Controlar la deuda no debería ser el objetivo de un gobierno
Centrarse demasiado en los déficits puede llevar a tomar malas decisiones.
¿Cuál debería ser el objetivo de la política fiscal? Recientemente ha surgido un debate sobre las ventajas de centrarse en la deuda y el déficit, como ahora, o en una medida más amplia del patrimonio neto del sector público, que incluye activos y pasivos. ¿Cuál es mejor? Depende de la pregunta.
El Instituto de Estudios Fiscales [IFS, por sus siglas en inglés, un centro británico de investigación económica] examinó estas alternativas y concluyó que "los beneficios de pasar a centrarse en el balance serían probablemente insuficientes para justificar los costos potenciales que ello implicaría". Convertirlo en el único objetivo de la política fiscal puede ser insensato. Pero también lo es centrarse únicamente en la sostenibilidad de la deuda. El gobierno es una actividad compleja. Los objetivos simples son peligrosos.
Una condición necesaria para el éxito de un gobierno es evitar una crisis fiscal. Por esta razón, tiene sentido evaluar la sostenibilidad. Pero incluso en este caso es esencial mirar más allá de la deuda y el déficit. Los activos también importan. Es vital saber cuáles son, entre otras cosas porque una mejor gestión podría mejorar los ingresos públicos, ya sea directamente o a través de mayores ingresos fiscales.
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Como admite el IFS, centrarse en el déficit y la deuda puede llevar a tomar malas decisiones. En el Reino Unido, por ejemplo, condujo a la venta de la cartera de préstamos a estudiantes, simplemente para reducir la deuda declarada, a pesar de que el valor de la cartera de préstamos para el gobierno era mayor que para los compradores privados. También llevó a la decisión errónea de recortar la inversión pública tras la crisis financiera, a pesar de que las tasas de interés a largo plazo excepcionalmente bajas. Justificó la iniciativa de financiación privada, que sustituyó las obligaciones visibles del servicio de la deuda por gastos futuros invisibles (y más costosos).
Algunos argumentan que centrarse en la deuda neta y los déficits obliga al Gobierno a concentrarse en algo vital. Pero muchas veces sólo ha encontrado formas más costosas de eludir sus propias normas. Cuando no puede hacerlo, las cambia: según el Instituto para el Gobierno, el Reino Unido ha tenido nueve grupos de reglas fiscales y 26 reglas específicas desde 1997. Es una broma.
Pero hay un punto mucho más importante, que el IFS ignora. Sí, el Gobierno necesita sobrevivir financieramente. Pero eso es sólo un medio. No es el fin de un gobierno. Es gobernar bien y contribuir así a crear una sociedad más próspera. Para ello, tiene que prestar mucha atención a su propio balance y al del país.
El gobierno es un administrador. Como sostiene Sir Dieter Helm, de Oxford, en su nuevo libro, debe proteger y desarrollar el capital natural de un país, junto con su capital físico y humano. Invertir poco, como viene haciendo hace demasiado tiempo el Estado y el Reino Unido en su conjunto, es una pésima administración.
Para hacer bien su trabajo, el Gobierno -la organización más compleja, grande y duradera de un país- necesita como mínimo la información que una empresa privada poseería y publicaría sobre su propia situación financiera. En 2021, por ejemplo (según el FMI), el patrimonio neto del sector público británico representaba menos del 96% del PBI. En el G7, sólo el de Italia era peor. Sorprendentemente, la última cifra de Japón (para 2020) era mucho mejor, sólo un -16%. El IFS sugiere, con razón, que estas cifras pueden inducir a error. Pero también puede serlo centrarse únicamente en la deuda y el déficit. Deberíamos hablar del patrimonio neto del sector público y del balance nacional, junto con la sostenibilidad de la deuda. Si lo hiciéramos, debatiríamos necesariamente muchas de las opciones políticas importantes, aunque no todas. Además, lo haríamos con toda naturalidad, ya que trataríamos de medir la realidad.
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La invención de la contabilidad moderna es uno de los avances más importantes de la historia de la humanidad. Sin ella, las complejas economías actuales serían imposibles. Su aplicación a la renta nacional también ha mejorado enormemente nuestra comprensión de las economías. Pero nos negamos persistentemente a centrarnos en lo que esas cuentas nos dicen sobre nuestros gobiernos. En lugar de ello, nos concentramos únicamente en la cuestión de si va camino al default. Sin duda, nuestras ambiciones deben ser mayores que eso. Por otra parte, incluso si uno se centra sólo en la sostenibilidad, los pasivos no relacionados con la deuda -como las pensiones del sector público- no pueden ser ignorados. Estos también éstos deben incluirse.
En lugar de confiar en simples reglas que luego cambian los gobiernos, debemos enfrentarnos a la realidad. Los gobiernos necesitan sobrevivir. Pero también deben hacer su trabajo. Si no utilizan cuentas más completas, fracasarán.
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