Las finanzas se enriquecen con tecnologías y abren múltiples oportunidades
Las finanzas solían ser un terreno exclusivo de aquellas personas enamoradas de la dinámica del dinero y el capital. Penetrar en sus dominios, entender sus secretos y generar resultados materiales para propios y terceros fueron dando origen a una disciplina que encontró su apogeo a finales del Siglo XX y principios del Siglo XXI.
El capitalismo, sistema capaz de crear bienes y servicios a partir de la propiedad privada y los mercados relativamente libres, se hizo extremadamente financiero, solemos escuchar en cualquier balance económico de las últimas décadas. Fantástico para quienes defienden y protagonizan esa alquimia de multiplicar activos a partir de las buenas prácticas financieras. Nefasto para quienes reafirman los excesos que la 'financiarización' de las economías han generado, migrando el foco de personas y empresas desde la creación hacia la extracción de valor, tan aceitada a través de innovadores instrumentos y derivados financieros.
Fraudes y sistemas poco transparentes de toda índole, bajo promesas de generosos mecanismos de multiplicación del dinero, han venido conviviendo con todo tipo de legítimas manifestaciones para expandir el capital entendiendo las reglas del valor del dinero en el tiempo, vitales para incrementar la creación de riqueza.
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Entidades financieras y bancos -esos pesados dinosaurios considerados demasiado grandes para caer-, se mezclan con sociedades bursátiles, compañías de asesoramiento financiero, brokers que prestan servicios de intermediación, plataformas tecnológicas, expertos en la inversión basada en el valor (Warren Buffet, el oráculo de Omaha, como el gran símbolo) y una diversidad de modelos matemáticos y esquemas afines al engaño como los sistemas Ponzi. Todo junto y mezclado bajo el gran manto de las finanzas.
Más allá de enfoques contrapuestos y posiciones ideológicas o éticas en torno a las finanzas, lo que aquí nos interesa reflejar es que, en esta tercera década del Siglo XXI, transitan una verdadera revolución transformadora.
Como en tantos otros sectores o industrias, en buena medida explicada por la disrupción tecnológica que impacta en los modelos, prácticas y alcances bajo los cuales las finanzas han venido funcionando en nuestras economías y sociedades. Nuevas tecnologías para el desarrollo de software, nuevas aplicaciones de servicio, herramientas de comunicación digital, crecientes funcionalidades de la inteligencia artificial, conectividad veloz ubicua, tecnologías para encriptar y generar monedas virtuales y especialmente la penetración de blockchain como la más virtuosa creación para eliminar intermediaciones costosas y centralismos arcaicos, han venido configurando este mundo de finanzas descentralizadas y transparentes que alumbran nuevas prácticas, disminuyen fricción en los mercados, potencian la capacidad de actores económicos de menor escala (personas) y atrae multitudes de jóvenes que se identifican con estos principios como una causa que resuena en sus conciencias e impulsa proyectos de vida.
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Pero no sólo el factor tecnológico explica la transformación global de las finanzas. El mercado laboral transita su propia dinámica de cambio, con múltiples dimensiones en movimiento. Especialmente, el trabajo humano se hace cada vez más variable, flexible e independiente. Dejamos de tener un empleo para pasar a tener trabajos. Conjuntos de tareas difíciles de etiquetar, mediadas por tecnologías cada vez más presentes y bajo formatos de rutinas y remuneraciones más variables y personalizadas.
En esa línea, emprendedores y cuentapropistas de distinta índole se expanden en todas las economías. Todo esto supone una enorme transformación cultural y económica, impulsando las innovaciones financieras basadas más en las necesidades de los usuarios que en los intereses de corporaciones y dando vida al creciente ecosistema de startups y aplicaciones contenidas dentro del sector Fintech. Más trabajo y producción independiente requiere de finanzas digitales, descentralizadas y accesibles a millones de personas y emprendimientos.
Por otro lado, la innovación crece en relevancia alimentando una economía del conocimiento que penetra en todas las industrias. No se trata ya sólo de sistemas y artefactos, el conocimiento embebido en productos y servicios es una expansiva realidad en todos los sectores, impactando ahora sí en las estadísticas agregadas de economías nacionales y asumiendo el rol multiplicador de la productividad que se esperaba de ellas. Allí florecen nuevos espacios de valor y de consumo y, por ende, nuevos mercados portadores de oportunidades para múltiples agentes.
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Esta tendencia también requiere de mejores finanzas. Pensemos en el comercio electrónico, el social commerce o la 'tokenización' de activos físicos de cualquier industria. Todos ellos requieren de instrumentos financieros apropiados, que en general vienen de este mundo en ebullición de las finanzas digitales y descentralizadas protagonizado por un enorme ecosistema de emprendedores, científicos, desarrolladores de tecnología e inversores.
