Herencia, dólar, inflación y actividad: ¿hay luz al final del camino?

Por primera vez en mucho tiempo, los funcionarios del Gobierno, sus críticos y opositores y los economistas en general parecemos haber alcanzado un consenso sobre la realidad que enfrentamos y enfrentaremos en los próximos meses. El diseño ahora se extiende al último trimestre de 2018 o quizás a lo que la economía puede mostrar en el año electoral.

Antecedentes

Si bien en términos de actividad la Argentina mostró un buen 2017 (el PBI creció 2,9 %) y un mejor primer trimestre de 2018 (el PBI creció 3,6 % frente al primer trimestre de 2017), hemos sido muchos los economistas que cuestionábamos la sostenibilidad del proceso de recuperación.

Es que la herencia recibida por Cambiemos en diciembre de 2015 sólo se atendió parcialmente y los desequilibrios fiscal, monetario y cambiario estaban latentes y esperando emerger. El mayor déficit de cuenta corriente de nuestra historia era resultado de un atraso cambiario profundo que se alimentaba de deuda, lo que fue cuestionado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para evitar que sus desembolsos se pierdan en turismo y déficit comercial.

Liberar realmente el tipo de cambio fue una condición necesaria para ajustar uno de los grandes desequilibrios que tiene la Argentina, consistente en el atraso cambiario, pero de poco servirá la devaluación si no es acompañado por un ajuste similar en los otros desequilibrios fiscal y monetario.

¿Qué nos dejará la crisis cambiaria?

Si bien otros países de la región también se vieron golpeados por la mayor fortaleza del dólar, la Argentina mostró una mayor debilidad relativa.

El impacto de la devaluación se puede visualizar en varios indicadores:

1. El Estimador Mensual de Actividad Económica (desestacionalizado) muestra una baja de 1,4% en mayo 2018 frente a igual mes de 2017.

2. El Estimado Mensual Industrial de mayo 2018 también bajó, en este caso un 1,2% frente a igual mes del año anterior.

3. La Tasa de desocupación se incrementó en el primer trimestre de 2018 a 9,1% y no se espera que mejore en el segundo trimestre.

4. La inflación se acelera. El IPC de junio 2018 midió 3,7 %.

El segundo y tercer trimestre se caracterizará por una desaceleración de la actividad y suba en la inflación lo que impacta negativamente en el consumo y la inversión, y nos dejará con menos empleos y más pobreza e indigencia.

Pero, ¿hay luz al final del camino?

La salida de Federico Sturzenegger abrió paso a una política más contractiva de parte de Luis Caputo (quien hoy parece monitorear los agregados monetarios como complemento a la política sobre tasas de interés), lo que permite pensar en una desaceleración de la inflación para el último trimestre de 2018, que se observará más claramente en 2019.

Mauricio Macri ofreció un calmante a la población augurando una baja en la tasa de inflación de diez puntos en 2019, pero si bien es factible que ello ocurra, su importancia se reduce si la tasa de inflación de 2018 termina cerca del 32-35 %. Esa baja de diez puntos, en definitiva, devolvería a la Argentina al 22-25 % de inflación que es la media que hemos experimentado en los últimos años (exceptuando la tasa alcanzada tras las devaluaciones de Kicillof en 2014 y aquella tras la salida del cepo en 2016).

Aun si el mercado se calma de aquí hasta fin de año, y la cotización del dólar permanece estable, la devaluación del tipo de cambio real habrá sido significativa.

Un escenario plausible y los motivos del pesimismo

Para fortuna de Cambiemos, resulta un escenario plausible que 2019 -el año electoral- sea un año de reducción de inflación, recuperación en la actividad económica y el consumo, mejora del salario real y reducción de la pobreza.

Pero no podemos dejar de advertir que la dinámica de 2019 puede ser positiva, sólo como recuperación de la devaluación de 2018, tal como ocurrió en 2017, tras la devaluación de 2016. Quedará en los libros de historia que Cambiemos no pudo mostrar en sus primeros cuatro años de gestión un crecimiento real de la economía, ni tampoco evitar la dinámica cíclica que mostró el último gobierno kirchnerista.

Si bien podemos ser optimistas sobre la política económica que se anunció tras la crisis cambiaria con una mejor gestión en el Banco Central y un mayor ajuste en el frente fiscal, el mundo muestra una dinámica que puede comprometer los planes de Cambiemos.

Los bajos precios de los commodities que Argentina exporta, la guerra comercial que recurrentemente propone Donald Trump, las subas de tasas y la iliquidez global que está sugiriendo la Reserva Federal y la crisis de Brasil (tanto económica como política) pueden evitar que finalmente veamos algo de luz al final del camino.

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