Javier Milei enfrenta enormes desafíos para gobernar
La falta de mayoría en el Congreso y los graves problemas económicos plantean un enorme desafío al presidente electo.
Puede que Javier Milei haya obtenido una mayoría inesperadamente amplia en las elecciones presidenciales de Argentina, pero el autoproclamado 'anarcocapitalista' se enfrenta a enormes obstáculos para aplicar su programa radical de reducción del gobierno y dolarización de la economía.
La grave situación de Argentina, con una inflación del 143% anual, un tipo de cambio oficial muy poco realista y unas finanzas públicas insostenibles, supondría un desafío de enormes proporciones para cualquier nuevo jefe de Estado.
Pero Milei, que sólo tiene un mandato como legislador y ninguna experiencia ejecutiva, está muy lejos de obtener la mayoría en el Congreso. Su partido, La Libertad Avanza, lastrado en las elecciones parlamentarias de octubre por la falta de organización a escala nacional, sólo tendrá 39 escaños de los 257 de la nueva Cámara Baja. En el Senado, que renueva un tercio de sus miembros cada dos años, la situación es aún peor: Milei sólo tiene ocho de los 72 escaños.
"Milei asumirá como el presidente más débil de la historia de Argentina, a pesar de su clara victoria en la segunda vuelta", dijo el analista político y consultor Sergio Berensztein, señalando el "bloque muy pequeño" del presidente electo en el Congreso. "La primera cuestión para la gobernabilidad será el sistema de alianzas y pactos que construya Milei".
Las encuestas sugerían que muchas de las ideas libertarias más descabelladas de Milei, como permitir la venta de órganos, eran impopulares entre los argentinos. Lo que resonó con fuerza fue su llamamiento a rechazar a toda la clase política, que le ha fallado sistemáticamente a los votantes desde que el país sudamericano volvió a la democracia en 1983.
La paradoja es que Milei necesita ahora el apoyo de al menos parte de esa clase política para gobernar.
El expresidente de centro-derecha Mauricio Macri ya ha prestado su apoyo al presidente electo. Esto podría asegurar una mayoría en la Cámara Baja, si todos los legisladores de la coalición díscola de Macri, Juntos por el Cambio, siguieran su ejemplo, algo que no está garantizado. Aun así, Milei seguiría necesitando algunos votos de los peronistas derrotados o de sus aliados para aprobar medidas en el Senado.
Esto significa que muchas de las propuestas más radicales del presidente electo, como el cierre del Banco Central o la dolarización, tienen pocas probabilidades de ver la luz, al menos a corto plazo.
De hecho, Milei ya se ha retractado en las últimas semanas de la campaña de sus ideas más impopulares para salir elegido. En su último video de campaña prometió no privatizar la educación ni la salud, no abandonar el control de armas y no permitir la venta de órganos. Con la vista puesta en la pasión nacional, también prometió no privatizar el fútbol.
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En su discurso de victoria del domingo por la noche, Milei volvió a prometer "cambios drásticos, sin gradualismo", aunque moderó parte de su lenguaje para hablar de "arreglar los problemas" del banco central, en lugar de quemarlo.
"Milei tiene una gran responsabilidad y habrá que ver con cuál de sus dos caras nos quedamos", dice Carlos Malamud, investigador jefe del Real Instituto Elcano de Madrid. "La que defendió durante toda su carrera política o la que fue capaz de negociar de cara a la segunda vuelta de las elecciones... Tendrá que pactar con Macri y con otros".
Generalmente a los presidentes latinoamericanos que carecen de mayorías en el Congreso les ha ido mal, incluso en circunstancias económicas mucho mejores que las que afronta Milei. Muchos no han logrado terminar sus mandatos. La personalidad excéntrica y a veces irascible de Milei podría suponer un obstáculo adicional para las semanas de paciente negociación que quedan por delante para construir una mayoría legislativa.
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El mayor desafío, por lejos, es la economía. Los votantes fueron seducidos por las promesas del economista mediático de terminar con la inflación y con los privilegios de la clase política. Queda por ver hasta qué punto les entusiasmarán los recortes de empleos en el sector público o las reducciones de los generosos subsidios energéticos y de los programas sociales, necesarios para equilibrar el presupuesto.
A pesar del programa de Milei, aparentemente favorable al mercado, de recortar el gasto en un 15% del PBI, los inversores se han mostrado nerviosos ante los riesgos para la gobernabilidad, sobre todo en un país con la historia argentina de fuertes movimientos obreros y protestas sociales.
Milei sabe que probablemente sólo tenga una oportunidad de enderezar la economía. Si sus planes fracasan, la formidable maquinaria política peronista estará esperando para sacar provecho de su desgracia. Milei se puso la vara listón muy alta desde el principio. "Lo que vamos a hacer es terminar con la inflación para siempre", prometió en su mensaje final de campaña.
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El desafío inmediato es más prosaico: evitar la hiperinflación. La difícil red de controles de precios y subsidios creada por Sergio Massa para contener la inflación termina con las elecciones, una gran devaluación es inevitable y los peronistas tienen pocos incentivos para garantizar la estabilidad antes de la toma de posesión del nuevo presidente.
Aunque Milei supere este obstáculo, le esperan muchos más. La deuda de Argentina con el FMI, que asciende a u$s 44.000 millones, debe renegociarse, y su acuerdo con los acreedores privados para 2020 también parece insostenible. Massa dejará una enorme deuda interna, gran parte con tasas de interés de tres dígitos.
"No tengan miedo", instó Milei a los votantes en su último video de campaña. Los argentinos han optado por un audaz salto a lo desconocido. Se les puede perdonar que sientan algo más que un poco de inquietud por lo que viene después.
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