrios, extorsionaban y mataban impunemente.

Desde entonces, los homicidios han disminuido, una tendencia que continuó bajo el mandato de Bukele. La tasa de homicidios era de 7,8 por 100.000 en 2022, relativamente baja para América latina, e incluso los medios de comunicación críticos informaron de que Bukele había desarticulado las bandas.

Pero varios funcionarios de Bukele, incluido el director del sistema penitenciario, fueron sancionados por EE.UU. por negociar supuestamente "una tregua secreta" con las bandas.

Bukele, el autoproclamado jefe del Ejecutivo salvadoreño, conocido por su simbólica iniciativa de convertir al bitcoin en moneda de curso legal, ha hecho un show de la mano dura contra el crimen. Este hombre de 41 años, que saltó a la fama como alcalde de la capital, San Salvador, es un ávido usuario de las redes sociales y en una ocasión cambió su biografía de Twitter por "el dictador más cool del mundo mundial".

En abril de 2020, sus fuerzas de seguridad alinearon a cientos de pandilleros desnudos y los obligaron a sentarse en el suelo en largas filas como castigo por un repunte de la violencia.

La mano dura de Bukele con las bandas ha demostrado ser popular. Tiene ya uno de los índices de aprobación más altos entre los líderes mundiales, lo que supone un reto para los defensores de la democracia, que temen que su éxito sólo sirva para envalentonar los instintos autoritarios de Bukele.

Ha centralizado el poder desde que asumió el cargo hace cuatro años, poniendo fin al sistema bipartidista que había dominado el país desde el final de la guerra civil en 1992. Controla la Asamblea Legislativa que funciona como una escribanía, sustituyó a toda la Corte Suprema por jueces favorables y ha prometido presentarse a la reelección a pesar de que la Constitución lo prohíbe.

"Se trata de una autocracia en el sentido más estricto de la palabra: un solo hombre puede hacer lo que quiera en su país", declaró Steven Levitsky, catedrático del David Rockefeller de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Harvard y coautor de How democracies die [Cómo mueren las democracias].

Y añadió: "Va a reforzar su mensaje básico al pueblo salvadoreño de que los partidos democráticos de El Salvador eran parte del problema y que su estilo autoritario es la solución".

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Comentarios

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  • HN

    Horacio Norman

    08/03/23

    Se lo merecen

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  • AV

    Adri Vidak

    07/03/23

    si el señor Kavan Applegate tiene lugar en la casa que se lleve un par de asesinos

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