Diciembre no debe ser zona liberada para la conflictividad y los arrebatos de la política
Las imágenes de violencia que se vieron ayer en los alrededores del Congreso despertaron muchos recuerdos del pasado. "Es diciembre", fue la respuesta, como si en la Argentina la llegada del último mes del año tuviese que ser aceptada, naturalmente, como una temporada abierta a la conflictividad. Está claro que la historia avala esta presunción. Lo que sigue siendo extraño es que la sociedad la convalide.
El origen de esta actitud traduce los débiles cimientos que aún tiene la democracia argentina. Hay un sector minoritario de la política que todavía cree que hay actos de gobierno que son provocativos y justifican la protesta violenta. Para esos grupos el diálogo y la negociación no son herramientas del debate político, sino facilitadores de pactos. Por eso tampoco le dan trascendencia al peso de las mayorías legislativas.
El Gobierno, por su parte, ordenó blindar al Congreso con la presencia de fuerzas de seguridad, con el objetivo de neutralizar cualquier intento por bloquear su funcionamiento. Cuando los manifestantes buscaron saltar las vallas, demostrando la intención de entrar al palacio legislativo, el choque entre la violencia y la fuerza pública se transformó en un acto inevitable. Y por momentos, incontrolable.
Está claro que hay sectores que van a seguir apelando a la protesta violenta como método de acción política, ya que esa reacción se volvió parte de un fenómeno global. Pero lo que debe hacer el Estado es impedir que el accionar represivo realimente la pelea con los violentos. La Gendarmería no es, precisamente, la más hábil para enfrentar estas situaciones.
También hay un factor político que entró en juego ayer: el Gobierno quiso mostrarse duro y lo consiguió, aún a costa de enfrentar un costo político de magnitud. Esa actitud se extendió hacia la noche, cuando el Presidente hizo firmar a sus ministros un decreto de necesidad y urgencia para avanzar con la reforma previsional que Diputados no pudo tratar.
Después de los incidentes y la suspensión de la sesión, Marcos Peña dio un discurso moderado, habilitando la chance de que el Congreso trate la ley incluso en 2018, para descomprimir el paro que había convocado la CGT. Luego trascendió como un hecho que iba a otorgarse un bono para compensar a los jubilados por el el cambio en la fórmula de pago y la oposición festejó. Macri sintió que le habían arrebatado el timón y pidió jugar a fondo. Fue la reacción de Carrió la que dejó a la vista que su reacción ponía en riesgo su alianza de gobierno, y con ella la suerte de todas sus reformas. La noche abrió un tiempo de reflexión y todo quedó igual. "Es diciembre", repiten en la calle.