Cómo cambiará el mapa mundial de las vacaciones por el cambio climático
Para muchas personas el primer efecto tangible del aumento de las temperaturas será un cambio en el destino de sus vacaciones.
Las personas que viven en los climas fríos del norte ya buscaban veranos calurosos desde 1923, al menos, cuando los estadounidenses Gerald y Sara Murphy inventaron la idea de tomar sol en la Costa Azul. Poco a poco se fue creando un consenso en torno al lugar climático ideal: playa, cielos soleados y temperaturas en torno a los 25 °C.
Pero desde las olas de calor de 2019, el verano ha pasado de ser algo a esperar a algo que se teme. Europa, que se calienta el doble que el promedio mundial, vivió en 2022 el verano más caluroso de su historia, batiendo el récord de 2021, todo eso antes de que el mundo volviera a entrar en el ciclo climático de El Niño. Ninguna playa es divertida con 40 ºC e incendios forestales en el horizonte.
Para muchas personas acomodadas, el primer efecto tangible del cambio climático será que cambiar el lugar de vacaciones. Ir de vacaciones altera el clima (el transporte turístico genera ya cerca del 5% de las emisiones) y es modificado por el clima. A medida que la pandemia da paso a una era récord para el turismo, surgirá rápidamente un nuevo mapa mundial de las vacaciones.
Por ahora, el mapa está dominado por las playas. "El turismo costero es el mayor componente de la industria turística mundial: más del 60% de los europeos optan por vacaciones en la playa, y este segmento representa más del 80% de los ingresos del turismo estadounidense", señala un estudio de 2014 de la Universidad de Cambridge.
Algunos destinos de playa -las Maldivas y partes del Caribe- desaparecerán bajo las olas. También en el Mediterráneo, sobre todo en la costa africana, la crecida del mar está erosionando las playas. Además, el calor se está volviendo insoportable. Es probable que empiece una tendencia a las vacaciones de playa en el norte de España, Normandía, el Reino Unido y Escandinavia, antes de que estos lugares terminen recalentándose también. Alaska y pronto el Ártico podrían convertirse en paraísos veraniegos más duraderos .
Este es un microcosmos de cómo podría cambiar el mapa de las vacaciones. Hace treinta años, pasé unos meses en St Leonards-on-Sea, una ciudad decadente en la costa sur de Inglaterra. Había sido un balneario de lujo desde la década de 1820, hasta que los vuelos baratos al Mediterráneo acabaron con las vacaciones británicas junto al mar. Cuando conocí el lugar, los antiguos y elegantes hoteles cercanos al paseo marítimo estaban llenos de jubilados en apuros y personas con problemas de salud mental escondidos por los ayuntamientos londinenses. Con el nuevo clima, St Leonards podría revivir (siempre que las compañías de aguas inglesas dejen de verter aguas residuales sin tratar en ríos y mares). Y en los días en que haga demasiado calor para tomar sol, se podrá recorrer los viñedos locales de Sussex. Mientras tanto, la Costa del Sol, en plena ebullición, podría heredar la corona de exdestino vacacional abandonado. Estos cambios invertirían parcialmente el flujo histórico de dinero del turismo de los países más ricos a los más pobres.
Otra tendencia probable: el verano perderá su lugar como temporada alta de turismo. En primer lugar, cada vez hará más calor para viajar por placer. En segundo lugar, un número creciente de personas sin hijos no están atadas por las vacaciones escolares. En tercer lugar, con el auge del turismo, los destinos más populares se están quedando sin espacio en temporada alta. Es de esperar que los balnearios vuelvan a centrarse en la primavera, cuando pueden ofrecer a los norteños los primeros rayos suaves del año. Puede que incluso volvamos a los años veinte, cuando la clase dirigente británica se instalaba en la Riviera en pleno invierno.
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Las vacaciones de invierno para esquiar empezarán a desaparecer. El 40% de los viajes mundiales de esquí se concentra en los Alpes, donde la falta de nieve es una de las principales razones del cierre de cientos de centros. Casi todos los glaciares alpinos podrían desaparecer este siglo. En Estados Unidos, en varios centros, la temporada de esquí se redujo un promedio de 34 días entre 1982 y 2016, escriben Xubin Zeng, de la Universidad de Arizona, y otros autores. Las ciudades de esquí están intentando reconvertirse como destinos veraniegos de senderismo y ciclismo.
Los cambios en el mapa vacacional serán traumáticos. Las principales víctimas serán millones de trabajadores del turismo en los países pobres y sus familias. Pero este trastorno no será más que un simulacro de los desplazamientos más importantes que se avecinan.
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