
El 10 de diciembre de 1983, después de siete años de la dictadura más sangrienta que atravesó la Argentina, un gobierno democrático asumió en la Casa Rosada. Cuarenta años después, el 10 de diciembre pasado, asumió un candidato y una fuerza política que cuestionaron valores y consensos arraigados durante este período histórico. Más sorpresivo aún puede resultar que, dos años antes, Javier Milei no se dedicaba a la política y no existía La Libertad Avanza. Una proeza electoral sin precedentes en el país.
Hay atributos propios que pueden explicar el fenómeno. Pero, sin dudas, el resto del espectro político propició de forma buscada o por incapacidad el surgimiento y la consolidación de Milei.
En primer lugar, resulta imposible comprender la victoria libertaria sin hacer referencia al fracaso del gobierno del Frente de Todos. "Fue un gobierno irrelevante. Pasaron cuatro años y no hizo nada para memorable para quedar en la cabeza de la gente", analiza Ana Iparraguirre, analista política y socia de la consultora GAOB. En el ejercicio de rescatar algo de los cuatro años de Alberto Fernández en la Casa Rosada, señala que "terminó su gobierno sin haber tenido una gran conflictividad social", incluso a pesar de los indicadores económicos y sociales obtenidos.
Su colega Ignacio Labaqui es terminante: "El gobierno de Alberto Fernández ha sido el peor desde la vuelta de la democracia". Si bien reconoce las dificultades que tuvo que atravesar, como la pandemia y la sequía, señala que "la ausencia total de liderazgo, las divisiones internas de la coalición y las diferentes visiones dentro del Frente de Todos" aportaron para que el balance sea así de negativo. A fin de señalar algo positivo, añade que "por lo único que algunos recordarán como positiva la gestión de Fernández es por la sanción de la interrupción legal del embarazo".
En el último punto coincide Juan Negri, politólogo y director de las carreras de Ciencia Política y Estudios Internacionales en la Universidad Di Tella. También se apunta en la evaluación negativa de la experiencia del Frente de Todos, con las salvedades del contexto hechas, y agrega que "el gobierno peronista tiene que entregar la banda a alguien que dice lo contrario de lo que todo el tiempo dijo el gobierno de Fernández. Era muy evidente la falta de rumbo y las distintas visiones dentro de la coalición respecto a lo que había que hacer".

Julieta Waisgold, consultora en comunicación política, matiza una situación que evidentemente no fue exitosa: "De las 23 elecciones que hubo en América latina en los últimos cinco años, solo en tres ganó el oficialismo", lo que vincula a las consecuencias sufridas por la pandemia. A su vez, rescata que se trató de "un gobierno que al final tuvo a su presidente con una imagen pública en niveles similares a los de (Fernando) De la Rúa, pero a pesar de eso logró llegar al balotaje. Es decir, fue una oferta competitiva en la elección".
Por qué
La experiencia fallida del Frente de Todos en la Casa Rosada es uno de los factores que explican a Milei, pero no el único. Andrés Malamud, politólogo e investigador, considera que "las condiciones globales (pandemia, guerras, sequía) fueron iguales para todo el mundo. Fernández logró disfuncionar peor que el resto". En definitiva, analiza tres causas que empujaron a Milei a Olivos: "La economía, que hunde al gobierno; la división, que descarta a Juntos por el Cambio; y la habilidad de Milei para surfear los tiempos".
Yanina Welp, investigadora del Centro para la Democracia Albert Hirschman, agrega otra cuestión, vinculada a los cambios en la estructura productiva del país: "Hay una novedad fuerte, que tiene que ver con que cada vez hay más personas que tienen una relación distinta con el Estado. Lo ven más como un intruso que como alguien que los beneficie. Se percibe que no hay crecimiento económico, que se cobran muchos impuestos y no se ven los beneficios".
Una cuestión parecida señala respecto a los Derechos Humanos. Según su visión, "ha habido un discurso hermético que impidió polemizar sobre ciertas cosas. Ese discurso cerrado que se hizo intocable hace daño, porque no soporta la menor revisión empírica, lo que genera que haya cada vez más jóvenes que se enojen".
La dicotomía continuidad o cambio, presente en muchas elecciones, fue el eje de la campaña, en particular de cara a la segunda vuelta. Y ahí se tornó imposible para Sergio Massa, a pesar del alto nivel de profesionalismo que mostró como candidato. De hecho, la ciudadanía castigó ese profesionalismo y premió la búsqueda de espontaneidad: lo hizo en la segunda vuelta pero también en las primarias con la victoria de Patricia Bullrich ante Horacio Rodríguez Larreta. "Hay un movimiento antipolítico en la Argentina y Milei lo logró capitalizar. Representó que la sociedad quería un cambio radical", describe Iparraguirre.

