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La victoria del "sistema Massa"

"Si la economía bastara para derribar un gobierno, habríamos asistido a un auténtico maremoto de la oposición": la analogía con el caso de Erdogan en Turquía con las medidas de Massa. El efecto Milei-Macri y el 19 de noviembre

Durante la semana posterior al triunfo de Sergio Massa en las elecciones generales, el mundo económico y financiero estuvo compartiendo el artículo titulado "La victoria del sistema Erdogan", escrito por el profesor y consultor Derin Kocer sobre por qué el polémico Recep Tayiip Erdogan pudo ganar las elecciones en segunda vuelta en mayo pasado a pesar de la crisis económica que él mismo había generado en Turquía tras 20 años en el poder.

El panorama turco que se describe en la nota suena conocido. Al momento de ir a las urnas la inflación era de más del 120% y la lira turca se había devaluado un 45% frente al dólar sólo en el último año, mientras que comparada con 2021 la caída había sido más del triple. Con insumos importados en la industria, cada devaluación trajo más suba de precios. El capital, además, venía ampliando la porción de la torta que se llevaba respecto de los trabajadores.

"Si la economía bastara para derribar un gobierno, habríamos asistido a un auténtico maremoto de la oposición", escribió Kocer, que estudió en Turquía y hoy trabaja en una ONG en Inglaterra, por lo que es hincha tanto del Galatasaray de Mauro Icardi como del Arsenal.

¿Qué pasó, entonces? "Saber que la economía va mal -y culpar de ello al Gobierno- no significa confiar en la oposición para resolver los problemas", puntualiza en una idea que recontra se podría extrapolar a nuestro país. Además, recuerda que ya en 2021, cuando la crisis financiera era aún peor, casi la mitad de los turcos pensaba que la oposición no sería capaz de "enderezar el rumbo".

Al mismo tiempo, Kocer subraya que los líderes opositores se dedicaron más a hablar de las fallas de la macroeconomía, como el costo de vida y el rechazo a la moneda nacional, en vez de hacer hincapié en problemas más concretos, como enfocarse en de qué manera se puede aliviar "el dolor cotidiano de los ciudadanos".

El autor además indica que, si bien denunciar las fallas y problemas de los "macrofactores" puede ser útil para el público de las grandes ciudades, pero se trata de un mensaje que queda muy lejos en las zonas de la "Turquía rural". Allí no hay nada parecido a una ola de desempleo y se generan puestos de trabajo que, aunque puedan estar muy mal pagos, si parecen amenazados por cualquier idea de cambio muy abrupto derivan en un instinto de defender el statu quo.

Para ese público, escribe Kocer, "resolver la crisis económica depende sobre todo de reducir los riesgos de desempleo y austeridad". "En consecuencia, las promesas de un cambio económico revolucionario y la retórica macroeconómica tienen dificultades para resonar en estas regiones", explica.

En cambio, "los aumentos significativos del salario mínimo y los incrementos de las ayudas estatales son sin duda políticas populares, y éstas son las políticas que Erdogan ha aplicado. Aunque el salario mínimo no suponga un ingreso significativo para un profesional en Estambul, significa mucho más para alguien en las ciudades subdesarrolladas de Anatolia", concluye el trabajo publicado en Le Grand Continent.

El texto cierra de esta manera: "Incluso en los peores momentos, aplicando las políticas selectivas adecuadas, los líderes pueden proteger su base electoral de las fuerzas del voto económico. Erdogan dio un excelente ejemplo de ello el pasado fin de semana. La oposición cayó en la trampa".

La tentación de cambiar "Erdogan" por "Massa" en este último párrafo y tratar de que calce toda la explicación para un fenómeno ocurrido en otra parte del mundo y de esa forma dar todo por entendido es muy grande, pero equivocada.

Tal vez sí sea interesante pensar cómo se dio acá eso de que la oposición de Javier Milei y Patricia Bullrich habló mucho más de cuestiones macro -dolarización o bimonetariedad, por ejemplo- que de la caída de los ingresos que lleva más de cinco años. Pero el disparador más interesante para afanar con delicadeza es que acá también, con sus particularidades, se impuso algo así como "el sistema Massa".

En lo económico, sin dudas el candidato de Unión por la Patria y ministro de Economía tenía todas las de perder ya que no hay variable que no haya empeorado en sus catorce meses en el cargo. La actividad pasó de crecer a caer, el dólar paralelo se triplicó y la inflación aceleró al doble. Pero el workaholic del poder encontró para cada problema que generó un culpable que lo eximía de responsabilidades: Guzmán, la sequía, el Fondo, los cueveros, el temor a Milei. Entonces, estiró todo el tiempo el supuesto mérito de agarrar-la-papa-caliente.

Encontró fórmulas para que compensar sus propias macanas aparecieran como medidas de #refuerzodeingresos o #aliviofiscal para trabajadores, jubilados y empresas, sin dejar universo de posibles votantes por alcanzar. Además, las empaquetó con discusiones que desactivaban banderas opositoras, como la baja de impuestos, ya sea Ganancias para los empleados o la devolución del IVA a los alimentos o la reducción de retenciones a la exportación.

Pero el "sistema Massa" pareciera, además, configurarse fundamentalmente en el escenario político, ya sea que lo haya pensado de cero o simplemente haya ido aprovechando circunstancias que se le dieron como nadie. Último en sumarse al Frente de Todos, se benefició del cocoliche Pimpinela de los integrantes del binomio presidencial y quedó como "la única alternativa". Sobre la hora, fue "el candidato de unidad".

Alentado por él o no, la irrupción de Milei como presidenciable se volvió clave para dividir el frente opositor y lo mantuvo competitivo aún con una crisis propia aunque particular, es cierto, de movimiento económico con espiralización de precios, tal vez algo relativizada por la debacle macrista en el espejo retrovisor.

Ahora, tras la remontada del domingo pasado el camino al balotaje se transformó por momentos en una carrera hacia al centro: "a mi juego me llamaron" dice el creador de "la ancha avenida del medio". Todo acercamiento a los que antes maltrataba lo delata a Milei como vendido a la casta, mientras que desdecirse y tender puentes es la mismísima identidad del "peronismo massista" en el que "ser diplomático es ser panqueque con clase", como explicó Moria Casán, la suegrastra del fundador del Frente Renovador, porque cada vez se nombra más al Frente Renovador.

Como si fuera poco, el quilombo que desató en Juntos por el Cambio la presión de su líder Mauricio Macri por apoyar a La Libertad Avanza es más lubricante para el proyecto. Con el marketing de que se viene un gobierno multipartidario, al candidato oficialista le quedan servidos dirigentes de todos los colores y de todos los espacios.

Acá algunos amigos personales, allá aliados circunstanciales por el temor a los delirios del libertario, más allá viejos socios que habían cambiado de bando y ahora les basta un "en qué andás, perdido" para volver, sin contar a los gobernadores que están a una promesa de obra pública de arrimarse, justo cuando el otro quiere cortar los planes de infraestructura del Estado.

El "sistema Massa" ha llegado hasta acá. ¿Podrá ganar el 19 de noviembre? Si lo hace, ¿podrá estabilizar la economía a partir del 10 de diciembre? Si lo consigue, ¿hasta dónde puede llegar?

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