El gobernador miró al representante de la Casa Rosada de forma displicente, con algo de sorna, pero sin perder la sonrisa cordial que había mantenido durante los 40 minutos que llevaban encerrados hablando sobre las limitaciones de la billetera nacional y sobre el apoyo que el oficialismo libertario necesita para su plan en el Congreso. “¿Hay zanahorias además de palos?”, le preguntó sin vueltas.
“Alguna zanahoria tenés que tener”, lo apuró, casi divertido. El funcionario se rascó la nuca y, casi sin pensarlo, salió del brete con picardía: “Zanahorias es mucho, pero algún caramelo puedo poner sobre la mesa”. A buen entendedor, pocas palabras y muchas metáforas.
La escena transcurrió en uno de los despachos donde avanza el tramo fino de las negociaciones para llegar a las sesiones extraordinarias con una base de acuerdos sobre el Presupuesto 2026 y las primeras dos de varias reformas que Javier Milei tiene en el horizonte: la laboral y la tributaria.
Diego Santilli aterrizó este lunes en Buenos Aires desde Corrientes con la misma agenda que viene repitiendo desde que el Presidente lo nombró ministro del Interior: maratón de bilaterales, coordinación de pedidos entrecruzados con líderes provinciales que tantean distancias y un reloj que acelera hacia el 10 de diciembre.

Fuente: NA
Por eso, la hoja de ruta que armó “El Colo” entró en estas horas en una fase decisiva: viajó a Santiago del Estero, donde Gerardo Zamora lo recibió con su tradicional elasticidad política; bajó en la tierra del chamamé para ver a Gustavo Valdés y a su sucesor Juan Pablo Valdés, que buscan mantener su perfil opositor sin romper del todo los puentes con la Quinta de Olivos; y acercó posiciones con el porteño Jorge Macri, obsesionado con la deuda de $274.000 millones por coparticipación, y también con el pampeano Sergio Ziliotto, peronista dialoguista aunque con una cuantiosa demanda previsional que está cerca de un fallo en la Corte Suprema.
Liquidadas esas últimas reuniones, Santilli sólo tiene por delante convocar a Claudio Poggi, de San Luis, y a un actor decisivo: Maximiliano Pullaro. El santafecino ya avisó que no habrá reunión sin condiciones previas. “Primero los hechos, después las fotos”, repite en público y en privado. El mensaje se decodificó como una advertencia nítida.
En el caso del radical, la lista incluye puntos muy específicos: revertir los recortes en el Fondo Nacional de Incentivo Docente, pagar partidas pendientes de Capital Humano y Salud, y concretar arreglos en rutas nacionales como la 11, 33, 34, 168 y la 178 que “están en mal estado” y son lugares donde “la gente muere”.
¿Y qué pasa con Axel Kicillof, Gildo Insfrán, Ricardo Quintela y Gustavo Melella? En Interior dicen que no tienen apuro para concretar los llamados.
Más allá de los pedidos puntuales, la mayoría de los gobernadores quiere exactamente lo mismo: fondos para obra pública, compensación por la caída de transferencias no automáticas, ayuda para cerrar el año sin atrasos salariales y un esquema financiero previsible para el primer semestre de 2026. “Quieren que votemos sus proyectos con el agua al cuello”, se queja un mandamás del Norte Grande.
Como si esto fuera poco, las provincias miran con desconfianza varios artículos del Presupuesto vinculados a ajustes en áreas sensibles. Un ejemplo: el 30, que mete motosierra en educación, ya encendió alarmas en distritos de todos los colores. Nadie quiere pagar el costo político de explicar noticias incómodas mientras el ministerio de Economía mantiene su estrategia de ortodoxia fiscal. Aun así, no son pocos los que reconocen que el Presupuesto es la única instancia real de articulación con el oficialismo que tendrán en los próximos doce meses.
Pese a todo, el clima entre los violetas es de optimismo. Admiten que Santilli asumió un rol que nadie tenía claro si iba a poder ocupar: convertirse en el ministro político del liberalismo sin ser libertario. En menos de un mes se volvió el interlocutor obligado de gobernadores que, puertas adentro, lo ven como “el único que escucha” en una gestión en la que la verticalidad de los hermanos Milei sigue siendo absoluta.
En paralelo, el Congreso registra un fenómeno inesperado antes del 26 de octubre: La Libertad Avanza pasó de bloque chico a primera minoría. En las últimas semanas sumó a sus filas dirigentes variopintos: desde los ex PRO, Verónica Razzini y Alejandro Bongiovanni, hasta el ex Encuentro Federal, Francisco Morchio.
Además, hizo todo lo posible para desangrar al peronismo, que no logra salir de sus encerronas. El salto más ruidoso vino desde Catamarca, donde tres de los cuatro diputados (Fernanda Ávila, Fernando Monguillot y Sebastián Nóblega) armaron su propio bloque bajo las órdenes de Raúl Jalil. Osvaldo Jaldo confirmó algo parecido entre los tucumanos: Javier Noguera, Gladys Medina y Elia Mansilla se quedan afuera de Fuerza Patria.
Pero hay más: Jalil y Jaldo están trabajando para conformar un interbloque con los legisladores que responden al salteño Gustavo Sáenz y mantienen conversaciones con el misionero Hugo Passalacqua y el neuquino Rolando “Rolo” Figueroa. Un diciembre de súper acción parlamentaria.
Ante este panorama, el mapa volvió a moverse hasta el final: LLA ya suma 95 bancas en la Cámara baja, por encima de las 93 de Unión por la Patria. Un reordenamiento que ni en los cálculos libertarios más soñadores imaginaban con esta velocidad. Con sus matices, la situación se replica en el Senado: el oficialismo consolidó 20 bancas, lo que amplía su representación del 10% al 27%.
La verdadera prueba empieza ahora. Milei se asoma a una ventana de oportunidad que no sabe cuánto va a durar abierta. En el corazón del poder lo admiten en voz baja: “Si no nos sale con este contexto, no nos sale más”. Y mientras algunos piden zanahorias y otros esperan palos, la Casa Rosada ya empezó a repartir los pocos “caramelos” que tiene para asegurar su futuro.
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