Waisgold coincide con el apetito de cambio que existía en el país y agrega el surgimiento de derechas radicales en distintas partes del mundo. Igualmente, sostiene que "un año antes de la elección, Milei no parecía ser la salida porque todavía había una oposición competitiva", por lo que pone el énfasis en la "incapacidad de construir liderazgo" dentro de Juntos por el Cambio.
Sobre este sector político, aquella alianza electoral parida en la ciudad de Gualeguaychú en 2015, abundan las dudas. La Coalición Cívica fue el primer partido en retirarse y en "recuperar su plena autonomía", según sostuvo Elisa Carrió. Los incentivos para los socios principales, el Pro y la UCR, son variables. Los radicales tendrán su discusión interna, como siempre, y cuentan con cinco gobernadores propios que tendrán que lidiar con un gobierno nacional que amenaza con cortar con las transferencias y la obra pública. El Pro, con divisiones internas evidentes, ha tenido incorporaciones puntuales al gobierno a pesar de haber sido derrotado en las elecciones. Pero, al mismo tiempo, tiene sectores que no parecen interesados en sumarse a algún tipo de coalición oficialista.
La otra duda que permanece, a esta altura contrafáctica, es la que rodea al expresidente Mauricio Macri. Después de haber complicado la interna del Pro, pareció soltarse al acercarse al movimiento libertario. ¿Cuál será el balance que hace de este turno electoral? ¿Pondrá en foco en lo que no se logró, la victoria del partido que él fundó; o lo considera positivo ya que ganaron "las mismas ideas", como ha reconocido, aunque encarnadas en Milei, esa fuerza fácilmente infiltrable? De cualquier modo, el tandilense terminó el año mejor de lo que lo empezó y ratificó su vigencia en la política argentina.
Al presentarse como un fenómeno disruptivo, para tratar de comprender a Milei puede ser útil recurrir a casos anteriores, ya sea nacionales o del exterior. Fronteras adentro, se han establecido paralelismos con Carlos Menem el actual presidente siempre se reconoció menemista y con Macri figura clave para la victoria de Milei, e incluso de su riñón surgieron figuras que integran el gobierno.
Del extranjero se han mencionado los casos de Donald Trump y Jair Bolsonaro, con quienes Milei tiene afinidad ideológica y personal; de Liz Truss, también autodenominada libertaria; y Pedro Castillo, outsider peruano que no pudo llegar al año y medio de mandato. "En alemán hay una palabra, zeitgeist, que se puede traducir como espíritu de los tiempos señala Welp. En este caso, Milei se emparenta por el antielitismo con esos casos de afuera".

Para Labaqui, lo novedoso de Milei es su propia construcción política, que se creó en solo dos años y llegó a la Casa Rosada como diputado ningún otro presidente argentino había llegado como diputado en estos cuarenta años y sin ninguna estructura. Lo que sí se había visto, según su perspectiva, "es la combinación de una estrategia política populista combinada con una economía promercado. Bolsonaro fue eso, pero antes lo habían hecho Menem, (Alberto) Fujimori y (Fernando) Collor de Mello.
Para Waisgold, "todo lo nuevo tiene algo de nuevo, algo de usado y algo de prestado". Según su visión, esta experiencia se puede inscribir en el marco de las "derechas radicales" que se observan afuera. Pero, al mismo tiempo, ganó las elecciones sin una estructura institucional de poder, "reivindica cuestiones estructurales del gobierno de Menem y tiene componentes conservadores y negacionistas de la última dictadura militar en su gobierno y hasta en su propio discurso".
Negri, por su parte, detecta varios puntos de contacto entre Menem y Milei, como "la salida por derecha de la inflación, la idea de que es necesario hacer una solución de fondo, el tamaño del Estado o la política monetaria restrictiva". Igualmente, también detecta diferencias. La principal, que Menem era resultado del sistema y reformista, mientras que Milei se asienta sobre la antipolítica.
Con relación a lo que se ha observado afuera, señala que "a veces se emparenta a Milei con Bolsonaro, pero el verdadero reflejo es Castillo. El riesgo de la falta de gobernabilidad y el conflicto ejecutivo-legislativo es serio. Es uno de los grandes desafíos que va a tener este gobierno".
