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Argentina siglo XXI: entre la cultura del aguante y la falta de dólares

La Argentina del aguante. Hay que aguantar cinco meses para las elecciones primarias, hay que aguantar que pase la sequía, hay que aguantar la falta de dólares, hay que aguantar los ajustes, el endeudamiento, ser pobre, la inseguridad. Y así se puede seguir con una lista interminable de la "cultura del aguante argentino", una frase que de alguna forma se relaciona con el fútbol, eso de aguantar y por momentos también convertirnos casi en barras si los resultados no acompañan. Y también hay aguante de un lado y del otro. De los que aguantan porque no llegan a fin de mes y de los que "el aguante" es la violencia.

"Algún día la gente se iba a hartar", fue la frase más repetida en los cafés de Buenos Aires luego del ataque condenable al ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, Sergio Berni.

Puede gustar o no Berni, puede gustar o no, el gobierno de Axel Kicillof, el de Horacio Rodríguez Larreta o el de Alberto Fernández. Lo que no se puede es justificar la agresión.

La Argentina cuenta con una historia relativamente reciente de violencia. El Estado tiene las herramientas, o al menos tiene que tenerlas. Es cierto que la inseguridad invade a millones de argentinos, es cierto que la pobreza avanza y es difícil explicarle a los que menos tienen que el camino es la educación y el trabajo. Pero no se puede responder con violencia y no se pueden justificar las agresiones. El reclamo al Estado es que aplique la ley, ni más ni menos que eso.

El otro punto que por estos días reclama atención es el dólar. El Gobierno tiene dos sequías, la que ocurre en el campo y la que ocurre en el Banco Central.

Los dólares que se calculaban ingresar por la cosecha ya no están. No van a estar porque la sequía acabó con ellos. Ahora el Gobierno tiene que salir a buscar esos dólares en otros lugares. El dólar más alto, con más impuestos para la importación de servicios no es la solución total a la falta de reservas, pero tal vez ayuda.

Liberar el mercado de cambios es hoy una tarea ardua y muy compleja de realizar. Al mismo tiempo una devaluación del oficial no solo implica un aumento de la pobreza, sino que pone en riesgo los pagos de las provincias endeudadas en dólares y de las empresas públicas y privadas con deudas dolarizadas.

Además, una devaluación también puede implicar una suba de la inflación. Una inflación que no baja del 6% y que una variación fuerte del tipo de cambio puede provocar un caos financiero en más de un sector.

Todo ese combo se debe tener en cuenta.

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