La cultura organizacional se revaloriza como un faro en la pandemia

Los efectos del COVID-19 en la gestión de la cultura corporativa podrían parecer devastadores, a la luz de las implicancias del trabajo remoto y la expansión de las herramientas digitales, que redujeron significativamente las interacciones humanas "presenciales" o "cara a cara", además de las reestructuraciones de plantel que muchas empresas llevaron adelante para hacer frente a mercados deprimidos. Sin embargo, los datos disponibles muestran un efecto contrario.

La iniciativa Culture 500 (MITSloan Management Review) provee una base de datos acerca de cómo los empleados de 500 principales empresas globales perciben la cultura organizacional. Utilizando herramientas de inteligencia artificial para analizar más de 1,4 millones de revisiones de empleados para examinar cómo la pandemia influenció sus percepciones acerca de la cultura de su empresa, detectaron que, en efecto, las mismas se comportaron positivamente, es decir, que los empleados de esas firmas ponderaron mucho más el valor de la cultura organizacional que en los tiempos pre-pandémicos.

En ese punto, uno de los aspectos que más ponderaron los empleados fue la calidad y transparencia de la comunicación de sus líderes. En breve, la comunicación en tiempos de crisis emerge como uno de los principales diferenciadores que los empleados valoran.

Se puede afirmar que la retención del talento, en este período inusitado que transitamos, ubica a la cultura organizacional dentro de los ejes prioritarios de gestión, profundizando una tendencia que existía en el período previo y que era motorizada por los millennials, donde la conexión con la cultura de la empresa es, incluso, más potente que la remuneración.

Dentro de ese eje, la comunicación, el bienestar de los empleados (especialmente el "life balance") y la agilidad en la respuesta a escenarios imprevistos, forman parte de la revalorización actual de la cultura, no sólo como instrumento de atracción y retención de talento, sino también, y en sentido más amplio, como parte importante de la reputación de la organización en el ecosistema en el que actúa (empleados, proveedores, clientes, comunidad).

Los cambios que inevitablemente permanecerán en la nueva normalidad (adopción de tecnologías digitales, mayor uso del trabajo remoto/híbrido, entre otros), plantean también un replanteo de las prioridades en la gestión de la cultura, con énfasis en el liderazgo digital y las nuevas formas de trabajar y colaborar.

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