Y también las ciencias del comportamiento, con sus múltiples hallazgos de las últimas décadas gracias a Kahneman y otros expertos, han derrumbado el mito de la racionalidad de las personas sobre el cual se asentaban los modelos económicos y financieros con pretensiones de validez general y penetración masiva estandarizada.
Somos seres emocionales con capacidad de aplicar la razón cuando podemos detenernos a pensar y analizar fenómenos de nuestras vidas. Pero no lo podemos hacer de forma permanente. Supondría un gasto energético que nuestra biología no está preparada para soportar y, además, es el creciente entendimiento de nuestra biología la que nos convence de que la combinación de mente, cuerpo y espíritu o conciencia siempre será algo distinto a un dispositivo racional. Estados de ánimo, sesgos, prejuicios, emociones, fallos y otro tipo de particularidades forman parte de nuestro repertorio y también alimentan la necesidad de servicios financieros más configurables, transparentes y cercanos.
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Es la inteligencia artificial la que está llamada a entender mejor en escala toda nuestra diversidad y a través de algoritmos que aprenden y buenas aplicaciones digitales, las finanzas están camino a ser mucho más amigables con nuestras necesidades y posibilidades, sin por ello renegar de la búsqueda de rentabilidad por parte de quienes las practican.
Una buena postal de todo esto puede visualizarse en la Dubai Fintech Summit a desarrollarse el 8 y 9 de Mayo de este año. En la previa de la misma, emerge con claridad ese crisol de medios de pagos, billeteras virtuales, softwares de servicios financieros, criptomonedas, contratos inteligentes, NFTs, y tantas otras expresiones del cruce entre finanzas y tecnologías. Las fluctuaciones en el valor de las criptomonedas y la caída de algunas plataformas de exchange, fruto de sus excesos y malas prácticas, no altera la sustancia del fenómeno que la criptoeconomía y las finanzas digitales aportan a nuestros tiempos de cambio acelerado. Y, como muchos analistas sostienen, son en definitiva acontecimientos esperables de cara a la depuración de un mercado de reciente creación en el que todo aún está por escribirse.
La creación del dinero físico fue en su tiempo un gran dinamizador del comercio y la economía. El invento de la figura de sociedad anónima hizo lo propio para potenciar y escalar empresas de toda índole. Los crecientes vehículos de inversión de capital multiplicaron las posibilidades de nacer y florecer para emprendimientos en todo el mundo. Todas ellas fueron tecnologías que enriquecieron la creación de valor.
Hoy, las finanzas digitales y la criptografía protagonizan un salto cuántico en nuestras posibilidades de coordinación social y económica a gran escala, permitiendo esquemas de creación y transmisión de valor directos y accesibles entre pares de cualquier parte del mundo y configurando un enorme ecosistema de servicios financieros más transparentes e inclusivos, donde el centro se va trasladando desde los intermediarios y las corporaciones a los usuarios y emprendedores. Es la historia que protagonizan Ualá, Lemon, Xcapit, Ripio, Mercado Pago, Nubi y miles de compañías innovadoras que están enriqueciendo nuestras economías y evangelizando ciudadanos con las nuevas posibilidades que le tecnología aplicada a finanzas ofrece.
Los fundamentals de las finanzas siguen siendo los de siempre: el interés compuesto, la ecuación riesgo-rendimiento, las virtudes del apalancamiento para las actividades económicas, las tasas de descuento para proyectar una buena inversión, etc. Pero con mejores instrumentos y servicios, las posibilidades de ingresar en el mundo de los retornos y en el mágico mecanismo de los ingresos pasivos que no dependen de nuestro tiempo directo, se multiplican y democratizan.
Un círculo virtuoso puede emerger si las tendencias se consolidan en buenas decisiones y sistemas. El Estado va entendiendo que regular sin ahogar estas nuevas manifestaciones fintech es lo más inteligente; los bancos que integrarse y no combatirlos será clave para su supervivencia; la alfabetización financiera crece con todo tipo de propuestas formativas para distinto públicos y nuevos trabajos basados en competencias y emprendimientos en distintos segmentos de negocios se expanden en todas las economías.
Cuando el enigmático Satoshi Nakamoto publicó en 2008 un paper sobre la creación de un sistema de creación de dinero digital a través de la criptografía, pocos imaginaron la revolución que se vendría. Más allá del destino específico de Bitcoin dentro de esta transformación en marcha, es cada vez más evidente que vamos a un nuevo sistema financiero, enriquecido por las tecnologías. Una vez más, la inagotable capacidad humana para crear, coordinar y evolucionar se pone de manifiesto. Las finanzas no tenían un destino de campo seguro para dinosaurios, intermediarios y aventureros desalmados. Pueden ser un engranaje vital para el funcionamiento de economías más inclusivas, productivas y aptas para el ascenso social masivo. Allá vamos.
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