Vacunas contra el covid: ¿cuántas vidas se salvaron y cuántas se perdieron en la Argentina?
El proceso de vacunación contra el coronavirus permiten elaborar un ejercicio sobre su impacto en la sociedad argentina. Cómo beneficiaron la llegadas de más dosis y cómo impactaron la falta de acuerdos y las demoras en el arribo de otras vacunas
Realizar estimaciones que involucran vidas salvadas y perdidas por decisiones políticas es delicado. Tales decisiones siempre involucran riesgos tomados bajo una situación de relativa incertidumbre, máxime tratándose de un contexto pandémico. Por otra parte, omitir mencionar o cuantificar las consecuencias de tales decisiones, más o menos correctas con la información del momento en que fueron tomadas, no ayuda en nada.
La vacunación contra el Covid-19 tiene implicancias de primer orden sobre la vida y la muerte de quienes se contagian, y también sobre la necesidad de reemplazar tal solución por medio de decisiones individuales (voluntarias) o colectivas (forzosas) de distanciamiento social que traen asociadas costos económicos y sociales de distinta gravedad.
En la Argentina, el programa de vacunación contra el Covid-19 está avanzando aceleradamente en las últimas semanas. Así, a pesar de todos sus defectos, ineficiencias y escándalos éticos detrás de la implementación del plan de vacunación, el país está próximo a alcanzar una cobertura del 30% de vacunados con al menos 1 dosis y del 10% con vacunación completa. No estamos en el podio, ni siquiera entre los 50 países que tienen mayor porcentaje de su población vacunada con al menos una dosis, pero igualmente ello ha permitido evitar muchas muertes por contagios que no ocurrieron o agravamientos del curso de la enfermedad que fueron evitados.
Por otra parte, en las últimas semanas ha quedado demostrado en diversas presentaciones ante el Congreso y discusiones públicas que hacia fines de 2020 el gobierno nacional tomó decisiones de abastecimiento (vía actitudes, omisiones, etc.) que, por motivos todavía poco claros, impidieron disponer de más de 10 millones de dosis de vacunas ofrecidas y disponibles en el primer semestre del año por parte de Pfizer (8 millones) y a través del mecanismo Covax administrado por la OMS (que, por simplicidad, hubiera permitido por lo menos duplicar los 2 millones de dosis de Astra-Zéneca recibidos bajo este mecanismo hasta aquí).
En caso de haberse contratado tales suministros, unos 9 millones suponiendo un leve rezago en las entregas eventualmente contratadas con Pfizer, habría sido posible aumentar cerca del 50% la cantidad de vacunas disponibles en primera mitad del año y adelantar entonces 2 meses el plan de vacunación (al ritmo de vacunación histórico hasta aquí).
En esta nota presento una estimación -necesariamente sujeta a limitaciones al tener que computar escenarios contra-fácticos no observados- de la cantidad de fallecimientos evitados por el avance de la vacunación durante 2021 y de la cantidad de fallecimientos no evitados por haber debido retrasar el plan de vacunación luego de no haber concretado las opciones abiertas vía Pfizer y Covax. Por cuestiones de espacio, omitirá varios detalles y explicaciones que estarán explicitadas en una nota próxima en Indicadores de Coyuntura, la revista mensual de FIEL.
La estrategia de estimación y los resultados
No caben dudas de que la vacunación contra el Covid-19 reduce la mortalidad. Basta verificar la evolución de los fallecimientos respecto de la cobertura de la población vacunada en distintos países para verificarlo.
Sin embargo, la propia experiencia internacional muestra que esta relación es cuantitativa y temporalmente muy variada, sugiriendo que la efectividad de las vacunas aplicadas (para reducir los contagios y los fallecimientos), la interacción con otras medidas públicas o conductas individuales voluntarias de distanciamiento social, la estacionalidad, estrategia intensiva en primeras dosis o en vacunación completa temprana, aparición de nuevas variantes, etc., son factores relevantes que pueden alterar sustancialmente la relación entre fallecimientos y dosis aplicadas.
En tal sentido, una comparación internacional para estimar a partir de allí el impacto de "la vacunación" en los fallecimientos, controlando por esas múltiples variables alternativas, parece muy difícil y eventualmente poco prometedora.
Tratándose de una cuestión tan delicada y multidimensional como es un proceso de vacunación, resulta valioso estimar el impacto de la vacunación contra el Covid-19 y de su demora definiendo escenarios contra-fácticos simples, que permitan concentrar la atención en la cantidad de dosis aplicadas sin tener que examinar la calidad del proceso de vacunación en cuanto a la mejor o peor priorización, la existencia de filtraciones, la distinta efectividad de las vacunas aplicadas, etc.
