El futuro vendrá sin censura
Hace algunas semanas atrás, viajé a visitar a familiares a Brasil, a una ciudad que queda en la frontera entre los dos países. Más específicamente a la ciudad de Uruguaiana, muy conocida por muchos argentinos por ser el portal de entrada a Brasil para aquellos que hemos viajado a las playas del sur. Estando allá, tuve una experiencia que pensé que nunca iría a vivir luego de las dictaduras del siglo pasado que vivimos en nuestra región.
Tomé mi celular, que estaba conectado al wifi local, y quise entrar a X. Sin embargo, mi pantalla quedaba negra y no cargaba. Busqué recargar nuevamente el acceso a la aplicación y luego a la web de X, pero no cambiaba nada; todo seguía igual. Una pantalla sombría, desconectada, o mejor dicho, censurada, era lo único que tenía en mis manos. Frente a ello, intenté la conexión por roaming de mi celular argentino en Brasil, pero tampoco accedía.
Recordé entonces que la justicia brasileña, con el apoyo político del ejecutivo nacional, había barrido a X de un país de dimensiones continentales como Brasil, con más de 200 millones de habitantes. Finalmente, busqué volver a conectar mi celular a la red de telefonía celular argentina, algo muy común en las ciudades de frontera por las cortas distancias entre las antenas. Al conectarme a la red argentina, pude ingresar a mi cuenta de X y navegar esta red social sin restricciones.
Esta experiencia me hizo reflexionar sobre varios conceptos que en Occidente, en la post Guerra Fría, parecían ya derechos adquiridos, derechos inalienables como son la libertad de expresión y el acceso a la información. Habiendo crecido en Argentina y Brasil, ambos países con un historial democrático difícil en el siglo 20, uno da por sentado que determinados derechos no van a ser avasallados y que hemos aprendido del pasado. Y menos aún, por un gobierno "democrático y republicano" como el brasileño.
Sin embargo, este bloqueo a X me hizo entender de forma mucho más cercana el reclamo por libertad de pueblos como el venezolano o cubano, debido a las decisiones de sus gobiernos de censurar y perseguir a opositores. O las protestas contra los regímenes autocráticos, como lo son Rusia o China, entre otros, donde todas las redes sociales occidentales están desconectadas.
Recuerdo, porque me marcó mucho en el pasado, la Primavera Árabe, donde por primera vez se veía cómo internet y las incipientes redes sociales servían para difundir ideas y organizar las protestas masivas en contra de los regímenes autocráticos de ese momento. Allí, las respuestas permanentes de los gobiernos fueron censurar las redes sociales o simplemente cortar la internet de todo el país. Todo esto es posible debido a las limitaciones de una internet que, pese a su descentralización, aún se asienta sobre infraestructura física, principalmente mediante cables submarinos de fibra óptica, fácilmente intervenidos por los gobiernos de turno.
Sin embargo, desde hace algunos meses atrás, vemos el surgimiento de un nuevo servicio que podría revolucionar no solo el servicio de internet, sino que podría tener un impacto político y social profundo en la humanidad. "Starlink Direct to Cell" promete "cobertura ubicua" desde "torres de telefonía celular en el espacio" que funcionarán con LTE estándar. El cronograma actual afirma que habrá servicio de texto a partir de 2024, voz y datos en 2025 y servicio IoT (Internet de las cosas) en 2025.
Este nuevo servicio de conectividad masiva desde los satélites de baja órbita, directamente a un celular cualquiera, sin necesidad de adaptación alguna del hardware y software del dispositivo móvil, plantea un cambio de paradigma político jamás imaginado, ya que podría brindar comunicación a cualquier ser humano en la Tierra. Algo que ya comenzó con el servicio de internet satelital de Starlink. Así, en poco tiempo, se podría prescindir de toda la infraestructura en tierra para brindar conectividad en cualquier parte del planeta sin ninguna censura o regulación estatal.
Esta tecnología, en la invasión de Rusia a Ucrania, demostró ser la columna vertebral de la valiente resistencia ucraniana al brindar conectividad a todo un país. Hoy nos coloca frente a un futuro sin censura estatal posible, ya que una red de cerca de 30,000 satélites de baja órbita en los próximos años brindará una autonomía a las personas jamás vista.
La nueva frontera es el espacio, pero el espacio individual. Con una tecnología de estas características, las posibilidades de progreso, libertad y creación de valor para la humanidad son infinitas. El futuro con una sociedad del "costo marginal cero", como preveía Jeremy Rifkin en su libro hace ya diez años, podría volverse realidad en un futuro muy cercano. Porque si combinamos la descentralización de las comunicaciones con este tipo de tecnología, junto con la descentralización de la red de energía mediante el desarrollo de las renovables distribuidas y la descentralización tecnológica mediante el IoT y la Inteligencia Artificial, vamos camino a una nueva revolución industrial basada en la singularidad tecnológica.
Políticamente, un proceso de empoderamiento del individuo de esta forma transformará de manera radical nuestra forma de vivir, informarnos, producir, comercializar, comunicarnos y, principalmente, pensar nuestra existencia como individuos frente al Estado. Una situación como la censura de la red social X que viví en Brasil sería inviable, ya que sería imposible avasallar de forma tan brutal la libertad individual como lo hizo la Suprema Corte de Justicia de Brasil.
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