Opinión

El camino de la deuda: cómo la Argentina llegó a la asfixia actual y qué futuro le espera al próximo gobierno

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La situación económica actual de la Argentina es verdaderamente compleja. Un repaso por las principales variables alcanza para llegar a la conclusión que no hay un rumbo definido y que es necesario realizar modificaciones estructurales de manera urgente.

Las próximas elecciones pueden ser una oportunidad para que el próximo presidente, sin importar el color político que representa, pueda comenzar a transitar un camino de cambios. Claro que, para dar los pasos correctos, es necesario un buen diagnóstico.

Si bien son muchas los focos de incendio que deberá apagar quien se siente en el Sillón de Rivadavia en diciembre próximo, hay uno que tiene un peso muy importante, dado que condicionará mucho las decisiones: la deuda.

Según el Ministerio de Economía, la deuda bruta alcanza una cifra de u$s 383.000 millones. Este concepto abarca tanto capital como intereses de las obligaciones en pesos y en moneda extranjera.

El número, en sí, podría no decir mucho. Lo preocupante -y acá está el quid de la cuestión- es que hablamos de vencimientos que representan, nada más y nada menos, el 80% del PBI.

Si bien hablamos de distintos instrumentos, orígenes y acreedores, hay al menos 2 que deben mirarse al detalle, ya que por su urgencia y su influencia pueden ser determinantes para el presente y futuro del país.

LELIQ: una "bomba" en pesos

Comencemos por la "bomba" de las LELIQ. Las Letras de Liquidez son títulos de deuda de corto plazo en pesos, que se renuevan mensualmente y que son emitidas por el Banco Central (BCRA).

Este instrumento -que inicialmente se llamó LEBAC- fue creado por el gobierno de Mauricio Macri con el objetivo de frenar la inflación. La idea era esperar a que subiera la demanda de dinero para recomprar estos títulos. Sin embargo, eso nunca sucedió.

Alberto Fernández aseguró en plena campaña que desarticularía el problema que generaban estas Letras y utilizaría el dinero de los intereses para aumentar los haberes jubilatorios. Eso, claro está, tampoco sucedió. Por el contrario, se incrementó.

Según el Ministerio de Economía, la deuda bruta alcanza una cifra de u$s 383.000 millones. Este concepto abarca tanto capital como intereses de las obligaciones en pesos y en moneda extranjera

El problema que presenta este tipo de deuda es que actualmente equivalen al doble de la base monetaria. La consecuencia es una: es prácticamente imposible desarmar en el corto plazo.

¿Por qué? Porque hay que realizar una emisión monetaria muy alta para realizar una compra de esa envergadura y, para colmo, terminaría impactando casi instantáneamente en los precios.

Dado el contexto inflacionario actual, con un IPC que ya superó las dos cifras en un año, el efecto sería nefasto y conocido por muchos de los argentinos: provocaría una hiperinflación.

Con un riesgo tan alto, el Gobierno decidió aplicar la solución "más barata", que era pagar exclusivamente los intereses. Una manera de reducir la impresión de dinero que, si optara por la recompra de todo el paquete, sería descomunal.

Ahora, parece quedar una única chance que es a través de un aumento en la demanda de pesos. ¿Y cómo se puede dar una situación así? Por empezar, es necesario un cambio de expectativas en las personas. O dicho más simple, un cambio de gobierno.

Claro que la solución no se producirá de la noche a la mañana. El desarme no va a poder ser de inmediato, sino que se producirán luego de tomar medidas que permitan que el aumento de la demanda de dinero sea considerable y efectivo.

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El tan necesario incremento sólo puede generarse con un crecimiento económico y con la apreciación del peso. O, sea, con confianza. Esa que escasea y que puede reflorecer con una nueva etapa presidencial.

Lo que queda claro es que el próximo gobierno debe desarmar esta bomba. De lo contrario, el Estado deberá pagar tasas de interés cada vez más altas (por la inflación esperada) para atraer inversores.

Dólares, dólares y más dólares

La deuda en dólares es la otra "bomba" que tiene la Argentina. Nos referimos tanto a la que tiene con privados como a los acuerdos firmados con organismos internacionales de crédito y que en el último año creció significativamente.

La más conocida es la firmada con el FMI. Esta historia comenzó, nuevamente, en 2018, cuando el organismo prestó al entonces presidente Mauricio Macri u$s 45.000 millones que no pudieron ser devueltos en los plazos pactados y se "reperfiló".

En 2022, en medio de una situación económica preocupante, el gobierno de Alberto Fernández llegó a un nuevo acuerdo, que permitió refinanciar tanto el capital como los intereses durante los próximos dos años y medio.

A cambio, el Gobierno argentino se debió someter a revisiones trimestrales, en donde se analiza el cumplimiento de las condiciones impuestas, entre las que figuran la baja del déficit fiscal y de la emisión para financiar al Tesoro y la acumulación de reservas.

Si bien las metas se cumplían, la sequía proporcionó una complicación adicional al escenario. Es que, sin el ingreso de los dólares de la cosecha y con una fuerte intervención para domar la cotización, las reservas quedaron en una situación crítica.

La situación obligó a una nueva negociación para intentar establecer nuevas metas para el 2023. El resultado: el FMI exigirá menos reservas y autorizará un nuevo desembolso por u$s 5300 millones para dar un poco de aire a la economía nacional.

Obviamente, no hablamos de otra cosa que de un "parches" que permiten patear el problema unos meses más, ya que lo más importante parece ser octubre, y al oficialismo le sirve para ganar tiempo. Pero se olvida que deja una deuda preocupante.

El principal problema con la deuda en dólares es que la Argentina no los tiene. Y sin ellos, se deben refinanciar los vencimientos a tasas más elevadas

El principal problema con la deuda en dólares es que la Argentina no los tiene. Y sin ellos, se deben refinanciar los vencimientos a tasas más elevadas. Llevado al extremo se podría pesificar, como sucedió recientemente, con el canje de bonos.

Sin embargo, tal como se puede ver en la actualidad, todo esto eleva la presión para que se dispare el tipo de cambio y aumente la salida de capitales, dado que no se cumplen con los compromisos asumidos.

Lo positivo -si se puede ver con ese prisma- es que la gran mayoría de los títulos locales de Argentina están en manos de instituciones públicas -como el fondo de pensiones del Estado y los bancos estatales- que generalmente refinancian su deuda.

Además, a ellos se les suman los inversores privados -como bancos, fondos de inversión y compañías de seguros- que están regulados. Por ende, muchos estarán obligados a seguir invirtiendo.

Pero, más allá del canje, lo que queda claro es que lo que queda es una deuda. Y, como tal, va a condicionar al próximo presidente, ya que, sea en pesos o en dólares, hay que pagarlas.

Por eso, el nuevo gobierno deberá tomar medidas duras en lo económico para poder generar esas tan necesitadas reservas, ya sea a través del acceso a mercado de créditos internacionales o por balanza de pagos (con un mayor flujo en las exportaciones).

Si miramos Vaca Muerta y el litio, por mencionar mercados con gran potencialidad, podríamos decir que hay con qué. Lo que hace falta es compromiso y convicción. Hay que llevar adelante los cambios de una buena vez.

Es muy probable que sólo así se pueda lograr la confianza necesaria y la esperanza de que la "bomba" -sea en pesos o en moneda extranjera- no vaya a explotar. Esperemos que el próximo presidente pueda conseguirlo.

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