La estrategia de estimación que permite tal transparencia y simplicidad es explotar la información emergente del cambio en la composición etaria de los fallecidos por Covid-19 en cada mes a partir de marzo de 2021 en la Argentina, suponiendo que el mismo es únicamente atribuible a la evolución del programa de vacunación.
Así, la continua reducción en la participación de personas de mayor edad entre el total de fallecidos por Covid-19 verificada en el país desde entonces es interpretada como una síntesis informativa del efecto de la vacunación, sin necesidad de recurrir a una compleja comparación internacional.
Los escenarios contra-fácticos se construyen a partir de la información oficial disponible sobre la evolución de los fallecimientos hasta el 12 de junio, que permite elaborar la Tabla 1. Los datos de junio son proyectados suponiendo 500 fallecimientos diarios en la segunda mitad del mes, y que la estructura etaria evolucionará con los mismos cambios verificados entre abril y mayo.
Así, al final del primer semestre se habrán acumulado casi 51.000 fallecimientos (que se suman a los más de 43.000 del año 2020), 51% de ellos adultos mayores de 70 años. En la última fila se incluye además una medida de cobertura de la vacunación (dada por el porcentaje de la población vacunada con al menos 1 dosis, tomando el promedio de cada mes). De allí es fácil verificar que los fallecidos mayores de 60 años pasaron de representar en conjunto el 86% del total en el primer trimestre, a representar el 80% en abril, el 72% en mayo y el 65% en junio, con una reducción posterior esperable hasta rondar el 50% en el último trimestre del año.
Los fallecimientos evitados por la vacunación
Para realizar este cálculo adopto varios supuestos (entre ellos que la vacunación no tuvo efectos en la reducción de la mortalidad por Covid-19 sino hasta abril, que sin vacunación la evolución de las fatalidades en los distintos grupos etarios habría estado directamente asociada a la evolución observada de las fatalidades en la población menor de 40 años -manteniendo constantes desde abril las participaciones relativas sobre los fallecimientos totales observadas en marzo- y que ello además no hubiera alterado las conductas individuales o las restricciones de movilidad impuestas respecto de las observadas en la realidad, de manera tal que los contagios y fallecimientos de la población menor de 40 años en este escenario habrían sido iguales a los observados).
Así, el efecto de la vacunación aplicada en el primer semestre del año fue haber permitido reducir los fallecimientos de las personas de 40 años y más, suponiendo que la participación de éstas en los fallecimientos posteriores a marzo se habría mantenido igual a las de dicho mes sin tal vacunación.
Sobre el final de la nota flexibilizo algunos de estos supuestos, tomando en cuenta la reacción preventiva en respuesta a la ausencia de vacunas, en forma de un mayor distanciamiento social (endógeno) y la posibilidad de que las vacunas sean efectivas para evitar contagios de tal forma que los contagios y fallecimientos de los menores de 40 años dependan de la vacunación (y menor contagio) de personas pertenecientes a grupos etarios mayores que sí han sido vacunadas.
El resultado de este ejercicio, resumido en la primera parte de la Tabla 2, es que sin vacunación hubiera habido unas 120.000 personas fallecidas en el primer semestre del año (135% más que las 50.800 proyectadas con vacunación en la Tabla 1), y por lo tanto que la vacunación permitió evitar cerca de 69.000 fallecimientos.
Los fallecimientos atribuibles a la demora en la vacunación
Para responder esta segunda pregunta, la estimación realizada adelanta 2 meses el efecto previo estimado de la vacunación (suponiendo así que la menor participación de los grupos etarios de 40 y más años atribuida a la vacunación se diera desde febrero en vez de abril), y mantiene el supuesto de que los menores de 40 años se habrían contagiado y fallecido por Covid-19 de igual forma que sin tal vacunación (que a ellos en su gran mayoría nos les habría tocado recibir).
Y suma, además, los efectos en el segundo semestre del año: en efecto, el retraso en la vacunación también tendrá incidencia en el mayor número de fallecidos durante el segundo semestre porque algunos de esos fallecimientos futuros habrían sido evitados con una vacunación más temprana (algo que no ocurre en el primer ejercicio, ya que las vacunas efectivamente aplicadas en el primer semestre ya salvaron las vidas de algunos de quienes se las aplicaron y habrían fallecido sin ellas, sin salvar vidas adicionales en el segundo semestre).
Esto requiere proyectar el total de fallecimientos y su estructura etaria en el escenario base (esto es, la realidad esperada) en el segundo semestre del año, lo cual requiere algunos supuestos adicionales.
Al respecto, sólo digo aquí que desde julio supongo una reducción mensual del 25% en el total de fallecidos, que llevaría la cuenta total a 98.000 fallecidos en 2021 y más de 135.000 desde el inicio de la pandemia, y que la evolución supuesta de la estructura etaria de esos fallecimientos pretende aproximar el efecto de una cobertura creciente de la vacunación a personas de menor edad.