Escenarios
La mención realizada al poder legislativo no es casual. El resultado electoral permitió a La Libertad Avanza llegar a la presidencia, pero le dio un caudal de legisladores escaso, con 38 diputados sobre 257 y siete senadores de un total de 72. Esto puede llegar a ser problemático por varios motivos. En principio, por la dificultad de sancionar leyes que le permitan avanzar en las reformas planeadas y/o prometidas.
Pero también por una eventual inestabilidad. Hacia allí han apuntado diversos estudios: en América latina, puede ser muy peligroso para un presidente no contar con un escudo legislativo que le permita sortear un juicio político (un tercio de los diputados que lo respalden) y que a esto se agregue falta de apoyo popular. Si se conjugan ambas cosas problemas en el Congreso y protestas callejeras, el gobierno de Milei podría entrar en problemas mayores, según muestra la experiencia de la región.

Este punto lo explicita Labaqui, quien recoge que "Milei solo tendría problemas si no logra ampliar su respaldo legislativo y si su plan económico fracasa. La impopularidad no es un problema si un presidente cuenta con un escudo legislativo. Cuando estas dos circunstancias se combinan (ausencia de escudo legislativo y alto rechazo en la opinión pública) la situación se complica y mucho para los presidentes en América latina". De esta forma, el politólogo cree que el futuro del gobierno libertario dependerá de dos cuestiones: la estrategia para garantizar la gobernabilidad y el éxito en la economía.
Del mismo modo, Negri reconoce que imagina "un gobierno débil. El peor escenario es una movilización social para resistir el ajuste con un gobierno débil en lo político. Y que su inexperiencia y desorden político lleven a un gobierno paralizado. En ese caso, con bajo escudo legislativo y con movilizaciones sociales, imagino escenarios donde a Milei incluso le cuesta llegar a los cuatro años. Pero bueno, el futuro no está escrito. También uno puede confiar en las habilidades políticas, los acuerdos le permiten comprar gobernabilidad".
Sobre este punto, cree que el espejo en el que debería reflejarse el economista no es Menem, sino Néstor Kirchner. El santacruceño había llegado con poco apoyo popular y legislativo y rápidamente logró construir poder político.
Malamud, por su parte, se expresa en el mismo sentido, ya que observa tres posibilidades para la administración libertaria: "alianza con la casta, autogolpe o juicio políticoMilei parece intentar la primera alternativa, lo que generó un fuerte descontento en su base de sustentación inicial, aquellos que lo siguen desde antes de que fuera diputado. Claro, las otras dos opciones autogolpe como Fujimori, que cerró los poderes legislativo y judicial; o destituciones por parte del Congreso, como sufrieron Dilma Rousseff o Abdalá Bucaram no parecen ser esperanzadoras.
Iparraguirre coincide en el diagnóstico: detalla que carece de grandes apoyos a nivel institucional y popular. Es que el 56 por ciento de apoyo "en realidad es 30 por ciento, el resto es prestado, tiene que ver con la confrontación a Massa". De esta forma, avizora que ese sector esperará resultados rápidamente. La buena noticia que imagina, al comparar con casos de la región, es que puede tener más de un año de imagen positiva mayor a la negativa. "No es una luna de miel, pero sí un crédito", ejemplifica.
El escenario, sin dudas, era difícil de imaginar hace un año. Un candidato que coqueteaba filosóficamente con la venta de órganos o la libre portación de armas. Que en plena campaña confesó su admiración a Margaret Thatcher. Que prometió un ajuste. Que repitió los argumentos de Emilio Massera al evaluar la última dictadura. Que tenía una candidata a vice que visitaba a Jorge Videla en la cárcel. Pero que, al mismo tiempo, resultaba hipnótico en televisión y prometía, con argumentos simples y fáciles de entender, terminar con la inflación.
Después de las elecciones que lo catapultaron a la Casa Rosada, Milei mostró un pragmatismo que no parecía tener en el abanico de sus opciones. Se acercó a la casta, que le aportó lugares relevantes del gobierno. El tiempo dirá qué será finalmente: un experimento libertario, sin precedentes en la Argentina en donde la imaginación llegó al poder; u otro gobierno de corte liberal, con matices propios. El tiempo, inexorable, también dirá qué grado de éxito conseguirá.
La versión original de esta nota se publicó en el número 360 de revista Apertura.
















