Opinión

"¿Llego o no llego?" Las cuentas oficiales y las metas

El Gobierno deshoja la margarita del 'llego, no llego', mientras lo asedian dinámicas de crisis que no sólo no logra revertir, sino que tampoco consigue desacelerar. Un pasatiempo para nada romántico y muy riesgoso que en los últimos días sólo se interrumpió para anunciar alguna que otra pincelada sobre las reservas del BCRA, pero no mucho más que eso. Como resultado de la inacción oficial, la dinámica inflacionaria, la fiscal, la de las reservas y la de la deuda en pesos del tesoro siguen haciendo sonar la sirena de una fase de aceleración nominal de la crisis que pide pista desde hace meses.

La "guerra contra la inflación" del Presidente Fernández y el "3% mensual" del Ministro Massa forman parte del arsenal audiovisual que desde las redes y la TV se usan para defenestrar la gestión del Gobierno. Y con cierta razón, porque la declaración de guerra se quedó sólo en el terreno de lo discursivo y la desaceleración inflacionaria luce cada vez más lejana. A veces da la impresión que el Gobierno cree que se puede decretar que baje la inflación sin tomar ninguna medida conducente. El FMI y Sergio Massa acordaron que el BCRA no otorgaría más adelantos transitorios para financiar al fisco. Una suerte de punto final a "la maquinita". Pero desde ese acuerdo, se manoseó el balance del BCRA de una manera irresponsable, incorporando más títulos públicos que reservas en su activo y más pasivos remunerados (LELIQ) que base en su pasivo. Y no hay posibilidad alguna de tener una moneda sana y bajar la inflación con un balance de la autoridad monetaria en continuo deterioro.

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Un deterioro que, además, difícilmente se interrumpa en los próximos meses, sobre todo si tomamos en cuenta que la dinámica de las cuentas públicas va en la dirección contraria a la necesaria. En efecto, los datos del primer bimestre pusieron al desnudo lo difícil que le resulta a la Administración Fernández desacelerar el gasto público. Algo que pareció que se lograba en los últimos dos meses del año pasado cuando se cerró el año en línea con la meta acordada con el FMI, pero que en realidad fue el resultado de una abrupta pisada de la caja que quedó sepultada con el 111% de crecimiento interanual del gasto primario de enero y el 95,5% de febrero. De la misma manera que resulta difícil frenar la inflación con un pasivo del BCRA que crece a una tasa del 96% anual, tampoco luce factible hacerlo cuando otra de las variables nominales claves de la economía, el gasto público, crece arriba del 100% anual (tal como lo hizo durante el primer bimestre de este año). A este ritmo resultará muy difícil lograr las metas fiscales comprometidas y, en consecuencia, la dependencia del Tesoro del financiamiento del BCRA terminará también siendo más elevada.

Un deterioro adicional del balance de la autoridad monetaria luce inevitable. La escasez de dólares se agravará producto de la sequía y, con todo un año electoral por delante, no hay ninguna perspectiva de que el BCRA pueda salir de la punta vendedora del mercado oficial. Además, se le van agotando al Ministro las posibilidades de engrosar las reservas con dólares frescos provenientes de más endeudamiento y todavía tiene por delante, a pesar del canje, una "pared de vencimientos" de deuda en pesos en manos privadas ($4,500 Millones hasta septiembre). Siendo bastante probable que una parte de esos pesos busque su camino hacia alguno de los mercados legales del dólar (es usual en año electoral que se dolaricen tenencias de pesos), es de esperar que se verifiquen presiones sobre la brecha y sobre los precios. Con ese panorama, podría resultar lógico devaluar ahora y aguantar lo que venga con un tipo de cambio más alto. Pero la devaluación del tipo de cambio oficial tampoco parece estar en los planes del Gobierno. Sigue habiendo cierto consenso (y el Ministro Massa también parece convencido de ello) de que devaluar puede ser el gatillo de una aceleración nominal imparable con consecuencias impredecibles. Sobre todo, si se trata de una devaluación sin plan. Además, incluso si hubiera uno, la credibilidad del Ministro no es más grande que la del Presidente y casi cualquier anuncio podría ser tomado como un manotazo de ahogado. De todas maneras, está claro que la ventana de posibilidades se irá cerrando cada vez más a medida que nos acerquemos a las elecciones. De allí que de intentar algo diferente, el momento más propicio parece ser ahora. Sin embargo, lo más probable es que intenten evitar la devaluación con otro dólar soja o con algún dólar diferencial para sectores que generan divisas (dólar exportador) y con más cepo importador (y/o con un dólar importador más caro que el exportador).

El conteo de reservas y las especulaciones permanentes sobre nuevas medidas no ayudan en el actual contexto. No hacen más que revelar lo angustiante de la situación y la preocupación de las autoridades frente a dinámicas que temen se les escapen definitivamente fuera de control. Entre correr el riesgo de ver si llega o devaluar ahora (lo que tiene sus propios riesgos), lo más probable es que Sergio Massa, con algunos retoques a sus gastadas políticas, elija correr el riesgo de ver si llega. Aunque la margarita se empeñe en darle hojas con el otro resultado.


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