El resultado de este segundo ejercicio, sintetizado en la segunda mitad de la Tabla 2, es que de haberse podido adelantar 2 meses la vacunación habría sido posible evitar unas 29.300 muertes por Covid-19 durante todo el año 2021, un 30% del total de fallecimientos proyectados en todo el año.
Vacunas efectivas en reducir contagios y distanciamiento social endógeno a la vacunación
¿Cómo se modificarían estos cómputos en caso de que las vacunas fueran efectivas para evitar contagios y no sólo para evitar las evoluciones complejas de la enfermedad, de manera tal que en los escenarios contra-fácticos anteriores la población menor de 40 años (no vacunada) tuviera más contagios y fallecimientos cuando no hay vacunas, y menos contagios y fallecimientos cuando sí las hay?
¿Cuál sería el efecto de incorporar la reacción preventiva -distanciamiento social- ante los aumentos de contagios y fallecimientos emergentes en ausencia de vacunación, y en sentido inverso el relajamiento de tales prevenciones al avanzar la vacunación? ¿Es posible calibrar estos cambios dentro de las estimaciones?
Como primera respuesta a estas preguntas, cabe notar que la efectividad adicional de las vacunas para evitar contagios y la endogeneidad en el distanciamiento social actúan en sentido inverso; por ejemplo, comparado con una situación con alta vacunación que reduce los contagios y fallecimientos, sin vacunas habría conductas de prevención adicionales de todos los grupos etarios no vacunados, reduciendo la mortalidad estimada en el escenario de insuficiente o tardía vacunación, mientras que en este escenario igualmente habría más contagios de las personas no vacunadas mayores de 40 años y por lo tanto también de los menores de 40 años, incrementando la mortalidad general estimada. En todo caso, es posible realizar un ejercicio adicional, relativamente ad-hoc, adoptando los siguientes supuestos:
- a) la efectividad de las vacunas para prevenir los contagios tiene las siguientes implicancias: en el ejercicio contra-fáctico 1 (sin vacunación), la falta de vacunación habría provocado mayores contagios (y fallecimientos) de las personas menores de 40 años en la mitad del porcentaje de la población cubierta con al menos 1 dosis de la vacuna un mes antes; y en el ejercicio contra-fáctico 2 (adelantando 2 meses la vacunación), el efecto simétrico (en sentido inverso) ocurriría 2 meses antes;
- b) el distanciamiento social es endógeno al avance de la vacunación, de la siguiente forma: en el ejercicio contra-fáctico 1 la falta total de vacunación habría reforzado el distanciamiento social permitiendo reducir un 20% la cantidad de fallecimientos menores de 40 años verificados ese mes (y por lo tanto el total de fallecimientos adicionales en cada mes); y en el ejercicio contra-fáctico 2 la vacunación más temprana habría relajado el distanciamiento social, aumentando un 20% los fallecimientos de personas menores de 40 años verificados ese mes (y por lo tanto también los del resto de la población).
La Tabla 3 muestra los resultados de incorporar ambos supuestos (incluyendo una evolución de la vacunación proyectando alcanzar un 73% de la población total vacunada con al menos 1 dosis a fin de año). Como se observa allí, el impacto de la vacunación y de su retraso resultan algo diferentes a las estimadas previamente (la vacunación habría evitado unos 14.000 fallecimientos menos -un efecto 20,2% más bajo que en la estimación previa- mientras que el retraso de 2 meses en la vacunación habría provocado unos 2000 fallecimientos más -un efecto 7% mayor que en la estimación previa-, manteniendo la validez cualitativa del análisis anterior.
Conclusión
Las estimaciones realizadas indican que la aplicación de unos 20 millones de dosis durante el primer semestre del año permitió evitar entre 54.700 y 69.000 fallecimientos por Covid-19 (entre 2,8 y 3,4 muertes evitadas por cada 1000 dosis aplicadas), mientras que el retraso de 2 meses por no haber contado con 9 millones de dosis adicionales habrá costado alrededor de 30.000 fallecimientos adicionales durante 2021 (3 muertes no evitadas por cada 1000 dosis no aplicadas). Las cifras finales podrán ser mayores o menores que estas estimaciones, por múltiples razones, pero ambos cómputos son consistentes entre sí.
Queda a la vista por un lado el enorme valor del avance científico y de la obtención de 20 millones de dosis por parte del gobierno nacional en el primer semestre del año, que permitieron a la Argentina contar con vacunas efectivas a tiempo para evitar alrededor de 60.000 muertes, y por otro lado la necesidad de explicar claramente porqué la tragedia del Covid-19 podrá significar en 2021 unos 30.000 fallecimientos que pudieron haberse evitado.
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