A veces se dice que el mundo tiene cuatro tipos de economías: las desarrolladas, las que están en vías de desarrollo, la de Japón y la de Argentina debido a un aparente excepcionalismo económico sudamericano que, una vez más, se vuelve evidente.

La economía de China se está desacelerando. Los inversores se han deshecho de los activos en mercados emergentes. En Latinoamérica, los índices de aprobación presidenciales se han derrumbado en medio de la recesión.

Sin embargo, los bonos argentinos han redituado 6% desde principios de agosto, mientras que los índices de aprobación de Cristina Fernández, la presidenta populista de Argentina, se mantienen sólidamente en un 48% en las encuestas más recientes, a pesar de una economía estancada y una inflación aproximada del 20%.

¿Estás confundido? Según los analistas, la razón de la aparente discrepancia es que los inversores han comprado bonos argentinos con la esperanza de que las elecciones presidenciales de octubre marquen el comienzo de una nueva administración: una que desmantele las políticas económicas insostenibles que han mantenido a flote los dos términos presidenciales de Cristina Fernández y el de la administración anterior liderada por su fallecido esposo, Néstor Kirchner.

La presidenta Fernández es popular porque es "mujer, viuda y está a punto de irse", dijo Marcos Peña, asesor del candidato presidencial pro empresarial, Mauricio Macri.

Cualquiera que sea la razón de la relativa popularidad de Cristina Fernández dos veces más que la de la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, y ocho veces más que la de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff su popular reputación puede que le dificulte al ganador de la votación del 25 de octubre el revertir las políticas intervencionistas de la mandataria saliente.

"Argentina obviamente va a cambiar . . . pero los cambios no serán tan drásticos como los observadores mundiales esperan", advirtió Stratfor, la consultora de riesgos, en una correspondencia enviada a sus clientes el 1 de septiembre.

Esto podría frustrar las esperanzas de los inversores de la deuda argentina como George Soros de que Buenos Aires resolverá su larga batalla legal con los acreedores no aceptantes y de que pronto se reincorporará a los mercados internacionales de capital.

Su "relativa popularidad representa un amplio apoyo de una gran parte de las políticas implementadas durante su mandato", dijo el analista político Sergio Berensztein.

Eso es cierto incluso en relación con la economía, la cual creció rápidamente en la década de los años 2000 pero que, desde entonces, se ha paralizado completamente. A pesar de que no está creciendo, "se ha quedado atascada en un nivel relativamente alto y el sector privado no ha despedido a sus empleados en espera de un mejor escenario", declaró Miguel Kiguel, director de la consultora Econviews.

Ese "nivel relativamente alto" podría caer repentinamente, sin embargo, si el próximo gobierno se ve obligado a enfrentar un desastre cada vez mayor que incluye la disminución de las reservas de divisas, un creciente déficit presupuestario financiado por la impresión de dinero y alrededor de un 17% de disminución en el valor de las exportaciones en los primeros siete meses de este año en comparación con 2014.

"Esta situación no es sostenible en absoluto", aseguró Fausto Spotorno, economista principal de la consultora Orlando Ferreres & Asociados. Él hizo referencia a los 4 millones de argentinos, casi un cuarto de la población activa, con empleos en el sector público un aumento de los 2.8 millones de hace seis años.

El gasto en subsidios también se ha disparado del 0.8% del producto interno bruto en 2006 el año anterior al primer mandato de Fernández al 5.1% el año pasado, estima la firma Empiria Consultores. Frenar esos subsidios será políticamente difícil.

"Para la mayoría de la gente, la calificación final de la presidenta no va a ser baja", aseguró Eduardo Levy Yeyati, jefe de Cippec, un grupo de expertos. "La percepción social y económica de los últimos años es mayormente positiva".

La Presidenta pronunció un discurso desafiante en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires a fines de agosto. De pie junto a Daniel Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires y el candidato presidencial que encabeza las encuestas basándose en una plataforma de continuidad, ella vociferó que ninguna de sus políticas necesitaba cambio alguno y, menos todavía, la de la eliminación de restricciones monetarias que han respaldado al peso.

Mientras que el real brasileño se ha reducido un tercio este año, el peso argentino ha bajado sólo un 8%, aunque a costa de las reservas de divisas, las cuales se redujeron en una cantidad de u$s 342 millones en agosto a u$s 33.600 millones. La brecha entre la tasa oficial, 9.3 pesos por dólar, frente a 15.5 en el mercado negro, también ha aumentado.

"El argentino promedio ve el valor del dólar como un tanteo de la condición de la economía", dijo Matías Carugati, economista principal de la firma encuestadora Management & Fit.

Sin embargo, si el deterioro de la economía no ha menoscabado la popularidad de Fernández, tampoco lo han hecho las numerosas acusaciones de corrupción relacionadas con su administración, ni los recientes cargos de fraude electoral en las elecciones para gobernador enturbiadas por la violencia y por boletas de votación quemadas.

En Argentina, "el alto nivel de polarización ideológica lleva a muchos a considerar cualquier reclamo de irregularidades relacionado con Cristina Fernández como una conspiración, dijo el Sr. Levy Yeyati.

Al final, sin embargo, los índices de popularidad relativamente altos de la presidenta puede que se deban al hecho de que muchos argentinos recuerdan con nostalgia cómo los últimos 13 años bajo Cristina Fernández y Néstor Kirchner fueron tiempos de auge, marcados por una mejora de las condiciones sociales, como lo fueron en toda Sudamérica. En la actualidad, los argentinos le brindan a la mandataria una cariñosa despedida.

"Le está yendo bien porque no está compitiendo por el poder", dijo Berensztein.