Opinión

Señales de mutación en el sistema político

A cuarenta años del proceso de transición política de 1983, el sistema político argentino muestra síntomas elocuentes de desgaste y envejecimiento de algunas de sus piezas fundamentales. La enfermedad no es por cierto exclusiva del caso argentino y se manifiesta con síntomas aún mucho más elocuentes en la mayoría de las democracias del continente, para no mencionar el caso de países hasta no hace mucho tiempo ejemplares.

Baste considerar las zozobras por las que atraviesa el régimen presidencial de los Estados Unidos o el aislamiento social creciente de su Corte Suprema para eximirnos de mayores ejemplos demostrativos. El malestar tiende a extenderse y profundizarse. Las recientes elecciones en países como Ecuador, Guatemala o la crisis interna del MORENA mexicano suministra evidencias adicionales que cargan, día a día, la balanza inestable de democracias que buscan a tientas salidas que sociedades cada vez más impacientes e indignadas se resisten a suministrar.

Las enseñanzas para el caso argentino son múltiples. Bastaron los resultados iniciales de las PASO 2023, para que la conmoción sacudiera el corazón mismo del sistema. La emergencia de una tercera fuerza electoral con posibilidades cada vez más ciertas de triunfo en las elecciones el próximo 22 de octubre ha paralizado de modo casi definitivo al país oficial. Los gobiernos han reducido al mínimo sus actividades. En el orden nacional, el shock es total y en la mayoría de las provincias y municipios alcanza, poco a poco, a las actividades más esenciales.

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Javier Milei y la profecía autocumplida

La dirigencia política ha atónita, sin más reflejos que reacciones defensivas casi imperceptibles, orientadas más hacia el objetivo de atemorizar a los votantes que hacia el tipo de autocríticas y redefiniciones que la sociedad exige a quienes pretenden liderarla en situaciones de crisis.

El electroencefalograma de los políticos tradicionales parece plano. Sólo muestra señales mínimas de reactivación en no más de media docena de gobernadores e intendentes, consientes por experiencia de que las crisis comportan siempre nuevas oportunidades que sólo pueden ayudar a los que se ayuden a sí mismos. Muchos saben también, que las sociedades se mueven a partir de mecanismos drásticos y e inmediatos de empatía: la gente asustada -ya se sabe- asusta. De la misma manera que la gente cansada, cansa y que la gente harta, también harta. Es el mecanismo fundamental por el cual la gente entusiasmada entusiasma y la gente agradecida, siempre agradece. Empatía pura: la ley de leyes fundamental del mecanismo de construcción de la confianza y la cooperación social.

De allí que para entender lo que sucede sea útil arsenal de enseñanzas y lecciones de la rica experiencia de las transiciones democráticas vividas por las democracias comparadas en los últimos cuarenta años.

Una primera lección aprendida es la de que los cambios de régimen responden siempre a movilizaciones de las sociedades. Movilizaciones que pueden cobrar la forma de demandas sociales y movilizaciones populares -al estilo de la crisis de las autocracias islámicas- o bien movilizaciones cognitivas y axiológicas de sectores que aun sin necesidades básicas insatisfechas logran presionar, desde nuevos valores y demandas no siempre primarias, cambios sustanciales en el estado de cosas de la política.

Este es un primer dato relevante. En la Argentina actual vastos sectores, que se sitúan de modo transversal a lo largo y a lo ancho de la sociedad, por sobre diferencias de edad, sexo, hábitat y, sobre todo, condición social viven un proceso profundo de movilización, específicamente orientada hacia el cambio de las condiciones actuales de la vida política en el país.

La importancia o relevancia social de estos sectores no es tan importante como, la densidad y nivel de la presión. Sobre todo, si la movilización se produce en el ámbito de las ideas, las expectativas -es decir, las imágenes del futuro- y, sobre todo, la expresión institucional de su protesta. En el caso argentino, esta movilización recusa el origen, la formación y la reproducción de sus elites dirigentes y especialmente gobernantes. Cuestiona su funcionamiento, tanto hacia atrás como hacia adelante.

Se equivocan quienes creen que lo que mueve esta reacción es la bronca y la frustración. Es mucho más importante la ambición y la urgencia por no perder la enorme ventaja de oportunidades que ofrece hoy el país. Lo que prima es una expectativa positiva hacia el futuro y una convicción en el sentido de que "con estos, seguro que no".

De allí la centralidad que cobra el problema del Estado, un tema que ha estado hasta ahora sorprendentemente fuera de absolutamente todas las plataformas y propuestas electorales.

La agenda es idéntica a la que ha triunfado en todas las elecciones de la región en los últimos cinco años. Ante todo, seguridad -en el triple aspecto de seguridad ante la violencia y el delito, seguridad en la salud, seguridad y previsión social y seguridad en el acceso a los servicios básicos. En un nivel paralelo de importancia, trabajo - decente, legal y asociado a la protección previsional y educación y decencia. Son todos temas centrales de una agenda que los electorados no parecen dispuestos a negociar, aderezada por un rechazo visceral a la corrupción, a las explicaciones insustanciales de los economistas y a la voracidad de privilegios que obsesiona los políticos profesionales.

El tercio de apoyos a Javier Milei no piensa, en el fondo ni en las formas, de modo muy diferente del tercio que apoyo en las primarias a Patricia Bullrich contra el macrismo y el radicalismo o del tercio que apoya a Sergio Massa contra sus adversarios de siempre en el kirchnerismo y el peronismo tradicional.

Emerge así hoy en todo el país una nueva convergencia transversal, en la que lleva cierta ventaja, aun no definitiva, el desparpajo retórico de liberales y libertarios. No está dicho.

La campaña será corta, pero intensa, cargada de sorpresas cotidianas. Lo importante es que tanto el proceso y los resultados marcaran una verdadera mutación innovadora del sistema. Triunfaran quienes acierten a interpretar mejor el mensaje de una sociedad que habla con claridad y elocuencia.

La gente no pide que le expliquen ni que le prometan nada: sólo aspira a que la escuchen y la interpreten. Si Milei ha logrado una cierta ventaja es sólo parecería mejor preparado para asumir la nueva demanda. Una parte muy significativa de la sociedad-lo saben los tres candidatos- exige algo nuevo. Quiere más bien un purgante que libere las energías ya apenas retenidas. Aquí y ahora, cuanto antes mejor.

Las trampas y falacias del sistema de las PASO han quedado definitivamente en evidencia. A una política puramente electoral, sin ideas ni propuestas, de candidatos monosilábicos sucede el reclamo de una sociedad que exige ideas y respuestas. Que está dispuesta a jubilar sin más trámite quienes se resistan a asumir su trabajo con las exigencias que demanda un tiempo radicalmente nuevo.


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