

El Presidente Mauricio Macri menciona en cuanta oportunidad tiene que: "somos la generación que vino a cambiar la historia". Generación y transformación, deben ser dos de las palabras que más remarca Macri en sus alocuciones. Es un metamensaje a todos los tipos de dirigencias como la sindical, empresarial, del tercer sector, académica y de medios.
Cambiemos, asumió el poder en 2015 derrotando al peronismo. Debería ser historia ya, creer que fue sólo una cuestión del destino que un espacio cuya cabeza no es ni radical ni justicialista gane la elección. Los comicios del domingo le dieron esa seguridad que necesita toda estructura relativamente nueva para afianzarse. Y aquí radica el germen del largo plazo.
Cambiemos en general, y Macri en particular, ya piensa en 2019. Los resultados le permitieron darse el lujo de incorporar esa alternativa a su mapa de poder. Para ello es vital desarrollar relaciones personales, no sólo políticas, con las nuevas generaciones que hoy también conducen.
El Presidente asume que si quiere gobernar por seis años más necesita confiar en aquellos dirigentes que pugnan por la renovación en las provincias. Hoy cuenta con 5 distritos propios, dos netamente PRO (CABA y Buenos Aires) y 3 aliados (Corrientes, recientemente renovada, Jujuy y Mendoza). El resto está al mando de justicialistas y/o partidos provinciales en su mayoría. Santa Cruz y Santa Fe son las que asoman con más chances de ser gobernadas por Cambiemos en 2019.
Córdoba es otra que muestra dudas, pese a ser un histórico bastión peronista.
El resto podría mantener a sus gobernadores ya que todavía tienen posibilidad de otro mandato. En su defecto, Cambiemos apuntará a mejorar su presencia en las legislaturas provinciales.
Estos gobernadores tienen un denominador común: ser parte de una misma camada generacional que a priori escucha más de lo que habla, algo que la sociedad civil del SXXI pone al tope de las demandas. Lo mismo pareciera suceder con los empresarios y los sindicalistas. Macri está buscando en cada uno de esos sectores, aliados. Por eso no es casual que hable con tanta liviandad acerca del círculo rojo en el Coloquio de IDEA y que busque acuerdos sectoriales con los gremios para realizar reformas. Sólo con aquellos que están mirando al futuro, se sentará a hablar por ahora.
Estos nuevos dirigentes aparentemente conciben la forma de hacer política de manera distinta a la que socialmente estamos acostumbrados. Si es bueno o malo, el tiempo lo determinará. En todo caso depende del fin, el propósito que tengan.
El mayor desafío del Presidente está en transformar a la dirigencia política en todos sus sentidos, y para ello los nuevos rangos etarios que emergen en Argentina son aliados más que necesarios. Si asumen que la ciudadanía demanda otras cosas, que ya no estamos inmersos en un mundo unidireccional, sino de redes, y que la huella digital puede ser un espejo para describir lo bueno o lo malo de una gestión, el futuro es al menos prometedor.
Existen nuevas dinámicas de participación y vinculación. El que no las entienda, indefectiblemente quedará fuera de esa agenda. Porque un país lo hacemos entre todos, inclusive entre oficialismo y oposición. Si no existe un trabajo compartido, no hay gobierno posible.













