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El histórico productor que fundó Gativideo cuenta por qué no quiere revivir la marca: "Nos fundió el truchaje"

Luis Scalella asegura que la piratería le destruyó un negocio de más de 20 años. La dificultad de hacer películas hoy y hacia dónde va la industria en plena guerra del streaming.

Desde hace 14 años que Luis Alberto Scalella es presidente de la Federación Internacional de Asociaciones de Productores de Cine (Fiapf, por sus siglas en inglés) y es el único representante latinoamericano en el comité ejecutivo. Y lo será por cuatro años más porque acaba de ser reelecto durante el Festival de Cannes. "Es muy complicado producir cine hoy. Hay que esperar un tiempo porque no está fácil", asegura apenas un par de horas después de regresar al país desde la ciudad francesa.

Su productora Argentina Sono Film participó de varios largometrajes recordados, como Un argentino en Nueva York (1998), Rodrigo, la película (2001), ¡Atraco! (2012) e Inseparables (2016). Si bien lleva más de cuatro décadas dedicado a la producción, Scalella también trabajó en distribución, manejó salas e incluso se dio el gusto de dirigir. A su vez, fue cofundador de Gativideo, un emblema de la época dorada de los VHS y los videoclubes en los 80 y 90.

La película de los Scalella en la industria del cine tiene varios actos. Empezó con su abuelo, Curzio, un inmigrante italiano que trabajó en el área de control de salas. Luego su padre, Luis Saverio Fortunato, tuvo una extensa carrera como distribuidor, primero trayendo éxitos del cine italiano al país y más tarde como distribuidor para todos los mercados de América latina.

Luis Alberto tuvo un primer acercamiento al negocio cuando era chico en la oficina de su tío, Duilio, también dedicado al rubro de la distribución. "Iba a la tarde después del colegio a ayudar. Me gustaba todo, desde la sala hasta la recaudación y ver cuánta gente había metido cada película", recuerda. Trabajó en la distribuidora de su padre y lo ayudó en la administración de algunas salas que manejaba, pero encontró su lugar en la producción.

"Por una cuestión determinada mi papá tenía que invertir en cine argentino y se puso a producir una película de Hugo del Carril. Ahí empecé como asistente de producción y me enamoré de esto", señala. Hace memoria y apunta que su primer éxito como productor fue La aventura de los paraguas asesinos (1979) de la saga de Los Superagentes, también formó parte de Atrapadas (1984) y Las colegialas se divierten (1986). En 1992 compró una parte de la histórica Argentina Sono Film, fundada por la familia Mentasti.

Luis Scalella empezó a producir por su cuenta a fines de los 70.

La última película que estrenó fue La gallina Turuleca, en 2022, que con poco más de 135.000 espectadores se transformó en la tercera más vista del año entre los filmes nacionales. "Se defendió bastante bien, pero no cumplió las expectativas económicas porque se iba a estrenar justo antes de la pandemia y la tuvimos que levantar. No alcanzó a cubrir lo que costó producirla", comenta.

Ahora, agrega, tiene entre manos un guion sobre la vida del boxeador Nicolino Locche que escribió Peter Iliff, guionista de Point Break (1991), protagonizada por Keanu Reeves y Patrick Swayze. "Estamos tratando de ‘levantar' la película. Le decimos así al proceso de reunir a todas las partes para que se junte el dinero y poder hacerla. Pero estamos viendo cómo se desarrolla todo, hay que tener paciencia".

Si bien como productor participó en múltiples éxitos de taquilla, una de sus creaciones más recordadas no pasó por la pantalla grande. En 1987 Scalella, junto a su hermano Jorge, fundó Gativideo, una de las tres videoeditoras más grandes del país. En realidad, la marca nació a partir de un régimen de beneficios impositivos que otorgaba la provincia de San Luis a las empresas que se radicaran ahí. Los hermanos habían creado Legal Video y Videoman para hacerse cargo de la edición de los VHS de las películas de 20th Century Fox, MGM y Disney, pero el decreto los obligaba a constituir una sociedad diferente en territorio puntano. Con el tiempo, debido a su popularidad, Gativideo absorbió a las otras marcas.

"Ahí había 1500 máquinas que reproducían VHS en línea, nos costaron una fortuna. Hacíamos tres turnos de ocho horas por día", detalla. Gativideo llegó a tener 220 empleados, de los cuales 70 trabajaban en la planta de multicopiado en San Luis.

El trío que conformaba junto a AVH y LK-Tel manejaba casi un 90 por ciento del negocio de los VHS en el país. En los 90 la industria del alquiler de videos movía cerca de US$ 200 millones en el mercado argentino. Sin embargo, la piratería y las descargas de Internet erosionaron las cuentas de Gativideo hasta que en 2009 cerró definitivamente. Hoy, Scalella asegura que las plataformas de streaming "achicaron el negocio" de los principales estudios. "Antes estaba theatrical, video, PPV, cable satelital y el streaming borró con todo".

