La realidad está difícil
Impera una larga tradición en la Argentina de déficit fiscal. Siguiendo un trabajo de investigación de Victoria Giarrizzo, de UBACONICET, en 117 años de vida institucional sólo en 10 años hubo equilibrio o superávit fiscal. Todas las administraciones gastaron más de lo que conseguían recaudar.
Este es un rasgo de la patología argentina: vivir por arriba de las posibilidades reales, creer que mágicamente todo puede cambiar de la noche a la mañana, y conseguimos el paraíso.
Los recursos del Estado se remataron, hubo golpes de estado, guerra o expectativas de enfrentamientos con otros países (es decir gastos en armamento que terminó arrumbado) empresas estatales mal administradas, corrupción en los principales niveles de jefatura, el uso de fondos oficiales para las pugnas políticas y electorales, etc.
¿Cuáles son los años más dramáticos en materia de deterioro fiscal, coincide Giarrizzo? Sin duda los de la Dictadura Militar (1976-1983). En ocho años la nación sobregastó el equivalente al 60% del Producto Bruto Interno. Se puso el cuchillo en la boca con afán de guerra y dilapidó sin importarle nada. El equipamiento de buques por los tensos forcejeos con Chile en el canal de Beagle, más nuevos aviones de combates, los Exocet y antes de todo ello el Mundial de Fútbol de 1978 y la inauguración del canal oficial de televisión cuyo costo ascendió (confesión de expertos) a 900 millones de dólares. Se gastó sin prurito alguno, ciegamente.
Hemos vivido 117 años en la mentira o en el engaño o en un egocentrismo económico irritante. El Estado argentino sólo representa a una nación limitada y hasta pobre, pese a los activos en minerales, tierras y cereales que dispone. Sería rica si existieran empresas nacionales o extranjeras que las explotaran.
¿Es responsabilidad de los funcionarios del Estado o cuenta también la desaprensión de los empresarios que siempre abusaron sobrefacturando y mintiendo?. La Justicia recién se está ocupando de aquellos llamados financistas o dueños de compañías amigos del poder que estafaron alevosamente, pero quedan pendientes muchos nombres de empresarios que actuaron en la ilegalidad, junto a otros, nacionales o extranjeros. Cuando se corra el velo, si se corre, habrá sorpresas.
El actual gobierno de Mauricio Macri ha venido buscando en estos dos años variantes y la mayoría se les escaparon de la mano. El déficit fiscal sigue, la voracidad por el dólar cuesta enormes sumas al erario público, hay un volcán de presiones de todo tipo que están acorralando al Gobierno.
Dependerá de la habilidad de los que lo manejan para escapar de la encerrona. Porque se supone que anhelan el triunfo, el perfume del poder en las elecciones de Macri en 2019.
Los enredos o la incapacidad oficial para encarar los problemas (más las promesas que no se han cumplido) se envidencian en un deterioro importante de la imagen presidencial.
El mayor índice negativo es del 56.5%, según el Grupo de Opinión Pública. La caída comenzó cuando se aprobó la reforma previsional y prosiguió con la carrera de aumentos de los servicios públicos y privados.
En la penúltima semana de abril, la oposición no había podido capitalizar la caída del oficialismo. En pocos días los distintos sectores que dicen representar a la oposición peronista se unieron para rechazar toda iniciativa del Ejecutivo. El león está herido y se lame las heridas pero los atacantes no pueden con él. Estas danzas y maniobras políticas podrán diluirse si hábilmente el Gobierno comienza a mostrar, llevada a cabo, la seguidilla de obra pública en marcha. Obra pública posible, no prometida, como tantas veces ocurrió.
Según observa Eduardo Fidanza, los datos de las empresa Poliarquía, se exhibe una caída significativa de las expectativas sociales y económicas: menos del 20% de los encuestados considera positiva la marcha del país, el 52% empeoró el último año, aunque el 40% se aferra a la esperanza de que mejore en los próximos meses. La aprobación presidencial se derrumba al 45%, un punto bajo que llama la atención de los especialistas. En cuanto a la imagen 40% gusta de las acciones del presidente, pero otro 40% lo cuestiona.
Nadie quiere ser profeta en su tierra pero ninguno de los principales economistas creen que los próximos días no estarán signados por la estabilidad. Hay quien cree que la inflación bajará poquito o se mantendrá como está.
Las variaciones en el tipo de cambio, empujadas por los requerimientos locales y la suba del dólar en el mundo llevarán a una suba del tipo de cambio. ¿Será algo espontáneo o forzado?
En el centro del vendaval, en la medida que el tipo de cambio es el faro de toda la actividad económica, hay otros problemas. Por ejemplo el de las economías regionales, muy vapuleadas desde hace años por el deterioro de ese cambio.
Los únicos que levantan la cabeza en el interior son los productores de carne porcina, avícola y bovina. Sólo las compañías, en general, vinculadas a la exportación se sienten cómodas con el dólar alto (frigoríficos, cerealeras, herramientas, software). El resto está marginado. Otros que saldrían lastimados son los que buscan crédito porque se ha encarecido.
Tal como están las cosas, se alimenta la búsqueda del peronismo para dar cuenta a la población que están presentes, separados pero sugestivamente unidos en el Parlamento, con el aval de los gobernadores, los mismos que eran considerados dialoguistas.
Una muy reciente solicitada el Consejo Nacional del Partido Justicialista subrayó que "gobernar es dar trabajo". Y además "los gobiernos deben garantizar el cumplimiento de los contratos de trabajo y sus relaciones, sancionando cualquier tipo de incumplimiento". En esa dirección critican al Gobierno que a voz en cuello afirma que ha crecido el empleo.
Siguiendo informes oficiales y tomando en cuenta datos oficiales el año pasado se generaron 500.000 puestos de trabajo. Pero sólo 127.000 fueron en blanco y en relación de dependencia. El empleo en negro sigue a la orden del día con todas sus repercusiones sociales.
Con estas cifras se puede hablar de un mapa de las ocupaciones de los que trabajan: sobre 20.844.000 puestos de trabajo, 10.742.000 están ocupados por asalariados formales , 4.917.000 por no registrados y 5.185.000 por cuentapropistas. Sólo la mitad de lo aquí planteado son asalariados en blanco. Con jubilación, obra social y otras coberturas, situación que arroja barro sobre el sistema previsional. Porque si no hay nuevos aportes menos fondos para el universo pasivo.
Este no es sólo un problema del presente. También lo es de futuro. En un mundo de auge de la mecanización, el trabajo es y será un bien preciado. Y cuantas mayor cantidad de empresas y mayor número de puestos de trabajo limpios, mayor tranquilidad para los jubilados.