Mercosur: Argentina debe subirse al barco

El Mercosur es un barco que por 20 años estuvo prácticamente detenido y con los motores apagados. Pero los tiempos están cambiando. Si bien el buque aún no termina de zarpar, ya se empiezan a escuchar el rugir de los motores y los gritos de ¡todos a bordo! Lo anunciado por la Cancillería uruguaya no es sino el último de una larga serie de avisos que se vienen sucediendo en los últimos años, en especial en lo referido a negociar nuevos acuerdos de libre comercio y reducir el Arancel Externo Común.

Argentina intentó varias estrategias para frenar esta agenda. Primero tuvimos nuestra etapa de enojo, donde abandonamos la mesa de negociaciones del Mercosur. Como ningún país cambió su postura, rápidamente la Cancillería argentina volvió a sentarse a negociar. La segunda etapa fue donde apelamos a la incertidumbre para posponer la agenda de liberalización. Se explicó que si el bloque se abría al mundo, bajo el escenario actual esto sería perjudicial para todas las economías. Tampoco hubo impacto.

En el fondo, el conflicto se encuentra en que los intereses que guían la política exterior argentina, en su estado actual, no son compatibles con los de los demás socios del Mercosur. Brasil, Paraguay y Uruguay han mostrado un claro interés por avanzar en una agenda de liberalización comercial, entendiendo este camino como imprescindible para fortalecer el crecimiento y el desarrollo económico. En cambio, Argentina ha apostado por un mayor proteccionismo.

Y no habló de la retórica, sino de los hechos. Nuestro país ha extendido la aplicación de derechos de exportación, prohibido exportaciones, aumentado la regulación sobre el comercio, extendido la discrecionalidad estatal para la importación y desincentivado los flujos internacionales de inversiones.

Pero, al mismo tiempo, sabemos que gran parte de nuestra fortaleza económica está vinculada al Mercosur. El bloque es nuestro principal socio comercial, con un intercambio que en 2020 superó los US$ 20 mil millones (23% del total). Una de cada cinco empresas exportadoras argentinas envía sus productos al Mercosur, que también es el principal mercado para múltiples sectores de la industria y la agroindustria. Y también reconocemos que el Mercosur es un valor a la hora de pensar nuestro posicionamiento internacional. Los países miembros comparten desafíos comunes en materia de desarrollo y dentro de la agenda multilateral. Además, no hay que perder de vista que Brasil es una de las mayores diez economías mundiales.

Simplificando el problema, la solución es trivial. O el Mercosur se flexibiliza para permitir agendas divergentes, o los Estados parte hacen coincidir sus intereses. Esta última alternativa implica que, o Argentina modifica su estrategia, o los demás socios hacen lo propio. Esto último parece lo menos probable.

Hoy nuestro país es un tripulante que está en el muelle, reacio a abordar, viendo como empieza a salir humo por la chimenea principal y como se cargan los últimos lotes previo a la zarpada. Mientras, a los que pasan cerca les dice que hay que "apostar al diálogo para lograr consensos", lo que en realidad significa, "paren el barco que no quiero subir". Al mismo tiempo, sabe que si el barco realmente zarpa y no está a bordo va a cosechar más pérdidas que beneficios.

El modelo proteccionista y de sustitución de importaciones ya se agotó (otra vez). Es momento de cambiar el rumbo de nuestra política exterior y abrir oportunidades que desaten las fuerzas productivas argentinas. Los demás países del Mercosur parecen querer transitar este camino de manera irreversible, ¿nos subiremos al barco?

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Comentarios

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    Ivan Moncalier

    20/07/21

    Hace años que el bloque no funciona. Es un lastre para todos. Seria mejor que cada uno negocie por su cuenta

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