Este año Argentina Sono Film y la Fiapf cumplen 90 años. En el caso de la federación, el productor menciona que ya tienen organizado un festejo en Venecia. En el marco de este doble aniversario, Scalella se sentó con APERTURA y habló sobre la dificultad de conseguir financiamiento para las películas, el tira y afloje con las plataformas y por qué hoy elige no revivir Gativideo a pesar del auge del marketing de la nostalgia.

¿Qué recuerdo te genera Gativideo?

Me queda la alegría de haber generado una marca que fue de las más populares de la Argentina. No digo que fue Coca-Cola, que es algo a nivel mundial, pero acá todos sabían de lo que estabas hablando cuando la nombrabas.

¿Por qué crees que caló tan hondo?

Entró muy fuerte con mucho material, a pesar de que el nombre atentaba contra eso. No me gustaba. Tuve algunas discusiones con el síndico porque yo decía que dejemos Legal Video y abajo un nombre de fantasía, pero me decía que podía llevar a confusión porque el decreto de promoción industrial de San Luis estaba a nombre de Gativideo. Yo mil veces he visto facturas que arriba dicen un nombre y abajo otro. Pero en ese momento no lo entendieron y cuando arrancó y se hizo popular ya no se podía cambiar más. Lo popular era Gativideo, no lo era Legal Video ni Videoman.

¿Cómo fueron esas negociaciones con los ejecutivos de MGM y Disney para conseguir los derechos para los VHS?

Eran duras, dificilísimas. Una vez con mi hermano estuvimos 45 días en Los Ángeles para que nos los dieran. Lo de Disney nos llevó por lo menos dos años y medio de negociación. No estaban seguros de abrir, en qué momento, a quién dárselo. Ellos recibían ofertas de todo el mundo y nos pedían que presentemos cash flow, business plan. Les mandábamos biblias.

¿Gativideo se fundió por Internet?

No, por el truchaje (sic). Vendían las películas a $5 en las mantas en la calle. Nosotros con la Unión Argentina de Videoeditores íbamos a los juzgados con un equipo de abogados de primera línea que presentaba los papeles y las causas dormían. Un año después lo iban a buscar al tipo de la manta y ya no estaba. Los juzgados te decían: "Yo acá tengo dos asesinatos y vos me venís con un video que te están truchando (sic), dejate de joder".

A las que más perjudicaba esto era a la major porque eran los dueños de las películas, pero así fue. No había manera de zafar de eso.

Cofundó Gativideo junto a su hermano y la cerró en 2009 por la piratería.

¿Pensaste en revivir la marca de alguna manera? Siempre está el marketing de la nostalgia...

¿Para hacer qué? ¿Qué podríamos hacer? Gativideo da a antiguo porque da a video. Me da esa sensación.

Hoy todavía existen las descargas piratas, sin embargo las plataformas de streaming no desaparecen por eso. ¿Por qué?

Porque tienen mucho material y hay un espacio de gente que las consume, más que nada en Europa y los Estados Unidos, donde la gente no truchea (sic) como acá. Pero las plataformas se organizan a nivel mundial y ninguna se establece para hacer películas solo para la Argentina, sino que las hacen para todo el mundo.

¿Qué postura tiene la Fiapf con respecto al rol de las plataformas en este nuevo escenario del negocio del cine?

En la Fiapf las plataformas están representadas a través de la Motion Picture Association (MPA). Todas las plataformas en realidad pertenecen a alguna major excepto Netflix que también se abonó a la MPA. Desde la federación nuestro rol es mejorar la relación de los productores con los derechos de autor, con la propiedad intelectual y con las asociaciones de actores, músicos, directores, etc. El problema comercial de cómo lleva cada uno su negocio es de cada compañía, no es un tema que nos incumba directamente.

Pero sí nosotros tratamos de defender a los productores independientes para que se les defiendan sus derechos de propiedad intelectual, que es la discusión que se está llevando hoy en día. Siempre hay una participación del productor en la propiedad intelectual porque es el que decide si se filma mirando para allá o para acá, si viene el actor A o el actor B. Tiene una participación muy importante en el guion y en todo. Eso es lo que en un punto se está discutiendo: la participación del productor en los derechos intelectuales de las películas, sea cual sea el lugar dónde se van a ver.

¿Hoy consideran a Netflix una major más en la industria?

Y si, hoy sí. Dentro de la industria es una major más aunque no estrene directamente en theatrical.

¿Hacia dónde va la industria?

