Una breve excursión a los desafíos del metaverso
La sumatoria de diversas tecnologías (como realidad virtual, realidad aumentada, economía digital) confluyen en un entorno inmersivo.
A fines de octubre de 2021 el CEO de Facebook (ahora Meta) Mark Zuckerberg, anunció su próxima jugada con el cambio de enfoque de todas las empresas que forman el conglomerado con sede en Menlo Park, California, y su inmersión en un nuevo espacio comunitario.
"La próxima plataforma y medio será una Internet aún más inmersiva y encarnada, en la que estás en la experiencia, no solo mirándola. A esto lo llamamos metaverso", fue lo que manifestó el exalumno de Harvard.
Este metaverso implica, en sí, un avance en la interacción en entornos digitales, de proporciones superiores a las que ocurrieron con la transición de las salas de chat o la mensajería de texto a las plataformas de mensajería instantánea con la transferencia de audio y video e incluso la videollamada; o el paso de la Internet de la información a la Internet del valor.
Si bien esta forma de relacionarse no es nueva, puesto que existen antecedentes como la comunidad virtual "Second Life", el aspecto más resaltante del actual concepto de metaverso (o metaversos) es la sumatoria de diversas tecnologías (como realidad virtual, realidad aumentada, economía digital) que confluyen en un entorno inmersivo.
En el caso particular de los criptoactivos y todos los desarrollos nacidos al amparo de la tecnología blockchain, como son los denominados "contratos inteligentes", las finanzas descentralizadas (DeFi) o los Token No Fungibles (NFT), que han transformado radicalmente diferentes mercados, significan además un cambio en lo que comprendemos como valor y la manera en la cual establecemos relaciones de confianza.
La concepción de valor en intangibles digitales que hace viable este fenómeno y la posibilidad de prescindir de terceros de confianza habituales, es un caldo de cultivo en el cual el metaverso tiene oportunidades nunca antes presentadas en el mundo de los videojuegos, la educación o los negocios.
En materia criminal, delitos típicos del mundo físico como fraudes, estafas, amenazas o incluso extorsión han tenido su "meta-versión" en plataformas o juegos en línea, también se ven delitos más específicos de los entornos virtuales como los que afectan la indemnidad e intimidad infantil, e incluso se ha llegado a denunciar e investigar presuntas agresiones sexuales.
La posibilidad de comprar "parcelas" en metaversos como "Decentraland" o "The Sandbox", el crecimiento de las aplicaciones "GameFi" y las implicancias que tendrán los NFT's para "validar" la identidad digital respecto de un avatar e incluso la ejecución de contratos inteligentes en ese espacio pasan a ser, en palabras de Zuckerberg, actividades de una internet "física". Este entorno inmersivo, diferente del "plano" en el que estamos frente a una pantalla, es otra de las diferencias sustanciales entre ambos mundos.
Una actividad por regular
A modo de ejemplo, para marcar las diferencias: hoy nadie pensaría que la ocupación de un edificio en alguna plataforma de las ya mencionadas podría afectar la propiedad de alguien o que su tenencia de lugar a la obligación de abonar tasas o contribuciones. Pero, ¿qué pasará cuando la relevancia de lo que ocurra y "exista" en el metaverso sea relevante para una parte de la sociedad? El avance de la legislación sobre la privacidad y trascendencia que ha adoptado la protección del derecho a la imagen y al honor dan testimonio y han puesto al Derecho a la Autodeterminación Informativa como uno de los principales objetos de tutela legal.
En nuestra vigésimo quinta encuesta anual a los CEOs recientemente difundida sobre los "unicornios", se da cuenta de que estas compañías apostarán fuerte en la creación y la expansión en el metaverso, y no es algo inesperado. En otro de nuestros informes ya se indicaba que las ocho tecnologías esenciales del futuro podrán confluir en un espacio que bien puede ser lo que hoy llamamos "metaverso".
Las empresas se suman a la ola permitiendo nuevos esquemas de negocios y los usuarios - al fin y al cabo, los destinatarios finales de los bienes y servicios comercializados- adoptan definitivamente estos espacios, y no será raro que comencemos a pensar en las estructuras y soluciones para adecuarlos a las lógicas imperantes y requerimientos regulatorios que eventualmente deberán incorporarse, ya que, a fin de cuenta, no solo se trata de tecnología.
Surgirán preguntas en cuanto a cómo se solucionarán las disputas por una parcela en el metaverso: ¿sólo bastará un contrato inteligente para solucionar cualquier tipo de contienda o habrá que recurrir a algún otro esquema de solución de disputas?. Se impondrá la lógica de descentralización característica de los desarrollos en blockchain o los jugadores "fuertes" del mundo tecnológico tendrán el dominio de los nuevos espacios y los "moderarán". ¿Cuál es el rol que ocuparían los Estados en este contexto? ¿Podrán utilizar sus mecanismos de coerción o serán las propias comunidades, mediante la "autorregulación" de cada plataforma, las encargadas de aplicar los mecanismos sancionatorios, y si es así, con qué alcances?
Como toda creación humana, el metaverso propiciará de infinitas posibilidades para el desarrollo de actividades tanto lícitas como ilícitas: las marcas de ropa tendrán un espacio para comercializar sus productos de manera sostenible (evitando la producción en masa de prendas), las empresas manufactureras tendrán la posibilidad de utilizar el metaverso para entrenar a sus operarios en el manejo de nuevas herramientas, entre otras múltiples ventajas para sus negocios; pero a su vez las ventajas del anonimato en Internet sirven de trampolín para la comisión de delitos, quizás propios de este nuevo espacio.
No se podrá "matar" a un avatar, pero sí afectar su identidad digital mediante técnicas de suplantación, lo que tendría un impacto mucho más gravoso que el actual, de acuerdo con la lógica que impera en este espacio. Los conflictos interpersonales (¿inter-avatares?) tampoco serán propiedad única del mundo físico: así como las redes sociales ayudaron a conectar y relacionar a las personas, también fueron la plataforma propicia para la difusión de noticias falsas o discursos de odio.
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