El negocio cambió mucho. Creo, personalmente, que hubo un error de concepto porque al destruir todas las ventanas se achicó el negocio de las major. La gente se va a aburrir de estar todo el tiempo en la casa.

¿Y cómo va a terminar la guerra del streaming?

Se van a ir cerrando varias y van a dejar de producir.

La gallina Turuleca, de Argentina Sono Films, fue la tercera película argentina más taquillera en 2022

Estuviste involucrado en casi todos los eslabones del negocio, desde exhibición y distribución hasta producción e incluso dirección. ¿Con cuál de todos estos roles te quedás?

Lo que más me gustó siempre fue la producción porque es lo más creativo. Es también la más riesgosa de todas porque querés poner toda la plata para producir la película y después vamos a ver si te la agarra un distribuidor y cuando va a exhibición hay que ver si la gente la va a ver. Pero decidís qué película querés hacer, tenés relación con directores y actores, vas viendo cómo se forja el producto y te sentís parte.

¿La creatividad compensa ese nivel de riesgo?

No me puedo quejar porque me fue muy bien, pero el riesgo es importante. Hoy en día no podes cometer ese riesgo porque si no vas a perder US$ 1,5 millón por película. Cuando va mal a veces no alcanza ni para recuperar el costo del lanzamiento.

¿El problema más grande hoy para producir es cómo conseguir la plata?

Es muy difícil conseguir la plata. ¿Qué retorno le podes asegurar? La plata hoy la conseguís con las plataformas. Si tenés un proyecto importante que le podes vender a una plataforma, ellos te compran todos los derechos, entonces ya después no va al cine. Hace poco La Extorsión fue al cine y le permitieron estar seis semanas (N.d.R: fue distribuida por Warner Bros. Inc. y después se estrenó en HBO Max) y funcionó bastante bien.

Cuando asumiste como vicepresidente en Fiapf dijiste que estabas preocupado porque se veía poco cine nacional acá. Pasaron 16 años y hoy sigue con una participación chica en la taquilla.

Hubo una época después de eso en la que hubo tres años de cuatro películas grandes argentinas juntas, pero ahora no pasó más porque muchas grandes producciones fueron directo a las plataformas. Granizo, por ejemplo, es una película que hubiera ido muy bien en el cine, pero fue directo a plataforma (N.d.R: se estrenó en Netflix).

Antes había varias patas de ingresos, como la edición del VHS o DVD, después pasaba al cable y a la TV de aire. ¿Hoy esas fuentes son inexistentes para la ecuación?

No es que no existen, pero no tienen un resultado económico que sea de valor para el proyecto.

¿No hay oportunidad de generar nuevas fuentes de ingresos?

Es difícil. ¿Por dónde las pasas? Hay que tratar de que el cine se vuelva a ver en el cine. Una vez que la subís a cualquier medio digital, la película ya no es más tuya porque te la piratean por todos lados. Hay plataformas en todo el mundo que tienen películas que yo no sé de dónde las sacan. Y tampoco sé de qué vive esa gente que tiene una plataforma trucha. ¿Qué hace? ¿Cobra publicidad? ¿Cuál es el objetivo?

¿Puede ser que también el consumo cultural de las nuevas generaciones haya cambiado?

Ese no es el problema porque el público que se perdió en el cine es el de gente de edad media para arriba. Estrenás una de Marvel y te pone 3 millones de personas. Perdimos el público que va a ver las películas que ganan en Cannes. ¿Babylon, la última del director de La La Land? Nada. ¿Los Fabelman, de Spielberg? Nada. Son películas que no hacen ni 100.000 espectadores. ¿Cómo puede ser si en otro momento hacían 1 millón? Ese es el público que perdimos, el de 40 años para arriba, que tiene que volver al cine y por ahora se quedó en la casa. Pero va a volver, hay que tener paciencia.

La versión original de esta nota se publicó en el número 354 de revista Apertura.

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Comentarios

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  • CDA

    cesar dario avalle

    23/06/23

    Dificil que vuelva el cine, te vas a morir antes, los que tiene pocos recuros que son el 60% a lo sumo puede pagar una o dos entradas y no tiene acceso a pochoclo o bebidas otra 30 % puede pagar pero prefiere con esa plata instalarse un cine en la casa un proyector y un buen equipo de sourround, te da ganas de defecar u orinar pones pausa y vas tranquilo, no estas aguantandote y perderte 5 minutos de la trama. Y por ultimo y me lo dice mi experiencia en tema de servicios, no este justamente pero si de servicios, que la gente se adapta aa estar comoda en casa y ponele que los jovens comomoda puedan darle un aire pero tambien caera. Las grandes concentraciones de multitudes se iran apagandocn el tiempo.

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